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miércoles, octubre 9, 2024

El PAN, una oposición “padronera”

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Hoy más que nunca, en el PAN está vigente aquella sentencia de la mejor historiadora de ese partido, Soledad Loeza: “Lo cierto es que el partido que ayer daba lecciones de democracia ha dejado de pensar y está en manos de una joven generación que está más atenta a las encuestas que a la reflexión filosófica, que oyó con entusiasmo a Carlos Salinas, pero que no supo escucharlo”.

Le pondría un agregado: Y que en plena crisis tuvo que recurrir a su peor enemigo, la Organización Nacional del Yunque.

Si alguien tiene dudas solo basta con reflexionar un poco sobre las causas que llevaron a Damián Zepeda Vidales a bajarse de la contienda por la dirigencia nacional del PAN. Podrá encontrar que entre los factores se encuentra una camarilla que secuestró al partido y, en su pequeñez, lo puso en el camino de su extinción.

En esa camarilla lo mismo confluyen tecnócratas como Marko Cortés Mendoza, Ricardo Anaya Cortés, Jorge Romero Herrera, así como las diferentes alas de la Organización Nacional del Yunque, tanto los exgobernadores —que terminaron por traicionar a Damián Zepeda— como políticos balines estilo Marco Adame Castillo.

A todos ellos solo les mueve un principio: ver quién se queda con más partes del cascajo.

De las diferentes declaraciones que el senador Zepeda concedió en medios de comunicación nacionales, me quedo con dos.

Con Azucena Uresti, en Radio Fórmula: “En ese modelo no voy a participar, lanzan un modelo en donde siguen con un esquema de irse a un padrón que está controlado por los liderazgos que existen en cada estado… dos, tres personas que son dueños de ese padrón, son grupos políticos, en cada estado tienen nombre y apellido y otros a nivel
nacional se agrupan y son quienes están impulsando ese modelo”.

Con Carlos Loret de Mola, en W Radio: “Debimos haber competido en un proceso distinto donde no decidan los dueños del partido, el PAN tiene alrededor de 300 mil militantes, es el 0.2 por ciento de la población de México y somos 130 millones de mexicanos, somos 98 millones de electores, es ridículo que aspires a ser el principal partido de oposición y te cierres al 0.2 por ciento de los mexicanos”.

La exhibida que el senador ofreció sobre la realidad de su partido es correcta. El PAN atraviesa un declive vertiginoso que lo llevó de encabezar 12 gubernaturas a terminar solo con dos y en solo cuatro estados el partido logró ganar más de dos diputaciones federales el pasado 2 de junio.

La debacle electoral no sumió al PAN en una crisis, sino que aceleró la que ya había desde hace varios sexenios: Un partido incapaz de abrirse a la sociedad, de entenderla, acompañarla y hacer suyas sus demandas.

Lo más grave es que hoy que el PAN requiere de una refundación, ir por la ciudadanía, encontrar una alternativa que surja desde abajo para hacer frente a la 4T, la camarilla que tiene secuestrado al partido regresó a la peor praxis que jamás tuvo: perder el poder, pero no el partido.

La paradoja del grupo de Marko Cortés y los yunques es que creen que lo importante es retener todos los despojos que se pueda para que, a partir de ahí, se comience un proceso de transformación, uno que no requiera hallar responsables de la debacle ni análisis de las causas.

Esta camarilla no está pensando en lo que el partido necesita sino en que dentro de tres años habrá nuevamente elecciones y puedan colocar en las plurinominales a los dueños de los padrones en cada estado, como exhibió Damián Zepeda.

Si usted se pregunta cómo están las cosas en Puebla, la respuesta es sencilla: Igual o peor que la condición nacional.

En la entidad, un político que no cumple acuerdos, autoritario y timorato es el responsable de conducir al partido a pesar de ser el responsable de la peor derrota de Acción Nacional en el último cuarto de siglo.

No está interesado en hacer un análisis de la derrota ni entender sus causas, pero sí en imponer al nuevo dirigente estatal, un sujeto con el comparte las sospechas de corrupción y anomalías financieras en el Ayuntamiento de Puebla.

En su afán porque no lo metan a la cárcel ya fue a entregarse con el próximo gobernador de Puebla, quien le lleva kilómetros de ventaja en experiencia y oficio político.

Eduardo Rivera Pérez es el padronero de Puebla.

Fue heredero de la praxis de la tecnocracia morenovallista y solo se montó en la inercia que quedó.

Él es uno de los que habla Damián Zepeda.

Uno de los que ha puesto al PAN camino a su extinción.

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