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viernes, noviembre 22, 2024

Tres novelas de Muriel Barbery

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I. La elegancia del erizo

De vez en cuando sucede: una autora desconocida escribe una obra maestra que tiene un éxito mundial, que se traduce en múltiples traducciones a todas las lenguas. Ese fue el caso de esta hermosísima novela, que nos cuenta la historia de Renée, una portera que se ha convertido en un erizo, un ser aparentemente antisocial, una mujer viuda que no quiere que entren a su mundo interior, poblado de belleza. Nadie le hace caso, es una simple portera, pero es un alma grande. A ella se acerca una niña de 12 años, inteligente a lo Cioran, que quiere suicidarse al cumplir los 13. Se establece una amistad entre la casi niña y la casi anciana, donde las dos aprenden la una de la otra. Aparece un tercero, Kakuro, un japonés que llega a vivir al edificio. Él, desde su refinamiento, se da cuenta de lo que se esconde detrás de la aparente rudeza de Renée. El final de la novela es sorprendente. No le quitaré al lector esa sorpresa. Vale la pena leer La elegancia del erizo y ver la película, bastante fiel al texto. 

 

II. Rapsodia gourmet

Después vendría otra novela, La vida de los elfos. Después de haber gozado del delicado manjar que acabo de comentar, esta obra estira demasiado la liga entre lo ficticio y lo verosímil y no acaba de cuajar. Barbery regresó, sin embargo, con una novela exquisita, Rapsodia Gourmet. Su personaje principal es un crítico culinario que, antes de morir, quiere recordar un sabor… pero no recuerda cuál. Al final, recordará y le pedirá a su sobrino unas chouquettes (pequeños bocados de masa cocida y horneada, una masa inflada ligeramente crujiente por fuera y tierna en su interior, de la familia de los profiteroles). El personaje se da cuenta de que, un día, alcanzó a Dios, luego lo perdió y ahora lo reencuentra. La novela termina con estas palabras: “La pregunta no es sobre comer, ni sobre vivir, sino entender por qué. En el nombre del padre, del hijo y de la chouquette, amén. Muero”. Estupenda novela.  

 

III. Una rosa sola 

Muriel Barbery ganó una estancia en Japón para escribir una novela. El resultado es Una rosa sola, que narra la historia de Rose (rosa, en inglés y francés). Hija de un japonés y de una francesa, se entera de la muerte de su padre -que nunca, aparentemente, se preocupó por ella-. El asistente de su padre le avisa del deceso y la dice que tiene que ir a Japón para escuchar el testamento con el notario y hacer los trámites correspondientes. Ella llega a Japón molesta, enojada, deprimida. Enojada con su padre, enojada con el asistente que pretende, según ella “echarle rollo”, enojada con ella misma, ya que se encuentra en un vacío existencial. Paul, siguiendo las instrucciones que le dio el padre antes de morir, la lleva, en los días anteriores a la cita jurídica, a distintos parques en Tokyo y sus alrededores. Para los japoneses, la naturaleza no sólo es importante por su belleza, sino porque transforma a las personas. Así le sucede a Rose. Cada día que pasa en Japón, entiende mejor la sensibliidad exquisita de este país, comprende mejor a su padre, vislumbra en el fondo quién es ella y, al final, se abre a las posibilidades de la vida. Amigos de HIpócrita lector: lean Una rosa sola, de Muriel Barbery.  

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