Hay una escena de una película de Joel Schumacher —con Michael Douglas en el papel principal— en la que he estado pensando últimamente.
El personaje, de camisa blanca con mangas cortas y de lentes de fondo de botella, está estresado por sus conflictos económicos y de pareja.
Su exesposa lo odia, y no le permite ver a su hijo.
Peor aún: acaba de perder su trabajo.
El día en que se desata todo, el tipo queda atrapado en un tráfico espantoso.
Su auto es modesto y carece de aire acondicionado.
La temperatura ambiente alcanza los 36 grados.
Toca el claxon como enajenado al tiempo que suda como oso.
(¿Los osos sudan?).
De pronto, sale del auto, camina y minutos después sacanun arma con la que amenazará a todo mundo.
La cosa se descompone vertiginosamente.
Esta larga reseña sirve para hacer la metáfora de los días electorales que vienen.
Todos somos ese personaje desquiciado —acalorado, apabullado por las campañas— que está harto del mundo.
No somos los únicos.
Hay candidatos que ya perdieron la cabeza.
¿A quién se le ocurrió hacer votar a casi cien millones de mexicanos miles y miles de cargos de elección popular?
Bien lo dijo, este lunes, Javier Tello en el programa “Es la hora de opinar”:
“Creo que estas tres semanas son como ‘años perro’. Valen el doble”.
En efecto.
La apatía que había hasta hace unos días se ha convertido en auténtica pasión.
La gente está metidísima en el tema electoral.
No hay mesa en la que no se discuta hasta el delirio.
La polarización calienta aún más la temperatura de la tierra.
Y, en medio de todo esto, la guerra sucia está en su apogeo.
Las redes sociales son un buen ejemplo de esto.
Alguien —el personaje de Michael Douglas en la película de Schumacher— se bajó del auto bañado en sudor y se hizo de un arma mortal.
En otras palabras:
Consiguió varios kilos de mierda, compró un ventilador y ha empezado a bañarnos de excremento a todos.
Y faltan tres semanas todavía.
