Aunque Alejandro Armenta Mier nunca se confió en pleno proceso electoral a pesar de los extraordinarios números que tenía frente a su adversario panista Eduardo Rivera Pérez, en realidad se sabía que el morenista era el nuevo mandatario estatal de Puebla desde aquel 10 de noviembre de 2023 cuando fue electo como coordinador estatal de la Comités de Defensa de la Transformación. Su unción como el candidato de Morena provocó un doble cisma. Al interior del partido oficial, Ignacio Mier Velazco demostró que fue el mejor embaucador de la contienda interna y en el transcurso dejó colgados a empresarios, periodistas, políticos y todos los que se sumaron a su fallido proyecto. Su derrota fue tan profunda que la clase política poblana sufrió un shock del que muchos todavía no se reponen. Como todo embaucador, sus mentiras salieron a flote. En la casa de enfrente, por su parte, la designación del entonces senador morenista sumió en la más honda preocupación a Eduardo Rivera, quien se había preparado para que su adversario fuera Ignacio Mier o Claudia Rivera Vivanco. Al enterarse del resolutivo morenista, la cabeza del Yunque burocrático sabía que todo estaba perdido. Los números así lo indicaron: Desde que dejó la presidencia municipal nunca remontó la diferencia de 20 puntos que le sacaba Armenta Mier. Fue cuando buscó a quien se la pagara y decidió hacer caso a las intrigas del exdirigente estatal del PRI Néstor Camarillo Medina, quien culpó a Jorge Estefan Chidiac de haber apoyado al morenista. El panista, fiel a su mecha corta, se tragó la mentira y defenestró al único aliado de poder que tenía. A partir de ahí todo fue al caño, incluida la apuesta de Rivera Pérez de darle todas las canonjías a un partido con vínculos con presuntos integrantes del crimen organizado. Desde que fue ungido como coordinador de los comités hasta la fecha, Alejandro Armenta ha vencido, uno a uno, los retos que se puso. Pocos le creyeron que aportaría 2 millones de votos a la candidatura de Claudia Sheinbaum Pardo. Así como también pocos le creyeron que habría carro completo. Sin embargo, tanto al asumir la coordinación de los comités como cuando arrasó en las urnas, el morenista dio muestras de que estaba convencido de que una nueva forma de hacer política centraría la vida de la entidad. Pudo haber tomado todas las fichas, pero decidió incorporar a todos los aspirantes a la gubernatura y sus equipos para construir un proyecto en común. Sumó a quienes quisieron sumarse y tomaron la mano que les tendió. Su inclusión, apertura y construcción de la cohesión se comprobó en los hechos. Pese a eso no faltaron quienes, como Ignacio Mier, siguen en plena rebeldía. Erraron en la construcción de su disidencia y tendrán que asumir las consecuencias. Armenta tiene la responsabilidad de construir el segundo piso de la transformación en Puebla, lo que significa dar cauce a un auténtico gobierno de izquierda y que vaya alineado por completo al proyecto de Claudia Sheinbaum. Por Amor a Puebla es la declaración de principios que comenzó a instrumentalizarse a través de planes y proyectos, así como a una ambiciosa reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Estatal. Hace un año se sabía que Armenta sería el nuevo gobernador aunque ni siquiera había ido a la
urnas. Solo fue cuestión de tiempo. Una acción congruente para un político que sabe lo que quiere y lucha en consecuencia.