I. Sainte-Beuve, el gran crítico literario francés del siglo XIX
Fue quizá el primer escritor que no dejó obra poética o narrativa, sino que se consagró a escribir sobre los demás, lo que le granjeó no pocos enemigos, entre ellos Víctor Hugo, no sólo por sus críticas, sino porque tuvo un amorío con su mujer, Adèle. Uhh. En mi biblioteca tengo un hermoso libro en francés, publicado en 1927: Algunos retratos femeninos, extraídos de las obras de C.A. Sainte-Beuve. Efectivamente, son estampas de Madame de la Vallière, La duchesse du Maine, Madame Récamier, Adrienne Le Couvreur, Madame de Pompadour… Los retratos literarios son excelentes. Madame de la Vallière, recordará el lector de El vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas, fue amante de Luis XIV.
II. Mujeres escritoras
La primera es Enheduanna (2285-2250 a.C.), poeta y escritora acadia, la poeta más antigua conocida.
Pienso en Safo de Lesbos, poeta erótica de excelencia; en Murasaki Shikibu, que en el año 1000 de nuestra era escribió La historia del príncipe Genghi; en Sor Juana Inés de la Cruz, que resplandece como una estrella solitaria en el firmamento; en Jane Austen, que retrató las costumbres de su época; en Madame de Lafayette, autora de la primera novela psicológica, en Mary W. Shelley, la genial autora de Frankenstein; en Virginia Woolf, que puso por delante que la mujer debe tener una habitación propia, en mi admiradísima Marguerite Yourcenar, alma grande; en Simone de Beauvoir, que definió a la mujer como el segundo sexo; en Harper Lee, que escribió Matar a un ruiseñor; en Elena Garro, Rosario Castellanos e Inés Arredondo, trilogía de escritoras mexicanas; en Beatriz Meyer, radicada en Puebla, estupenda novelista también, quien publicó su novela Sigilo en estas páginas, gracias a la generosidad de Mario Alberto Mejía.
III. Las que ganaron el Premio Nobel de Literatura
Mencionaré sólo algunas. La primera, la sueca Selma Lagerlöf, que escribió El maravilloso viaje de Nils Holgersson; Sigrid Undset, autora de Kristina Lavransdatter, novela ubicada en la Noruega medieval; la chilena Gabriela Mistral; la afroamericana Toni Morrison, la poeta polaca Wislawa Szymborska, la cuentista canadiense Alice Munro; la bielorusa Svetlana Alexievich, la maravillosa escritora polaca Olga Tokarczuk (¿no la has leído, amigo de Hipócrita Lector? ¡Qué esperas!). La más reciente, la francesa Annie Ernaux, quien con bisturí afilado hace una disección de su propia vida.
IV. Las que no ganaron o no han ganado y lo merecen
Sin duda, la brasileña de origen ucraniano Clarice Lispector encabeza esta lista. La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie; la implacable escritora norteamericana Vivian Gornick, la estupenda escritora española Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, Marguerite Duras, quien escribió sobre el alcohol y el desamor; Agatha Christie, maestra de la novela negra; las narradoras mexicanas Valeria Luiselli y Fernanda Melchor; Margaret Atwood, eterna candidata.
En esta columna he hablado sólo de escritoras… Podríamos hablar de pintoras, como Artemisia Gentileschi, discípula indirecta de Caravaggio; en científicas como Madame Curie, inventoras como la actriz Hedy Lamarr; en iconos de la belleza como Sofía Loren, Raquel Welch y Gina Lollobrigida, en mujeres en la política, como Angela Merkel y Amalia Castillo Ledón, en Antonieta Rivas Mercado, animadora cultural que se quitó la vida en Notre Dame, en periodistas/escritoras como Cristina Pacheco y Elena Poniatowska y en deportistas como Nadia Comaneci.
Como bien se ha dicho, no se trata de felicitar a las mujeres. Cada uno de nosotros, hombres, debemos poner nuestro grano de arena para lograr cuatro cosas para cada mujer: equidad, respeto, dignidad y seguridad. Que algún día no necesitemos un 8M, porque habremos alcanzado, en este país machista de feminicidas, esos cuatro objetivos. Que así sea. ¡Y que sea pronto!