La información revelada en esta edición por el quintacolumnista Mario Alberto Mejía refleja una de las cosas poco vistas en el mundo policiaco: un jefe, en este caso, secretario de seguridad pública municipal de Atlixco, Antonio Hernández Pacheco, decidido a permitir que maten a sus elementos a cambio de obtener información. Sí, lo lee usted bien: simple y sencilla información.
El grave asunto ocurrió el 4 de noviembre de 2024 cuando un comando armado hasta los dientes, con granadas de mano incluidas, acudieron al hospital “Gonzalo Río Arronte”, ubicado en Atlixco, para terminar con la vida de un joven que, por lo visto, representaba un objetivo valioso para otro cártel de Morelos que pelea la plaza.
Las grabaciones son bastante elocuentes sobre el miedo e impotencia de los elementos de Seguridad Pública de Atlixco para hacer frente al sorpresivo ataque de los criminales.
Vea la transcripción del audio más emblemático al que el director General de Hipócrita Lector tuvo acceso:
-Gama (La central de la Policía Municipal): En lo que es al interior del hospital para sacar cuarenta y cuatros (información). Orden de 7 (Antonio Hernández Pacheco)
-Policía: Gama, Gama, pendientes. Te estamos diciendo que son sesenta y seis, sesenta y sietes los que están disparando, son varios vehículos los que están distribuidos. ¿Dónde vamos a entrar al (hospital) Arronte ahorita?
-Gama: Afirma, son órdenes de 7 para corroborar si cuarenta y cuatro (información), si dejaron a un cuarenta al interior del setenta.
Los audios posteriores captaron el momento en que el mismo oficial informa sobre la muerte de dos elementos que acudieron ante el llamado de alerta emitido: María Guadalupe Reyes Gómez y Armando Meléndez Martínez.
Tras el escándalo que se detonó por el horror del suceso, la Fiscalía General del Estado informó que en el lugar fueron hallados 159 casquillos percutidos y una granada de fragmentación, es decir, los agresores iban en un número importante y armados hasta los dientes.
En ese contexto fue que Antonio Hernández Pacheco dio la orden -según el audio de la central- para que los elementos de Seguridad Pública municipal ingresaran al recinto en medio de la balacera solo para saber de primera mano qué información podían recopilar.
Por eso la voz de angustia e impotencia del policía que recibe la instrucción: “Te estamos diciendo que son sesenta y seis, sesenta y sietes los que están disparando, son varios vehículos los que están distribuidos. ¿Dónde vamos a entrar al (hospital) Arronte ahorita?”.
¿Qué pretendía Antonio Hernández? ¿Una matanza de policías, reducidos en número, capacidad de fuego y armamento frente a los criminales? ¿Vale la pena sacrificar la vida de un elemento a cambio solo de pura información?
Esto también permite detectar la desinformación o indolencia del funcionario para dimensionar el grave problema que ocurría en el hospital Río Arronte. Y ya sabe, la indolencia cobra vidas en este tipo de asuntos.
Y si todo eso no es suficiente, hay un código no escrito que se violó esa noche: la responsabilidad del jefe policiaco por salvaguardar la vida de sus elementos a toda costa.