Morena en Puebla tendrá un nuevo rostro.
La bufalada ya está lista.
Dejará de ser el partido marginal y chairo, de membresía exclusivista.
Los posters del Che Guevara y las consignas quedarán en el olvido.
El plantón de Reforma y las marchas callejeras serán pura nostalgia.
Las estrofas de las canciones de Silvio se esfumarán en el aire.
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La elección de consejeros estatales será el primer paso del destino que elegirán los simpatizantes de Morena.
La elección de la dirigencia estatal de Morena dejará atrás la política de grupos, facciones y el sectarismo del partido político mayoritario en Puebla y en el país.
En su ruta rumbo al 2024, Morena busca consolidar su hegemonía.
La convocatoria de renovación de las dirigencias estatales contempla que sea un proceso abierto a los simpatizantes de Morena y a las personas que han sido protagonistas del cambio verdadero.
Esto se traduce en un partido abierto.
En el pasado, tanto Morena como el propio PRD, origen de Morena, apostaban a dirigentes con un perfil ideológico izquierdista: el añejo militante del expartido Comunista, el líder social agrario, los dirigentes sociales.
Los gerofantes del culto izquierdista que podían recitar los discursos obradoristas como si fueran encíclicas papales o rolas de Ricardo Arjona.
Los morenistas fundacionales se durmieron en sus laureles. Confiaron en la popularidad de Andrés Manuel López Obrador y dejaron de hacer el trabajo de construcción del partido.
Se olvidaron de fortalecerlo y le dejaron la chamba al presidente.
Si Andrés Manuel López Obrador había caminado el país, una y otra vez, por lo menos desde el éxodo por la democracia, los morenistas dejaron de caminar el país, el estado, su ciudad, y su colonia.
Si Andrés Manuel López Obrador había enarbolado las batallas contra el neoliberalismo, los morenistas se acurrucaron con los priistas y panistas para hacer equipo y así entendieron la construcción de la política.
Si Andrés Manuel López Obrador había levantado un partido, los morenistas se conformaron con alguna cartera en el partido, en lugar de dedicarse a la transformación del país.
Poco a poco, los morenistas fundacionales se parecieron más a los neomorenistas.
Las diferencias existentes entre los morenistas fundacionales y los neomorenistas se diluirán porque a final de cuentas lo que contará en la elección de dirigencias es que, por cada participante en la renovación de Morena, se contará un voto.
Paradójicamente, la alta aceptación del presidente Andrés Manuel López Obrador en el país es el elixir para disolver las diferencias entre morenistas puros y neomorenistas, porque cualquier simpatizante obradorista podrá acudir a las urnas a emitir su voto.
Ya en el pasado proceso de ratificación de mandato se observó el potencial del voto de Andrés Manuel López Obrador en Puebla.
En ese proceso se emitieron 840 mil 964 votos a favor de que continúe en la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador.
La votación de Andrés Manuel López Obrador ha sido una constante en Puebla en los últimos años.
Ha rebasado los esfuerzos organizativos de Morena.
Las estructuras de Morena son prácticamente inexistentes en el estado y en la ciudad.
A pesar de que, en el 2018, Morena ganó los municipios más relevantes del estado, se desdibujó como una estructura orgánica, territorial y política.
Con esa fuerza política, y un proceso abierto a los simpatizantes, quien gane la próxima dirigencia estatal de Morena será quien posea el mayor número de votos.
Aunque parece una tautología democrática no habrá vuelta de hoja.
En otras palabras, y como dijera el clásico, la elección interna de Morena será una elección de estructuras.
Quien posea la estructura para movilizar a los votantes será quien gane la elección de la dirigencia estatal.
En unos cuántos días se llevará a cabo la elección de la dirigencia estatal morenista.
Morena se prepara para una de sus batallas internas.
La disputa por la dirigencia estatal.
Lo que ha destacado en fotografías, tuits y comentarios de los participantes de esa disputa interna es la vehemencia con la que los distintos grupos se disputan la dirigencia de Morena.
Pero al final el resultado será contundente.
Simplemente quedará preparado el camino para el 2024.
Y el año siguiente, al viejo estilo, la cargada morenista.
Al final, los antiguos morenistas y los neomorenistas se tomarán de la mano.
La bufalada morenista estará lista, y todo seguirá igual, con el nuevo rostro de la dirigencia guinda.