En una entrevista con Adela Micha, la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia, reveló que cuando le envió a Alejandro Armenta, a la sazón presidente de la Mesa Directiva del Senado, unas líneas que fueron consideradas como amenazantes, ella se encontraba en un estado depresivo a raíz de la enfermedad de su hermana.
En ese contexto, así lo dijo, fue que redactó unas líneas que el entonces senador —hoy, gobernador electo de Puebla— percibió agresivas y, en consecuencia, teñidas de amenaza.
(Señaló también que la expresión que motivó la molestia de su interlocutor —“¿Usted puede ver a los ojos a sus hijos o hijas después de lo que dice?”— es muy recurrente en su vida, y proviene de lo que su padre solía decirle a ella cuando estudiaba Derecho).
Todo esto como parte del debate sobre lo que ya está por consumarse: la reforma del Poder Judicial.
El miércoles 17 de mayo de 2023, Alejandro Armenta hizo pública la conversación que vía WhatsApp tuvo con la ministra, quien fue la que tuvo la iniciativa de escribirle para hacerle diversos reproches.
Eran las doce y media de la tarde cuando pidió la palabra, en el Pleno del Senado, y reveló puntualmente el inédito chat, cosa que movió hígados, corazones y cuajos.
Sobre todo, porque el entonces senador subrayó que la ministra lo había amenazado.
Al tiempo que hablaba, detrás suyo aparecían, en una pantalla gigante, los mensajes enviados a las nueve de la noche del martes 16 de mayo.
Le dejó al hipócrita lector la transcripción casi textual del diálogo que sostuvieron:
—Hola, Soy Norma Piña. Hablo a nombre estrictamente personal, pero lo sostengo en público. ¿Usted puede ver a los ojos a sus hijos o hijas después de lo que dice?
—Sí, Norma, dígame.
—Lo que le escribí.
—Sí. ¿Y usted lo puede hacer?
—Totalmente.
—¿Usted tiene calidad moral para preguntarme ello?
—Totalmente.
—Qué bueno.
—La vida nos juzgará. ¡¡¡Buenas noches!!! Y si quiere hacer pública esta conversación yo no tengo problema.
—¿Me está amenazando? Claro que lo voy a hacer. La reto a que me lo diga en público.
—Para nada. Estoy convencida que la verdad siempre triunfa.
—La reto a que tenga el valor de decirlo en público. Y no se escude en su cargo. Yo no lo hago.
—Para nada.
—Tengo 34 años de vida pública.
—Dios lo bendiga!!!
—Y siempre he sido electo. ¿Usted? Dios la bendiga a usted también.
—Dios lo bendiga!!!
—¿Se burla? ¿Para eso me escribe? ¿Para burlarse?
—Nop. No me conoce.
—Usted tampoco.
—Ok.
—Usted dice que es Norma Piña.
—Dios lo bendiga!!!
—Si me está amenazando lo asumo con seriedad, ministra.
—Nunca sería mi intención amenazarlo. No es mi estilo. Una disculpa si así lo entendió usted.
—Usted debe respetar mi derecho a expresarme y yo su derecho a juzgar. Sus expresiones, ministra, reflejan otra cosa. Es penoso lo que hace. Ahora le pido que lo haga públicamente y no se escude en su cargo.
—Una disculpa.
—No se la acepto. Yo no la he ofendido.
—Ok. Está en su derecho. Yo tampoco creo que lo haya ofendido. Pero si usted cree que lo hice le pido una disculpa.
—Yo tengo una representación popular que me otorgaron un millón y medio de poblanos.
—Y lo respeto por eso.
—No se nota en sus comentarios.
—Tiene razón.
—Yo transmito el sentir de miles de ellos que se sienten defraudados por quienes deben impartir justicia. Si eso le gusta o no a usted eso no es mi tema. Respondo al pueblo que me eligió. Mañana daré una rueda de prensa y haré públicas sus expresiones, que claro que las tomo como amenazas.
—Está en su derecho.
—Claro que estoy en mi derecho. Y usted sabe por su experiencia lo que motivó su comentario inapropiado e intimidante. Soy un hombre honesto y no voy a permitir que nadie ponga duda en ello.
—No es intimidante. Fue un comentario de corazón.
—No es el corazón lo que la movió sino el coraje. Ojalá comprenda el coraje social que tienen los mexicanos por el dispendio que hacemos los que tenemos un cargo público. Se nota que nunca ha caminado en las calles entre la población. Yo sí.
—Soy maestra. Entiendo perfectamente la situación del país. No soy de clase privilegiada ni mucho menos. Mi desarrollo profesional es producto de la clase del esfuerzo. Mi abuelo fue maestro misionero de Vasconcelos y mi padre fue un ser excepcional. Simplemente creo en los principios éticos del ser humano.
—No cuestiono que usted sea presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No acepto sus comentarios intimidatorios o amenazas. No aplican con su servidor.
—Una disculpa si mis comentarios lo ofendieron.
—Está violentando mi derecho a expresarme con sus comentarios que son producto de mi trabajo legislativo. Me sostengo. Se debe democratizar al Poder Judicial para bien de la Patria.
—Ok. Lo respeto.
—Sus comentarios reflejan un sentido distinto. ¡No me va a presionar ni a intimidar, ministra presidenta!
Hasta aquí la larga charla.
Detrás del escándalo que destapó el entonces presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República estaba, al parecer, un nombre que tuvo la importante tarea de ser el puente entre el poblano y la jurista: Francisco Javier Tapia Martínez.
Tapia se desempeñaba como secretario auxiliar de acuerdos de la ministra Piña Hernández en la Suprema Corte, de acuerdo con su “expediente único del Poder Judicial”, registrado con el número 62710.
La participación del auxiliar de la presidenta de la SCJN en la trama fue resumida por el legislador de la siguiente manera: “El día 16 de mayo del presente año (2023), el C. Francisco Tapia, el cual se acreditó como su asesor, mediante una serie de mensajes de WhatsApp pretendió crear un canal de comunicación entre usted y su servidor. Acto seguido, presuntamente del número que acredita a usted (*525554333902), recibí mensajes (a las 21:01 horas) con la muy probable intención de presionar, provocar, intimidar o incluso amenazar al suscrito, por mi desempeño como legislador federal, contraviniendo con ello lo dispuesto en el artículo 61 de nuestra Carta Magna”.
Hasta ahí le extracto del oficio que envió Alejandro Armenta a la ministra para hacer válido su derecho de petición.
Lo interesante es que Francisco Tapia es un consumado odiador de la 4T y, principalmente, del presidente Andrés Manuel López Obrador desde que era uno de los simpatizantes del priista Enrique Peña Nieto.
Como dijera el dicho: “Siempre hay un tuit”.
Y el pasado de Tapia lo condena de cabo a rabo.
Todavía hasta 2019 nuestro personaje no ocultaba su animadversión hacia el presidente López Obrador.
El 12 de junio de 2019, por ejemplo, publicó un furibundo e insultante tuit contra López Obrador.
Cuatro meses después, el 17 de octubre, volvió a arremeter contra el tabasqueño, a quien ahora llamó “payaso”.
Queda claro que Tapia hizo mal su trabajo al no frenar el impulso de la ministra que se tradujo en los mensajes que le envió al hoy gobernador electo de Puebla a través de su cuenta de WhatsApp.