Se acabó el primor. O más bien el PRIMOR
Los diputados del PRI en la actual legislatura, se lanzaron el domingo a un debate desde las galerías.
Prevaleció la diatriba frente al argumento.
Se impuso la porra.
Se impuso la consigna.
“No pasarán”, clamó su líder nacional, autodenominado Alito.
Los lances del dirigente del expartidazo fueron frontales.
El PRI dejó, por primera vez en su historia, de ser comparsa.
La narrativa del PRI fue muy clara: “El Presidente no pudo con la Reforma Energética”.
Las participaciones en la tribuna legislativa dejaron mucho que desear.
En muchas de estas participaciones faltaron los argumentos y los datos técnicos.
Los legisladores gritaban desde la tribuna.
Abusaron de un histrionismo facilón.
Excepcionalmente recurrieron a la historia, a la fundamentación jurídica y a las fuentes comparativas o críticas para defender la reforma energética o para denostarla.
San Lázaro exhibió la pobreza argumentativa y el desprecio a las razones.
Gritos de un lado; porras, del otro lado.
Los diputados subían acompañados de otros diputados en una muestra de debilidad.
Cuando las razones no bastan en la argumentación se impone el relleno, la porra y la diatriba.
Las tribus aparecieron y el Legislativo se volvió un Bronx.
San Lázaro parecía un estadio de futbol en un clásico dominical.
Un Chivas-América.
O quizás un Unión de Curtidores- León de hace varios años.
Morena y sus partidos aliados perdieron la votación para la aprobación de la Reforma Energética.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, perdió la votación de la Reforma Energética para la cual requería una mayoría calificada de la que carecía.
Un día después, lunes por la tarde, se discute en San Lázaro la reforma minera para que el Estado controle los recursos estratégicos como el litio.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, vuelva a jugar con otra reforma que sólo requiere la mayoría simple para su aprobación.
Una mayoría simple con la que sí cuenta Morena y sus partidos aliados.
En esta lucha de narrativas, la narrativa obradorista es muy sencilla:
Los diputados que votaron en contra de la Reforma Energética son “los traidores”.
Los diputados que votaron en contra de la Reforma Energética son los responsables de que aumenten, si así fuera el caso, el precio de la energía eléctrica.
En la lógica obradorista oponerse a la Reforma Eléctrica es el equivalente a oponerse, en el lejano imaginario de 1938, a la nacionalización de la industria petrolera.
La narrativa obradorista también aprovechará para subir al imaginario la calificación de “traidores a la patria”.
Quienes votaron en contra de la Reforma Energética son los “traidores a la patria” y, para la elección del 2024, los partidos de Morena ya cuentan con una razón de voto en contra de los candidatos del PRI y el PAN.
Seguramente, en las próximas horas se aprobará la reforma minera.
La narrativa obradorista fortalecerá la idea de esta polarización: “Los opositores a la Reforma Eléctrica = traidores a la patria”.
“Los que votaron la reforma minera = los que rescatan a la patria”.
Se adelantó el 2024 con todas sus consecuencias. Y el PRIMOR se volvió PRIAN para seguir su sueño guajiro de recuperar la presidencia de la república. O el sueño guajiro de ser una opción competitiva con un candidato-aspirante que es todo en ese partido.
El PRI que nunca quiso decirle “no” al Presidente, este domingo fue víctima de su propia historia. La nueva generación de legisladores priistas se quedó en su pasado neoliberal, pero eso sí, muy gritón, muy echado pa delante, muy anti-presidente de la república.
El PRI agachón se hizo harakiri, y lo peor, es que no se dio cuenta.
El PRI no combatió el presidencialismo ni ayer ni hoy ni nunca.
A lo más, quizás, ganó su propio autoelogio.