Cuando el exsecretario de Gestión y Desarrollo Urbano municipal, Felipe Velázquez Gutiérrez, alias Felipillo Velázquez, fue informado que se había convertido en el elegido por el Yunque burocrático, encabezado por Eduardo La Decepción Rivera Pérez, para ser el candidato del grupo a la dirigencia estatal del PAN no cabía de alegría porque daba por hecho que el poderío de su jefecito era suficiente para conseguir la imposición. Así anduvo por varias semanas, muy emocionado, muy echado para adelante… hasta
que se confirmó que Eduardo Rivera y el velador más costoso del Ayuntamiento de Puebla, Adán Domínguez Sánchez, habían dejado un boquete financiero de 600 millones de pesos. El anuncio del desfalco, a cargo ni más ni menos que por el mismo presidente municipal, José Chedraui Budib, hizo que tanto Felipillo como los más cercanos a La Decepción Rivera sintieran que el piso se abría a sus pies y que las alarmas se prendieran. Más de uno comenzó con una revisión pormenorizada de todos los cadáveres que dejó en los clósets del Palacio Municipal y hasta dónde podrían llegar las consecuencias. Fue ahí cuando Felipillo cambió. Como se dijera la película animada, al igual que el Lotso, algo se rompió en su interior. El ánimo, la jovialidad, la seguridad desaparecieron. En las reuniones que ha encabezado con militantes panistas, lo han observado a veces distraído, otras preocupado. Hasta hace unos días, el exfuncionario oriundo de Atlixco juraba que tenía amarrados a los suficientes consejeros del PAN, hoy ya no está tan seguro. Incluso ha sido informado que hasta el propio Adán Domínguez está operando en su contra nomás porque todavía anda con la muina por ser obligado a bajarse de la contienda interna. Si llega a encontrarse a Felipillo no se sorprenda con su semblante. Las cosas no están para bollos.
ACOTACIONES AL MARGEN
En el patético e ilegal caso de Marilyn Cote, hay muchos reporteros que actúan casi igual que ella al hacer afirmaciones médicas que evidencian su ineptitud. Ya sabe, en los tiempos de las redes sociales, lo que vale es el enjambre, no la racionalidad. Es cuanto.