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jueves, noviembre 21, 2024

El viernes negro de Eduardo Rivera

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Quienes lo han visto aseguran que, desde el viernes pasado, el humor de Eduardo Rivera Pérez viaja en un vaivén entre el enojo y la preocupación. No es para menos. Con un solo movimiento, Mario Riestra Piña y Genoveva Huerta Villegas exhibieron el grado de vulnerabilidad del Yunque burocrático y despertaron una ola de simpatías que, en realidad, es la muestra evidente del hartazgo que existe contra el exmunícipe y su sectarismo político.

El enojo de Eduardo Rivera se potenció aún más al enterarse que tampoco pudo hacer ajustes al padrón de militantes que integran el Consejo Estatal. Se trató evidentemente de una torpeza tanto de Augusta Díaz de Rivera Hernández como de Marcos Castro Martínez, quienes se olvidaron de cumplir con sus funciones.

Nos explicamos. Hasta antes de la publicación del padrón oficial, la actual dirigencia estatal tenía la oportunidad de realizar movimientos en las coordinaciones de las diferentes representaciones del partido. El objetivo era que Liliana Ortiz Pérez fuera
designada como coordinadora de los diputados federales del PAN por Puebla, mientras que el sitio de Edmundo Tlatehui Percino, como coordinador de los presidentes municipales panistas, fuera ocupado por alguien más.

Nada de eso pudieron realizar. El padrón se cerró oficialmente el viernes y nadie podrá modificarlo, por lo que los riveristas han perdido dos posiciones de oro, justo en el momento en que se están quedando sin el apoyo de los consejeros estatales.

La furia de Eduardo Rivera comenzó al enterarse que Genoveva Huerta se había decantado por Mario Riestra. Desesperado buscó comunicación directa con la legisladora federal para reclamarle, pero ya no hizo nada al enterarse que detrás había algo peor: el gallo del exedil a la dirigencia Felipe Velázquez Gutiérrez nunca la buscó para formalizar la fórmula y mucho menos se dignó a plantear alguna estrategia para tener una representación conjunta en el Comité Directivo Estatal.

Peor aún, Eduardo Rivera pensó, en su infinita soberbia, que Huerta Villegas debía conformarse con haber sido placeada en la gira que realizó Jorge Romero Herrera todavía como candidato a la dirigencia nacional.

El oriundo de Toluca se olvidó de lo más importante: hacer política, comportarse como un hombre decente y entender que cualquier escenario en su futuro requiere, sí o sí, del apoyo de alguien más porque solo no puede.

El viernes pasado, Rivera Pérez perdió a su mejor y, tal vez, única aliada que tenía en Puebla como consecuencia de su infinita miopía política, la misma que surge de la soberbia.

Si tiene dudas, solo basta con que revise las redes sociales y compruebe la cargada de panistas a favor de la dupla Riestra-Genoveva. Personajes tan disímbolos al interior del PAN están apostado por el cambio que ambos representan.

El viernes pasado se colocó el clavo más importante del ataúd para el Yunque. Solo es cuestión de tiempo.

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