Facundo Rosas Rosas, el exsecretario de Seguridad Pública estatal y uno de los hombres más cercanos al pillo Genaro García Luna no se ha dado cuenta que su carrera política descansa tres metros bajo tierra. Nadie le ha avisado de su condición de espectro que deambula lastimeramente por los pasillos de la política poblana, su último refugio antes de sepultar su carrera policiaca por los escándalos. Y si de por sí es muy penosa la situación del exfuncionario, ahora doblado de analista, es mucho más vergonzosa la postura de quien cree que es alguien con la probidad para hablar sobre la política de seguridad del actual gobierno del estado, a sabiendas de que el paso de Rosas Rosas por la administración pública estuvo manchado por la detención de dos de sus subordinados tras descubrirse que eran los cabecillas del huachicol en la entidad. Cuando la noticia se supo, la gestión morenovallista intento a capa y espada defender a toda costa al funcionario, lo que hizo preguntarse a más de uno cuánto es lo que le sabía al hoy difunto (este sí literal) Rafael Moreno Valle Rosas para que metiera las manos y salvara su pellejo. Hace unos años, el oscuro personaje volvió a estar en el ojo del huracán tras el juicio que se inició contra García Luna en Estados Unidos y que derivó en una sentencia condenatoria por haber prestado el aparato de gobierno para ayudar al trasiego de droga del Cártel de Sinaloa. No pretendemos decir que Facundo estaba implicado, nada de eso, pero todos los funcionarios que estuvieron alrededor del policía de Felipe Calderón Hinojosa se convirtieron en sujetos de escrutinio público. Pero si eso no fuera suficiente, solo basta en recordar que la probidad del exfuncionario estatal como opinador en temas de seguridad también está muy cuestionada al traer a la memoria que es el único funcionario en el país que la Comisión Nacional de Derechos Humanos halló responsable en dos ocasiones de cometer violaciones graves a los derechos humanos por encabezar salvajes acciones policiales: Una contra estudiantes de la escuela normal rural “Isidrio Burgos”, de Ayotzinapa, y otra en Puebla que provocó la muerte de un menor en San Bernardino Chalchihuapan. Bien dice el dicho: Si ya saben cómo es, para qué lo invitan.