La descriminalización en Puebla de la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas de gestación significó un paso más rumbo a la construcción de una entidad más progresista y acorde con los nuevos paradigmas que han surgido después de años de lucha de las mujeres para que sus derechos sean salvaguardados sin restricciones. Nunca debió ser así, pero los humanos nos obcecamos en nuestros errores. Hace más de una década, el sociólogo francés Alan Touraine advirtió que el mundo caminaba por una senda en que las minorías definirían el nuevo rostro de las sociedades. Las luchas de las mujeres, decía, eran unos de los pilares fundamentales en esta construcción, pues ahí se centraba la idea toral de un cambio no solo de época sino civilizatorio. Esa lucha, junto con la de minorías étnicas, migrantes y gays, permitirían que la tiranía de las mayorías concluyera y diera paso una reconfiguración en la forma en que integramos a los excluidos. En la medida en que una sociedad fuera capaz de incorporar a aquellos sectores que han dejado fuera por diferentes razones históricas, sociales, culturales e ideológicas en esa misma proporción sería su nueva identidad. La lucha en Puebla por dejar de criminalizar la interrupción del embarazo se convirtió en una de esas banderas que terminan por reconfigurar a una sociedad. La vieja ley criminalizaba a las mujeres por su condición de mujeres. No hay otra explicación. Era tan absurdo que, por un momento, la discusión parecía como si estuviéramos analizando si las mujeres eran sujetos de derecho. ¡Inconcebible! Es por eso que, con la reforma aprobada ayer en el Congreso del estado, los poblanos cerramos una discusión decimonónica y comienza la carrera hacia un cambio transversal de las políticas patriarcales que siguen sometiendo a las mujeres por su condición de ser mujeres. Las activistas y sociedad organizada están en todo su derecho de festejar y celebrar este gran triunfo. El resto de la sociedad se une a ellas, pero sin olvidar que el derecho plasmado ahora en la ley siempre fue suyo. Una vez más, las mujeres han reconfigurado a nuestra sociedad y nos han ayudado a ser mejores. Su lucha, que ha sido a lo largo de décadas, en la que no han capitulado y entre generaciones se han ido compartiendo la batuta, es otro ejemplo de un movimiento con vida propia debido a que nace de una causa justa y legítima. Habrá quienes sigan pensando que lo ocurrido ayer es un retroceso. A ellos les debemos décadas de negar a las mujeres a decidir por su propio cuerpo, las trabas para su emancipación y el sostenimiento a muerte del Estado patriarcal. Una sociedad debe convivir todas sus expresiones, estemos o no a favor. A veces hay retrocesos, como se ha visto últimamente en otras partes del mundo —ahí está el escándalo de echar abajo el famoso Caso Roe, en Estados Unidos—, pero en este día podemos decir que hemos dado un paso hacia un mejor futuro en Puebla.