A Hércules y Clea
Annie Hernaux, escritora francesa, ganó el Premio Nobel el año pasado. Su escritura es autobiográfica y se caracteriza por una vivisección de sí misma, sin azúcar ni edulcorantes. Un exhibicionismo que tiene su lado desagradable, como el del enfermo que enseña sus pústulas. De cada uno de los grandes eventos de su vida, un aborto, la relación con su madre, con su padre, una pasión insana −¿qué pasión insana no lo es?− escribe un libro. Van algunas de sus frases.
“He acabado de poner en palabras lo que se me revela como una experiencia humana total de la vida y de la muerte, del tiempo, de la moral y de lo prohibido, de la ley, una experiencia vivida desde el principio al final a través del cuerpo. Quizá el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros. *** Nada de poesía del recuerdo, nada de alegre regocijo. Una forma de escribir que me resulta natural, la misma que empleaba en otro tiempo para escribir a mis padres y contarles las noticias más importantes- *** … había absorbido el sexo de un hombre sin cambiar, haciéndose todavía más vivo y secreto. Ahora tenía yo un sexo expuesto, descuartizado, un vientre raspado, abierto al exterior. Un cuerpo parecido al de mi madre. *** Lo que quiero es encontrar las palabras con las que yo pensaba en mí misma y en el mundo que me rodeaba, decir qué era lo normal y lo inadmisible para mí, e incluso lo impensable. pero la mujer que soy en 1995 es incapaz de penetrar en aquella niña de 1952 que lo único que conocía era su pequeña ciudad, su familia y su colegio, y que sólo tenía a su disposición un léxico muy reducido. Y, ante ella, la inmensidad del tiempo por vivir. No existe una auténtica memoria de uno mismo. *** Las palabras con las que vuelvo a encontrarme son opacas, piedras imposibles de mover. Nunca conoceré el encanto de las metáforas, el júbilo del estilo. *** La vergüenza siempre lleva consigo la sensación de que, a partir de ese momento, puede sucederte cualquier cosa, de que es algo que no tiene fin, pues la vergüenza se alimenta de vergüenza. *** El recuerdo es también una experiencia”.
En la clase de literatura que imparto los jueves somos un grupo de amigos, grandes lectores todos. La mayoría declaró que les gustó mucho Annie Hernaux. Una mujer cuyas células y mitocondrias están llenas de amor a la literatura, afirmó: “La odio”. Otro integrante del grupo, lector, editor, escritor, dijo que le parecía totalmente prescindible y que los últimos premios nobel de literatura de nacionalidad francesa −Le Clézio y Modiano− le parecían igual de reemplazables. Al comentarle lo que dijo nuestra amiga a uno de los mejores críticos literarios de mi generación, me dijo: “estoy totalmente de acuerdo con ella”. Para unos, no es literatura porque su lenguaje es llano, prosaico, paisajes de concreto. Entonces, ¿la literatura es el estilo? ¿Son las metáforas los que vuelven un texto literario? Se los dejo de tarea amigos de Hipócrita Lector. Cumplo con darles una probadita de Madame Hernaux para que la busquen, si les late, y se formen su propia opinión. En este mundo de 2023, es intrascendente si alguien tiene la verdad −mientras no hablemos de ciencia y seamos negacionistas, etc.−, lo que importa es saber qué piensa el otro y respetar la diferencia.