Hace no mucho, en un Día del Padre, hice esta pregunta que, ahora querido lector, te hago a ti. ¿Qué prefieres, un padre muerto o un padre ausente? Las respuestas tomaron todas las aristas que seguramente ahora tú estás respondiendo.
Yo tengo la certeza de que duele menos un padre que viva en el Mictlán, a uno al que llevo cinco meses sin hablarle. Una larga historia que veo convertida en libro a futuro, porque mi padre, con todo y nuestras diferencias, ha vivido como ha querido y eso es digno de admirarse. O no.
Mientras ese libro ve la luz, hablemos del que recién escribió Aura García-Junco, Dios fulmine a la que escriba sobre mí y en el que —obviamente— habla sobre su padre Juan Manuel García-Junco, mejor conocido como H. Pascal, un escritor fuera de serie. Bibliómano y promotor cultural del underground, quien muere enfermo y lleno de deudas al más puro estilo de los poetas malditos.
Aura hereda su biblioteca que durante meses se niega a tocar, cuando se arma de valor los libros son quienes le ayudan a armar las piezas de quién es (fue) el hombre más allá del padre-autor o autor-padre, como lo quieras ver.
Negar al padre. Investigarlo. Dialogar con Su biblioteca, con el lector. Enfurecer. Reconciliarse. Así, los momentos por los que atraviesa este ensayo-novela en los que la autora nos abre de par en par las puertas de su intimidad. La primera infancia con su papá de héroe, la adolescencia entre fanzines y ferias del libro organizadas por H. Pascal y el quiebre de la adultez donde las conductas del padre superan a las del autor y éste se desdibuja y la complicidad se pierde.
En Dios fulmine a la que escriba sobre mí Aura deconstruye la figura paterna como una necesidad para sí misma, para acomodar a Juan Manuel, a H. Pascal en un mejor lugar de su recuerdo y, a su vez, nos hace cuestionarnos sobre la propia. De hija/hijo a padre y de madre/padre a hijos/hijas. Un libro incómodo como la vida misma.