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martes, octubre 15, 2024

El Periodismo como Mentira Recurrente

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Jayson Blair, uno de los casi cuatrocientos reporteros que hacía 2003 tenía The New York Times, fue despedido porque sus crónicas estaban llenas de inexactitudes, plagios, invenciones y falsificaciones.

El escándalo mundial hizo preguntar a muchos cómo le había hecho Blair para engañar a los editores del periódico más influyente del mundo durante tanto tiempo.

¿Y el control de calidad?

¿O éste sólo existe para identificar la carne de perro que pretende ser vendida como un corte de buey de kobe?

Hace unos días, quien esto escribe exhibió las mentiras de un periodista —Rodolfo Ruiz, de E-Consulta— que nos quiso vender un cuajo de vaca de rancho al precio de una Holstein.

No sólo incurrió en inexactitudes e invenciones.

También cayó en abiertas contradicciones.

Quienes así lo deseen pueden ver ese inventario en mi primera columna del año.

Hoy, sin embargo, para confirmar su dicho recurre a un pasquín electrónico que tiene la misma mala fama de la que aquí estamos hablando.

Una mala fama basada en inexactitudes, plagios, invenciones y falsificaciones.

Nadie puede cavar hacia arriba.

El que cava lo hace inevitablemente hacia abajo.

¡Alguien que le quite la pala, por favor!

 

Prensa hechiza. Durante años he visto cosas brutales en el medio periodístico.

Cómo olvidar al reportero que escribía desde su cuarto de hotel —en San Cristóbal de las Casas, Chiapas— crónicas imaginarias sobre la guerra —que después se volvió de papel— del subcomandante Marcos.

Agotado de tantas mentiras redactadas, tuvo a bien quedarse dormido a eso de la una de la tarde en aquellos primeros días de 1994.

No contaba con que a esa hora aproximadamente llegaría a la habitación su jefe: un hombre de origen suramericano con una gran fama periodística.

Al descubrir la siesta de su reportero, lo despertó y lo mandó de regreso a Puebla.

(Hoy, este personaje es un gris burócrata con sueños de gallo de oro que ya no le hace daño al periodismo).

O está aquella febril reportera que en aras de ganar una exclusiva inventó una entrevista en prisión con un ex boina verde ligado sentimentalmente a Luisa Acosta, hija del tristemente célebre general Mario Arturo Acosta Chaparro.

Sobra decir que una vez que quedó evidenciada por quien esto escribe —en los lejanos años noventa—, la trama del ex boina verde se evaporó en unos segundos.

O el locutor y lector de noticias que se siente de izquierda y que un día fue engañado al aire por un perredista que se hizo pasar por Rodolfo Echeverría Ruiz, a la sazón secretario general del CEN del PRI.

En su farsa, el modesto personaje despotricó en contra de otros priistas de primer nivel.

Lo peor es que, víctima de su notable ingenuidad, el locutor y lector de noticias creyó que estaba ante la exclusiva de su vida.

—¿Y quién mató a Colosio, don Rodolfo? —preguntó en pleno éxtasis.

—¡Los priistas! —aseveró el perredista.

Cuando la farsa quedó demostrada, el locutor y lector de noticias simplemente cambió de tema.

Qué belleza.

Mentir es una tentación permanente en algunos periodistas.

Y qué decir de exagerar la nota o alimentarla de datos inexactos.

El quintacolumnista ha señalado en varios momentos al propio Ruiz y a algunos de sus reporteros de ser proclives a esas malas prácticas.

No les importa.

Y en aras de demostrar lo imposible acuden a los basureros del periodismo.

Y se regodean en ellas.

¡Qué chulas fuentes!

¡Y qué grandotas!

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