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jueves, noviembre 21, 2024

La izquierda bestial

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Para nadie es un secreto que las escuelas normales rurales del país se convirtieron desde hace décadas en el último resquicio de la izquierda radical del país, aquella que se asemeja más al joven José Stalin asaltante de bancos, extorsionador y líder de una banda criminal, que a la apuesta racional y operativa de León Trotsky. Allí, más que formar a los nuevos educadores de México, se forjan a los nuevos cuadros de la CNTE, de las guerrillas de esporádica vida y organizaciones que operan más como cárteles o células criminales que como movimientos sociales. Si las normales rurales son lo que son es porque el Estado mexicano, sobre todo el priista, con la complicidad del panismo, decidieron encapsular allí a todos los extremistas para que solitos se extingan. Eso mismo pasó con las universidades públicas, en donde los otrora militantes del Partido Comunista se refugiaron cuando comprendieron que la revolución de proletariado no valía tanto como tener unos buenos pesos en la bolsa y educar a las nuevas generaciones para que cambiaran lo que ellos no pudieron. Al final, ni lo uno ni lo otro. Las universidades también entraron al sistema neoliberal y terminaron pagando las consecuencias. Hoy, estas casas de estudio tienen plantas docentes envejecidas debido a que muchos se niegan al retiro porque su pensión equivale a casi la mitad de su sueldo actual, pues éste se compone principalmente de los ingresos que perciben por estímulos y bonos de todo tipo. En las normales rurales el asunto es todavía más grave, ya que cada año sufren la asfixia financiera y nadie quiere ser trabajador educativo en un sitio de naturaleza. Convertirse en director de una institución así es lo mismo que sacarse al tigre en la rifa. Pero eso no siempre fue así. En un inicio, este tipo de escuelas, fundadas por Lázaro Cárdenas, tenían como finalidad que el pueblo educara al pueblo. Hay muchísimas historias de lucha social y transformación de comunidades, alumnos y maestros. La educación de México, de hecho, no se puede entender sin estas escuelas. Hoy todavía existen docentes de escuelas públicas en activo que surgieron de allí y no ocultan el orgullo de su origen. Ellos, al igual que la planta universitaria, también están sujetos a un sistema de incentivos que los tiene atados permanentemente. Las normales rurales permitieron, por su cosmovisión, bagaje ideológico y lucha social, la formación de personas como Lucio Cabañas o Genaro Vázquez, cuyo liderazgo, congruencia, inteligencia y convicción pusieron al Estado de cabeza. Hoy eso ya no existe. Los actuales estudiantes son un amasijo de contradicciones, incluso ideológicas. Su radicalidad los ha llevado a descartar cualquier alternativa que no sea lo que piensan y como consecuencia solo les quedó el camino de la ilegalidad. Es ahí donde hoy se mueven. No hay un fondo ideológico y si lo hay quedó reducido al mundo en que ellos se ven como los buenos y el resto son los malos que pretenden exterminarlos. En esa dialéctica es que se toparon con lo más viles tentáculos del Estado. El caso de Ayotzinapa es la muestra evidente y lo peor es que nadie pretende hacerles justicia. Bien se lo advirtió el comandante Moisés a los padres de los normalistas asesinados: Prepárense cuando dejen de estar de moda, se pase la euforia de la selfies y se hallen solos en su justo reclamo. Y junto con la barbarie de Ayotzinapa, miles de estudiantes en el país tiene que soportan otro tipo de barbarie, que no es llamada como tal porque es aplicada por el bendito sistema estudiantil que allí vive. Lo ocurrido en la Norma Rural de Teteles de Ávila Castillo es uno de los tantos ejemplos de la anquilosada y torpe forma de ver la vida. La semana de inducción es la entrada al otro mundo, en donde te preparan para que formes el carácter y no te rajes a la primera si es que te mandan a robar camiones —con el riesgo de morir en el intento—, o te piden que seas “compañera” de los “compañeros” de lucha, que robes camiones o tengas que pelear con saña contra el asqueroso sistema que los oprime. El estudio, la preparación son lo de menos. Ahí está el caso de los maestros de la CNTE: son, en su mayoría, analfabetas que cobran muy bien por trabajar como una especie de golpeadores a sueldo y marchantes según la ocasión.

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