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viernes, septiembre 13, 2024

Padre brillante, hijo fracasado

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Octavio Paz fue un gran poeta que sólo tuvo una hija.

Ella, como su padre, quiso ser poeta, y fracasó en el intento.

José María Morelos y Pavón fue uno de los padres de la Patria.

Tuvo un hijo —Juan N. Almonte— que no quiso ser como él, y terminó siendo un traidor a la Patria y un hombre sin escrúpulos.

Los padres brillantes normalmente tienen hijos que viven a su sombra, y en ese afán se pierden o se oscurecen.

Por supuesto, como en toda trama, hay sus valiosas excepciones.

Maximiliano de Habsburgo retrató a la perfección al hijo del célebre Juan Álvarez —uno de los héroes del presidente López Obrador—, quien fue presidente de México tras derrocar a Antonio López de Santa Anna encabezando la Revolución de Ayutla.

Álvarez murió poco después de la caída de Maximiliano, a quien combatió con todo.

Paradojas de la vida: un hijo natural suyo —Francisco Gómez G., prefecto político de Cuernavaca— fue clasificado así por el Emperador rubio:

“Se ha hablado ya de crímenes cometidos por este hombre, pero lo sostiene el ministro. El señor ministro de España lo ha reclamado, pero sin éxito”.

Otro prefecto político, pero de Toluca —Pascual González— es tratado así por Maximiliano:

“Nunca cumple las órdenes que recibe, y cuando se ve obligado a hacerlo no las ejecuta sino a medias. En Toluca, más que por cualquier otro motivo, no se debe nombrar prefecto del lugar porque todos son sus parientes”.

Con el general Taboada, comendador de la Legión de Honor, es muy ácido:

“Era dependiente muy subalterno en una casa de comercio, de donde fue despedido por robo. Cuando Álvarez ocupó la capital, Taboada se fue para Francia; y apenas desembarcó, corrió para París sin pagar el precio de su pasaje.

“Volvió a México y entonces recibió favores de Doblado; le pagó con una traición, formando un complot contra él en San Luis. Márquez se vio obligado a expulsarlo de su división por las muchas exacciones que cometía por donde pasaba.

“Después de su entrada al ejército aliado, se le acusa de haber robado mucho.

“Ha sido enviado a Francia”.

¿Y qué decir de este retrato de Telésforo Tuñón Cañedo, prefecto político de Chalco?

“Español intrigante; no busca más que el medio de hacer fortuna y ascender más prontamente. (…) Volvió a Puebla y siguió su sistema de intrigante.

“Últimamente, cuando estuvo sin empleo, no se ocupaba más que en conspirar”.

Algo queda claro en este libro, que hemos comentado, cuyo autor es el mismísimo Maximiliano de Habsburgo: sabía todo de todos —como debe hacerlo un buen gobernante.

Y más:

Sabía todo lo que hacían sus subalternos a sus espaldas: con quiénes se iban a la cama, de qué presumían, dónde cagaban…

Observador minucioso, el Emperador tenía además buena prosa y un espléndido servicio de inteligencia.

Cosa curiosa: a sus subordinados más lambiscones no los respetaba, a diferencia de sus enemigos —Juárez y compañía.

Para ellos sólo tuvo deferencias.

Sus expresiones y actitudes hacia ellos hablan de una gran nobleza.

¿Cuántos exfuncionarios poblanos caben en estos retratos puntuales?

Muchos.

Más de los que el hipócrita lector imagina.

Y esos muchos andan pavoneándose por ahí, aunque en secreto conspiran como el exprefecto político de Chalco:

“No buscan más que el medio de hacer fortuna y ascender más prontamente”.

Y tienen bien aceitado su sistema para intrigar a los demás.

Por eso últimamente no se ocupan más que en conspirar.

 

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