Aprendí a andar en bicicleta a mis 34 años, era un Bennotto azul con negro, rodada 24, quería hacer un triatlón y solo me faltaba ese pequeño requisito: aprender a maniobrar el velocípedo.
En el fondo —lo recordé la primera vez que logré 54 pedaleadas sin caer— buscaba recrear la escena de Meg Ryan en Un ángel enamorado (1998). Para los hipócritas lectores que no la hayan visto o no la recuerden, la historia va de lo siguiente:
Maggie es una exitosa cardióloga que se enamora de Seth, un ángel guardián protagonizado por Nicholas Cage y, en una escena, ella viaja en bici, cierra los ojos y eleva ambas manos como un acto de redención.
Un año después y con una Treck azul cielo, hice el triatlón en Veracruz, más el miedo a caerme nunca me dejó soltar los brazos y extenderlo al cielo como Maggie. Dejé pues la bici por gusto y aproveché el boom del vehículo de dos ruedas que trajo la pandemia para venderla a buen precio.
Jamás me imaginé toparme con otra realidad hasta este sábado pasado que se proyectó en El 43, La bicicleta verde (2012), una película saudí que cuenta la historia —aparentemente sencilla— de Wadjda, una niña que sueña con tener una bici y que hace todo lo posible por comprársela. En aquellos lares, las bicicletas están prohibidas para las mujeres por considerarlos vehículos que nos quitan la virginidad o nos impiden tener hijos.
Dirigida por Haifaa al-Mansour, La bicicleta verde se convirtió en la primera película grabada en su totalidad en Arabia Saudita donde, la también guionista, se inspiró en su sobrina de 10 años para regalarnos una historia de ternura y valentía dentro de una sociedad donde las mujeres estamos condenadas a ser nadie.
Vemos pues, la escuela y la casa castigando a las mujeres por reír, leer revistas o dejarse ver por hombres y en contraste, el matrimonio de una niña con un adulto o la poligamia.
Ante tanta indignación, Wadjda es la imagen de la esperanza, ella no se conforma con las leyes del Corán, las cuestiona, desafía y, en su momento, las usa para lograr su cometido. Su ímpetu por ganarle una carrera a Abdullah, su mejor amigo a quien también está prohibido hablarle por ser varón, es mayor a las negativas de sus padres y maestros.
Vale toda la pena verla con la familia y ponerla a discusión en la mesa de la comida del fin de semana. Está disponible en varias plataformas por unos cuantos pesos o en Youtube.
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