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sábado, septiembre 28, 2024

La guerra sucia en el corazón de las campañas electorales (Lo que no mancha, tizna)

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La esposa del rey Felipe VI es evidenciada como adúltera por su examante.

¿Es ésta una violación a la vida privada?

En ese mar de rumores, trasciende que además prestó su vientre para el nacimiento de sus dos hijas: la princesa Leonora, en primer lugar, futura reina en caso de que un abatido rey —su padre— abdique algún día en su favor.

¿Dónde termina la vida privada y dónde empieza la vida pública?

Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, presidente de gobierno de España, es denunciada por participar como dealer en negocios oscuros que terminan favoreciendo a una empresa privada.

¿Se vale meterse con la familia de los hombres públicos?

El escándalo es de tal magnitud que Pedro Sánchez anunció que se tomaría cinco días —que se vencen este lunes— para decidir si dimite y convoca elecciones o se queda tres años más en el Palacio de la Moncloa.

La esposa del emperador no sólo debe ser decente sino parecerlo, reza un adagio.

¿Con las esposas no?

¿Con los hijos no?

¿Cómo evitar que el escrutinio público alcance a la familia?

El esposo de la señora Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, es sorprendido evadiendo al fisco.

Y luego ella —militante del derechista Partido Popular— se lanza en abierta venganza en contra de Pedro Sánchez y Begoña Gómez.

Ésta en su momento fue llamada “Begoño” por una periodista del corazón que aseguraba que era transexual.

¿Los personajes públicos son responsables de los supuestos ilícitos de sus familiares?

¿La prensa debe abstenerse de cruzar las líneas amarillas como parte de su ética periodística?

A Pablo Iglesias, líder fundador de Podemos, lo acosaron día y noche sus enemigos.

Incluso llegaron a invadir su lujoso chalet ubicado en la exclusiva zona de Galapagar.

Si iba de vacaciones con su familia, los “fachos”, como él los denominó, pintaban la residencia donde se hospedaba con leyendas ofensivas, y llenaban de gritos sus noches de estío.

¿Los hijos pequeños deben ser blindados en este contexto?

¿El escarnio y el sospechosismo es un lodo inevitable en el traje blanco de los hombres públicos?

¿Los políticos son rehenes necesarios si deciden buscar alguna posición de poder?

Otro adagio reza que si alguien quiere conocer su vida basta con hacer públicas sus aspiraciones políticas y contender por algún cargo.

En ese momento, júrelo el hipócrita lector, aparecerán tramas oscuras —o supuestamente oscuras— y acciones que evidencian conductas impropias rescatadas de un pasado que se creía muerto.

Los operadores de los equipos de inteligencia no usan éstos para infiltrar a la delincuencia organizada.

El fin primordial es espiar a los políticos.

“Lo que no mancha, tizna”, suele decir el presidente López Obrador, quien está más que blindado en el mar de esas guerras sucias.

Al presidente lo pueden acusar de haber matado a su abuela, y su traje blanco continuará inmaculado.

¿Cuántos más pueden presumir de lo mismo en México?

Me temo que sólo él.

Una vez que la guerra sucia inicia, ya nadie la puede detener.

Y es claro que hasta las calumnias cuajadas de mentiras sirven para ganar o perder puntos en las épocas electorales.

Ésta es la cultura política que hemos forjado en la lucha por el poder.

Todo se vale.

Todo sirve para descalificar al contrario.

Lo único que no se perdona es la derrota.

Vuelvo a citar al personaje de una película de culto —“Antes que el diablo sepa que has muerto”—: “El mundo es un lugar malvado”.

¿Alguien lo duda?

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