|Javier Fontdeglòria
China prohíbe en los actos oficiales el baijiu, una de sus bebidas más tradicionales y caras, para evitar la imagen de ostentación y despilfarro.
El baijiu es desde hace siglos un elemento imprescindible de los banquetes en China. No hay celebración o comida de negocios que no se acompañe con uno o varios pequeños vasitos de este alcohol blanco de alta graduación. También acostumbra a ser protagonista de los encuentros oficiales, recepciones, cenas o incluso puede convertirse en un regalo valioso en caso de tratarse de alguna de sus modalidades más codiciadas.
Algunas provincias chinas, sin embargo, han decidido quitar el alcohol de las mesas durante sus actos oficiales, muy probablemente para guardar la compostura ante la celebración del congreso del Partido Comunista chino, un importante encuentro político que reafirmó la autoridad del actual presidente, Xi Jinping. El jefe de Estado chino se ha mostrado poco amigo —al menos públicamente— de la ostentación de riqueza y despilfarro que van tan unidos a la corrupción política, botellas caras de alcohol incluidas.
La última administración local que ha decidido vetar el baijiu es Guizhou, situada en el suroeste, irónicamente la tierra que produce gran parte de este destilado hecho a partir de sorgo fermentado. En esta provincia está la sede de la marca por excelencia de este licor: Maotai (o Moutai), producida en el pueblo homónimo, donde los empleados trabajan en campos de cultivo en los valles adyacentes.
Desde 2013, coincidiendo con el inicio de la campaña anticorrupción del presidente Xi, el baijiu ya está parcialmente prohibido. Moutai notó entonces un fuerte bajón de su negocio, pero en el último año ha experimentado un nuevo empuje gracias al aumento de las ventas para el consumo privado. Lo han logrado también a expensas de reducir el precio de sus botellas, que ahora cuestan de media unos 140 euros. Una baijiu de una marca de baja calidad puede ser tan barato como una lata de cerveza, pero si uno quiere una variante de Moutai de mayor prestigio o busca una cierta antigüedad, entonces tiene que rascarse el bolsillo. Una botella del año 2003, por ejemplo, ronda los 500 euros.