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martes, abril 16, 2024

Sobre Beatriz Meyer

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I. Meridiana

Amigo de Hipócrita lector: para mi buena fortuna, soy editor de Beatriz Meyer. En 2016 publiqué en mi editorial El tapiz del unicornio su novela Meridiana. En el prólogo, escribí: “Se cuenta para ir más allá de la denuncia; se narra para que la descripción de lo imposible se convierta en la más pura transgresión, aquella que, desde la más radical lucidez, muestra los alephs ocultos. Eso es Meridiana. Un universo oculto; un mundo narrativo único, una historia de maldiciones que se viene escribiendo generación tras generación y que, sin embargo, es sólo escritura.

Los escritores verdaderos -Beatriz Meyer lo es- construyen mundos no para reflejar aquél en qle vivimos, sino para mostrar el poderío de una escritura que es capaz de crear un universo de oscuridad y luz, de súcubos, libros medievales herméticos en los que se asientan conjuros milenarios, vudú, destino, un alma que transita a través del tiempo para, al final, mostrarnos que se trata sólo del poder de la escritura. O quizá no”.

 

II. Sigilo

He leído con atención las sesenta entregas de esta nueva novela de Meyer, la segunda de una trilogía. Las leí cada día y también como bloque. Confirmo lo dicho con respecto a la primera novela. Los lectores más ingenuos se dejan llevar por la trama, por la anécdota. Los que tienen el colmillo más retorcido disfrutan la trama, pero lo que gozan en verdad es la calidad de la escritura. Historias… Todas se parecen. El chiste es cómo contarlas, como volverlas literatura. Quizá lo más difícil es apostar por lo inverosímil para darle verosimilitud a través de la escritura. En ese juego Beatriz Meyer se pinta sola. Puedo asegurarles que Sigilo, que parte de los escritos de John Dee, sabio renacentista inglés, contemporáneo de Marlowe y de Shakespeare, es aún mejor que Meridiana (lo que no es poca cosa).

 

III. La novela por entregas

En el siglo XIX hicieron erupción los periódicos. No había televisión, internet, Netflix, Whats app, instragram, Tik Tok ni Face. Leer el periódico era la interfaz con el mundo. Los tirajes eran altísimos y surgieron las novelas por entregas, que mantenían atento a un público cautivo, ávido por saber qué seguiría después. Había, por tanto, que cerrar cada entrega con un suspenso. Así se publicaron, antes de ser libros, Los miserables de Victor Hugo, las novelas de Dickens, Los tres mosqueteros y un larguísimo etcétera.

Mario Alberto Mejía, en su calidad de comandante en jefe de Hipócrita Lector, rinde un homenaje a esta tradición literaria -a la que tanto debemos- y se la juega al invitar a Beatriz a publicar una novela por entregas. También se la juega ella, toda vez que, si escribir un ensayo es teclear con una guillotina cerca del cuello, escribir un texto narrativo por entregas es hacerlo con la guillotina, frascos de venenos al lado y dos escopetas cargadas, una apuntando al corazón y la otra al cerebro. ¡Qué nervios del editor! ¡Qué nervios de la escritora! Los felicito a los dos. Han hecho un gran trabajo. Felicito también a Oscar Cote, que realizó un estupendo trabajo de diseño.

 

IV. Beatriz Meyer

Le gustan las diagonales, el salto del caballo en el ajedrez, lo sutil, lo misterioso. Como la pared de una presa, ha soportado embestidas, ninguneos, ataques, desdén y envidias. Al mismo tiempo, admiración, lealtades, cariños. Navega en aguas turbulentas (creo que hasta lo disfruta). Ha sido directora de una escuela de escritores, promotora cultural, funcionaria, maestra. Antes que nada y por encima de todo, es una escritora. No necesita ser más que eso. Amigos de Hipócrita Lector: dentro de unos años quedarán para el olvido obras coyunturales, libros de autoayuda novelados, novelas autobiográficas y complacientes. En cambio, puedo asegurarles que la escritura de Beatriz Meyer perdurará en el tiempo.

 

CODA: Ya quiero leer la tercera novela de la trilogía. Beatriz: tus lectores la estaremos esperando.

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