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domingo, octubre 19, 2025

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Les escribo sentada en una silla de camping viendo hacia la laguna de Cuautelolulco. El viento sopla un aire helado y el sol me quema la cara. Soy un pingüino contemplando el infierno.

Bajo esa contradicción llevo dos horas quitándome y poniéndome el gorro, el suéter y el abrigo. Bajo esa misma contradicción me muevo a la sombra y al sol conforme mi cuerpo me lo pide. Qué le vamos a hacer, soy así . . . así nací y así me moriré.

Frente a mí, del otro lado del agua que ondea y deslumbra, hay pescadores. Los he visto una y otra vez aventar su red sin éxito alguno. Parece que los peces en domingo también descansan. A lo mejor se fueron a visitar a la única tía que queda de la familia; la única que se puso trucha y no ha sido abducida por los hilos cuadiculados de nylon en donde han caído uno a uno de los parientes.

A unos metros de mí (de nosotros) una familia celebra con carne asada, esquites y coca cola un cumpleaños. El menor de todos aprovecha para practicar el equilibrio en la motocicleta. Ha de tener quince años, quizás menos. Seguro que menos.

Su papá le grita con el cariño de un padre orgulloso mientras yo no puedo dejar de pensar en otro niño motociclista muerto. El año pasado fueron 36, la mayoría no superaba los veinte años.

Apenas hace hace dos semanas presencié un accidente. Yo era el auto que iba atrás del conductor borracho que sacó a dos niños de la carretera. ¿Que hace un niño yendo por otro niño a la escuela? ¿Qué se hace con un policía que en su día de descanso aprovecha para embriagarse y manejar? Llamé a la ambulancia mientras el del tráiler hacía maniobras para no dejarlo escapar y los otros (porque siempre salen otros) sacaban al sujeto del auto.

Me fui una vez que el niño mayor se comunicó con su mamá y eso me recordó (nos recordó) que en casa me esperaban mis hijos.

No sé quién de toda la familia que cercó su palapa con camionetas pick up (como para no ser vistos) célebre un año más de vida, lo que sé es que decidieron lo mismo que yo. Alejarse un rato del bullicio y de la falsa sociedad para disfrutar del silencio, la naturaleza y el contacto con los suyos.

Aprovecho entonces que un hijo baila, el otro busca garzas y mi esposo toma fotos para reflexionar.

1. Deseo que el futuro niño motociclista llegue a soplar veinte, treinta o cuarenta y seis velas como yo.

2. Deseo que los pescadores lleven comida a la mesa de su casa, aunque sea un pollo rostizado y

3. Deseo, sobre todo deseo también, que el frío y el sol o el sol y el frío, las lluvias y los relámpagos o los temblores y las sequías me dejen seguir con ustedes un año más. ¡Feliz cumpleaños a mí!

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