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jueves, noviembre 21, 2024

El obsceno pájaro de la política: la deslealtad

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¿En qué momento José López Portillo decidió romper con la persona que lo puso en la Presidencia de México?

¿Cómo es que se traiciona a quien movió la palanca para que el sueño de una vida se cumpliera con holgura?

¿Actuó con deslealtad López Portillo al romper públicamente con su mentor —Luis Echeverría— y enviarlo a un exilio vergonzante a las Islas Fiyi?

¿Cuál es el término que corresponde a ese acto de ruptura: deslealtad o gobernabilidad?

Es casi una regla —no escrita— de la política mexicana que quien llega al poder rompa, inevitablemente, con quien le dio el bastón de mando.

Una mirada rápida nos muestra que la ruptura es una categoría de la gobernanza.

Díaz Ordaz no tuvo que romper con López Mateos porque en esencia gobernó desde la Secretaría de Gobernación una vez que el presidente se encerraba en sus habitaciones oscuras durante días —debido a una enfermedad que lo derrotaba cada vez que aparecía: migraña— o se subía a su Ferrari para disfrutar la vida loca de la presidencia.

Echeverría, quien ganó la candidatura gracias a la brutal audacia metida en las tripas de la estrategia que puso en práctica, empezó a desconocer a su mentor durante la campaña.

Luego, a través de diversas campañas de desprestigio instrumentadas desde Los Pinos, terminó por destruir a quien lo puso —dedazo de por medio— en Palacio Nacional.

A Echeverría le tocó beber el amargo té de boldo que le hizo tomar su amigo de la infancia: López Portillo.

(El té curaba la bilis que le generaron las actitudes de este personaje).

A López Portillo no le fue mejor con su candidato a la Presidencia.

Miguel de la Madrid se fue encima de dos de los mejores amigos del presidente a quien sucedió: Díaz Serrano y Arturo Durazo.

Carlos Salinas, cosa curiosa, no se metió en nada con quien lo eligió como sucesor.

Le dio un retiro digno y de gran estatura al enviarlo a dirigir el Fondo de Cultura Económica.

Zedillo no le perdonó a Salinas la forma en la que le entregó la economía —sujetada con alfileres— y metió a la cárcel a su hermano: Raúl Salinas.

Los ejemplos son contundentes.

Y datan, en la época moderna, desde que Lázaro Cárdenas mandó al exilio a Plutarco Elías Calles.

¿Qué veremos cuando Claudia Sheinbaum rinda protesta como presidenta de México?

Dicen que la banda presidencial está maldita y que la silla del águila también.

Dicen que al rendir protesta, la gente se transforma.

Dicen que la banda hace olvidar lealtades y agradecimientos.

Dicen que un espíritu maligno se apropia del presidente.

(Presidenta, en este caso).

Dicen que la ruptura inicia en el momento de rendir la protesta constitucional.

El héroe romántico de “El Señor de los anillos” es Sméagol, mejor conocido como Gollum, quien vivía para cuidar el mayor de los tesoros: el célebre anillo.

Quien llega a Palacio Nacional tiene entre sus prioridades la custodia de la silla del águila.

Todo gira en torno de su investidura.

El espíritu descansa y se robustece al rendir protesta, y entra en desasosiego en el primer minuto de dejar la Presidencia.

En la antesala de ese momento, desde Palacio Nacional se envían mensajes de todo tipo en el contexto de una particular e inédita hiperactividad política.

Todo esto tendría una destinataria evidente, al decir de Roberto Zamarripa, director editorial de Reforma: Claudia Sheinbaum.

“No vaya a ser que la que gane sienta que no nos debe nada. No vaya a ser que piense que ella es dueña de su triunfo”, dice en su columna más reciente.

Ufff.

¿Cuántos personajes políticos transitan en esa clave?

La duda mata.

Y sangra.

 

Apuntes sobre Olimpia. En mi anterior columna escribí que pocas feministas poblanas se habían sumado a la causa de Olimpia Coral Melo en su paso por Huehuetla, donde vivió durante una hora un infierno.

También dije que ningún grupo feminista había externado apoyo alguno.

Preciso:

En realidad me refería a las feministas de ocasión, desligadas ahora de la lucha en contra de la violencia de género porque andan metidas en las campañas políticas.

Las feministas de tiempo completo sí le han dado un apoyo brutal a la creadora de la Ley Olimpia.

Sólo las luchadoras de plástico quedaron evidenciadas.

Ya sabremos lo que querrán decir cuando vuelvan al discurso feminista —después del 2 de junio— y nos hablen de “sororidad” y de que “Si tocan a una, tocan a todas”.

Puro bla-bla-bla.

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