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viernes, mayo 3, 2024

Un, dos, tres por mí y por todas mis compañeras

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Vigilar la enfermedad, vigilar la vida, en eso nos convertimos las mujeres ya sea por sororidad o por amor. Somos cuidadoras de otros, aconsejamos muchas veces sin que se nos pida, como si nuestra labor fuera dar vida y salvarla. Vamos alertas, necesitamos que nos necesiten, ¡qué agobio!  

Un dos tres por mí y por todas mis compañeras. 

Recién que tuve oportunidad de acudir a la presentación de Las vigilantes (Lumen 2023), la novela más reciente de Elvira Liceaga, una historia cuyo eje central es la amistad que surge entre Julia, recién instalada en la casa de su madre y Silvia, una mujer embarazada que vive en un albergue para mujeres que deciden continuar con el embarazo y dar al bebé en adopción. Julia tiene unos meses para enseñarle a Silvia a escribir porque quiere dejarle una carta a su hijo para explicarle su decisión. En esa historia se cuela otras dos, la de la mamá de Julia, Mercedes y la de Celeste, la hermana muerta. Contar cuatro vidas de forma particular y hacer que esas historias se hilvanen en una sola -entrañable e incómoda- lo convierten en uno de los libros más solicitados del año pasado. (Recuerdo que recién salió a la venta lo encontré agotado en varias librerías y terminé buscando en Amazon, fueron dos semanas de espera y, cuando por fin llegó, el paquete contenía ¡una plancha de pelo! Quince días después tuve el libro en mis manos y el pelo perfectamente alisado).  

De la voz de la autora entendí que más que ser un libro sobre el empoderamiento de personajes femeninos, que ya existen varios y no está mal, se trata sobre los fracasos en diferentes etapas de la vida de cada mujer, porque la vida es eso, el cúmulo del desacierto más que del éxito y a través del ensayo-error, es como cada quien mantiene su barco a flote. 

Existe pues el fracaso como mamá ante la pérdida de una hija enferma, el fracaso personal y profesional al regresar a casa después de varios intentos de vida independiente, el fracaso social que sigue señalando y castigando a la víctima y por supuesto, el emocional. Lo maravilloso del libro es que cada uno de los personajes está tan bien construido que lo mismo te hace enojar que querer apapacharlo o darle un consejo. Elvira Liceaga echa mano de su talento como entrevistadora y crea diálogos casuales, íntimos y reveladores de las protagonistas con el fin de que el lector genere un diálogo interno sin que ella intente -ni por descuido-, impostar una opinión. 

Acabé el libro hace meses y lo terminé de acomodar en mi memoria con la pregunta que lanzó la autora para cerrar la charla. ¿Y si en lugar de vigilar, acompañamos? 

¡Entendí la vida, hipócritas lectores! por supuesto que acompañar sería más sencillo. Acompañar nos permitiría mostrarnos frágiles, sentimentales y también, poderosas y elocuentes. Acompañar nos quita autoridad y nos da objetividad. Acompañar nos da el permiso de respirar, ponerle pausa a la vida y tomar la mano del de al lado cuando dudemos.  

Dejemos pues de ser vigilantes y convirtámonos en compañeras.  

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