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jueves, enero 9, 2025

La necesaria refundación del PAN

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Una vez concluido el proceso de entrega-recepción entre la dirigencia estatal saliente —al frente de Augusta Díaz de Rivera Hernández, pero realmente controlada por Eduardo Rivera Pérez— y la que encabezan Mario Riestra Piña y Genoveva Huerta Villegas, el principal partido de oposición en la entidad entró a la ruta más crítica y la refundación parece ser la única vía a seguir si los panistas pretenden si quiera ofrecer competitividad en las urnas. Si bien, los aspirantes al Comité Directivo Estatal prometieron inclusión, diálogo, reconquistar a la base militante y abrirse a la sociedad, eso no será suficiente si es que antes el panismo no redefine su esencia frente a la nueva ciudadanía que decidió entregarle todo el poder a Morena, desde presidencias municipales hasta la Presidencia de la República, pasando por gubernaturas, el Congreso de la Unión y las legislaturas locales. De acuerdo con la Real Académica de la Lengua Española, refundar significa “revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptar estos a los nuevos tiempos”. No es el cambio de una dirigencia la que definirá el rumbo del PAN sino precisamente la capacidad que tenga para adaptarse a los nuevos tiempos. Para eso, obviamente, se requiere ir hacia adentro, hacer un autocrítica honesta y valiente, dialogar, consensuar, convencer. No es con la persecución ni con la cacería de brujas como se solventará ese paso. Sí habrá que sancionar a quienes lo merezcan, todo de acuerdo con el debido proceso, a fin de demostrarle al panismo y a la sociedad que la impunidad no tiene cabida. Y eso también incluye romper con la miserable costumbre de que la dirigencia debe salir a dar la cara por aquellos Ayuntamientos a los que solo les alcanzó para dejar agravios y corrupción porque tuvieron el infortunio de ser encabezados por auténticos bribones. Si la nueva dirigencia quiere comenzar con el pie derecho, entonces, no puede haber perdón, olvido ni complicidad ante el caudal de irregularidades financieras en el municipio de Puebla y el propio partido. Cómo se ejerce la justicia y se actúa con rectitud se convirtió en la aduana que los ciudadanos esperan para darles, aunque sea, el beneficio de la duda. El PAN se encuentra rebasado por la realidad, extraviado ideológicamente y sumido en una crisis tras años de un neoliberalismo que solo empobreció a los mexicanos. En Puebla no necesitamos el mesianismo ni el autoritarismo de Rafael Moreno Valle, el proyecto presidencial más caro, corrupto y tóxico que tuvimos que pagar los poblanos. Tampoco necesitamos a un panismo pacato, con olor a yunque o voracidad empresarial (forjados en la lógica de empresario rico, empresa pobre). Por décadas, a los fundadores del PAN les dijeron que nunca podrían convertirse en una verdadera alternativa política en el país. El tiempo alcanzó al PRI y el panismo se convirtió en el gran receptor de las demandas democráticas del país. La izquierda veía a los lejos, en su radicalidad y criminalidad, cómo los mexicanos no querían saber nada de ellos. Fue un priista renegado el que le dio a la izquierda mexicana la oportunidad de erigirse como una opción a finales de lo 80, pero en ese devenir Acción Nacional ya traía la cosecha de lo que sembró por décadas. La resiliencia ha sido uno de los principales atributos de la oposición en México para salir adelante. Hoy, una vez más, el PAN la necesita, pero no podrá empezar ningún camino si antes no hay una refundación. Morena llegó al poder, los mexicanos ratificaron su continuidad y le dieron todo. El PRI es una caricatura y el resto de los partidos solo están para hacer bulto. Entre Morena y el PAN está la discusión de nuestro país. No hay más.

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