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martes, octubre 15, 2024

Cordero en las Cícladas

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En 2014 rentamos un catamarán en Grecia y durante diez días navegamos entre islas. Antes de salir compramos algunas cosas para comer en el trayecto: vinos, aceitunas, boquerones, latas de anchoas, yogurt griego.

Cada día llegábamos a una isla diferente. Durante el día navegábamos. A medio día parábamos en algún lugar para nadar, admirar el paisaje, tomar una copa de vino. En la tarde llegábamos a una isla, recorríamos el lugar, salíamos a cenar y comprábamos cosas para comer en el camino. Si teníamos suerte nos topábamos con algún pescador o algún mercado para comprar productos frescos.

 

Disfrutamos tanto ese viaje que lo repetimos en varias ocasiones y en diferentes lugares.  Por ejemplo: en el Mar de Cortés, saliendo desde La Paz. Sin duda, el Mar de Cortés y Baja California son de mis lugares favoritos. También fuimos a Croacia, que es realmente espectacular.  Esa vez salimos de Dubrovnik y navegamos hacia el norte por el Mar Adriático hasta Korčula.

Visitamos en otras ocasión Cerdeña y Córcega. Dormimos algunas noches anclados en el mar. Siempre con amigos. En este tipo de viajes no es necesario empacar todos los días para conocer un nuevo lugar. Tu hotel va contigo.

Regresando a ese primer viaje por Grecia, empezamos a navegar desde Atenas en la tarde. Llegamos a Kythnos (una pequeña isla que forma parte del archipiélago de las Cícladas) poco antes de que anocheciera. Esa noche había una luna llena que iluminaba todo por completo.  Nos anclamos al noreste de la isla, frente a un corredor de arena que la une con un islote formando una playa entre dos bahías.

Otros cinco veleros estaban anclados para pasar ahí la noche. El paisaje era árido, rocoso y no había ninguna construcción, con excepción de la única taberna anclada en la montaña.

Decidimos subir a cenar ahí. Bajamos del catamarán con el agua hasta la rodilla y subimos por un camino de tierra hasta llegar a la pequeña taberna anclada en la montaña. No había ninguna luz para iluminar el camino, pero esa noche la luna era suficiente.

En Kythnos, a diferencia de otras islas de Grecia, el turismo no es la actividad principal. La mayoría de la gente en la isla se dedica a la pesca y a la agricultura. Nos platicaron esa noche que tenían que ir cada vez más lejos de ahí para pescar porque toda la zona estaba sobreexplotada. Mucha gente cría corderos que pastan en las colinas de la isla. A la mayoría de sus playas no se puede llegar por carretera.Gran parte del turismo que llega a lugares como ése lo hace en veleros o pequeños botes.

Éramos los únicos comensales.El lugar estaba alumbrado con un solo foco y tenía dos mesas de madera en la terraza. Nos trajeron un plato con quesos y ouzo, un licor griego muy parecido al anís, en lo que llegaba el plato principal. No había un menú. Comimos lo que tenían preparado. Nos llevaron un cordero al horno de leña con romero, una ensalada de jitomates con alcaparras —que crecen ahí— y una botella de vino. Después de comer nos llevaron la botella de ouzo a la mesa y volvieron a traer los quesos. Kythnos es famosos por sus quesos. Antes de irnos, le compramos un bote de alcaparras a la dueña de la taberna. Después de los ouzos, bajar por la colina para regresar al catamarán no fue tan sencillo. Nos dormimos mecidos por el mar.

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