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jueves, noviembre 21, 2024

El “Bebé Llorón” amenaza a Claudia Sheinbaum

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A Trump le gusta dar miedo.

“Ése es el verdadero poder”, le dijo en 2016, en una entrevista, al celebérrimo periodista Bob Woodward en el hotel Trump, de Washington.

Curiosamente, su actitud es la de un “hombre bebé” —diría el periodista John Carlin—, y eso lo convierte continuamente en “un llorón con un ego gigante”.

Trump entró intempestivamente en la política estadounidense y le ha ido bien.

Ya ganó unas elecciones —nada menos que a Hillary Clinton— y en pocas horas tiene en mente destruir a Kamala Harris.

Trump busca dar miedo todo el maldito tiempo.

Y muchas veces lo logra.

Tiene detrás suyo toda clase de denuncias, y un jurado lo declaró culpable de 34 delitos.

Con su cara de enojado se declaró inocente.

Fue inútil: 12 miembros del jurado no estuvieron de acuerdo con él.

Al salir de la sala donde se leyó el veredicto, Trump acusó al juez de corrupto.

La actriz Stormy Daniels tuvo sexo con él.

(La clase de sexo que podría tener un hombre como Trump).

Luego de eso, le pidió a la chica que mantuviera en secreto dicha relación.

En 2016, antes de que le ganara las elecciones a Hillary Clinton, nuestro personaje le pagó 130 mil dólares a la actriz por su silencio.

Ése es Trump, el hombre que podría volver a ganar la Presidencia de Estados Unidos.

En un libro escrito por el periodista Mark Singer —“El show de Trump”, editorial Debate, 2016—, el “hombre bebé” aparece como un empresario voraz que sólo busca una cosa: el poder brutal que da el dinero.

Ese retrato puntual de Singer sigue vigente aunque ahora metido en el costal de la presidencia del país más poderoso del mundo.

Donald Trump —el mismo que se dio el lujo de injuriar en su propia toma de posesión a su esposa Melania— sigue siendo un hombre de negocios que opera como siempre lo ha hecho: con una desbocada ambición.

 

Autor de dos libros de autoayuda para ser exitoso, Trump cumple lo que aconseja: es un general testarudo que a veces dice no y que es espectacular en la estrategia.

Sus primeras apariciones como presidente lo mostraron implacable.

Sabía que era el jefe y trató a sus subalternos como eso.

Pero Trump no está loco.

Tampoco es un estúpido.

(Por algo ha llegado hasta donde está).

Es sólo un hombre de negocios que quiere seguir haciendo dinero.

Y sabe que para lograr eso debe generar miedo: mucho miedo.

Pero una cosa es como candidato y otra cosa es como presidente.

En Carolina del Norte acaba de de decir una valentonada de matón de barrio: “Tenemos una nueva Presidenta en México. Supuestamente una mujer muy agradable, dicen, yo no la conozco. Y voy a informarle desde el primer día o mucho antes, que si no detienen esta avalancha de criminales y drogas que entran a nuestro país voy a imponer un arancel del 25 por ciento a todo lo que mandan a Estados Unidos”.

¡Uy, qué miedo!

Es el bebé llorón haciendo una rabieta en una de sus cunas de oro.

 

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