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martes, septiembre 17, 2024

Y en medio de nosotros, los Yunes como un Dios (¡Nalgas a la pared!)

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En las manos de un personaje ligado a una “red dedicada a la trata de niñas”—de acuerdo a la periodista Lydia Cacho— está el destino de la reforma al Poder Judicial.

Quién lo iba a decir.

Hoy, arropado por sus nuevos amigos, Miguel Ángel Yunes Linares —en su momento, la “debilidad” de la enamoradiza profesora Elba Esther Gordillo— protagonizó un escarceo con Marko Cortés en el Senado de la República ante los ojos del “mundo” que ve El Canal del Congreso —0.0001 por ciento— y el coro griego de “¡traidor, traidor, traidor!”.

Una escena histórica —“filosófica y teórica”, en palabras del senador Ladrón de Guevara— moderada por un señor vestido de gángster: Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado.

(El traje raya de gis de nuestro personaje recordaba, inevitablemente, a Bruno Tattaglia antes del asesinato de Luca Brasi).

El antecedente mexicano de este thriller está en la historia de México, cuando hace cien años el presidente Álvaro Obregón mandó secuestrar a varios senadores que se oponían a la ratificación de los Acuerdos de Bucareli.

(Suave patria, diría López Velarde: con la blusa subida hasta la oreja y la falda bajada hasta el huesito).

Lo demás ya se sabe:

Uno de los Yunes —padre o hijo— dará el voto que necesita la bancada de Morena para aprobar la reforma al Poder Judicial.

(El voto del senador emecista campechano, cuyo nombre he olvidado, está francamente de más).

Hasta hace unos días, los Yunes eran la peor escoria del planeta.

Hoy, quién lo dijera, se han convertido en los héroes que nos dieron patria.

Esta metamorfosis —que envidiaría Gregorio Samsa— la logró Adán Augusto López Hernández, presidente de la JUCOPO del Senado, a quien en esta ocasión no sólo no le apagaron los teléfonos.

Al contrario: los Yunes y el campechano los tuvieron abiertos sólo para él.

Escribo esto antes de que la reforma sea votada y con el antecedente de que Yunes hijo está muy grave —pero sólo en un tema de salubridad—, pues su cartera y su chequera gozan de cabal salud, que al fin y al cabo es lo que importa.

¡Por mi madre, bohemios!

¡Nalgas a la pared!

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