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sábado, noviembre 23, 2024

Guía del buen bebedor

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I. Dionisos

Según la mitología, fue hijo de Zeus y Semele. Hera, la mujer de Zeus, celosa, se encargó de desmembrar al infante, que Zeus rescató e hizo crecer en su muslo. Dios del vino, conocido como Baco por los romanos, fue descuartizado y luego reunido de nuevo. De la misma manera, el vino des-integra. A partir de la locura que trae consigo, permite, después de la euforia -la sensación de optimismo y bienestar- una nueva visión de la vida, un nuevo comienzo bajo una psique desarmada y vuelva a armar, con una cosmovisión diferente. Su fiesta se celebraba en las bacanales que, después, como los carnavales, fueron prohibidos por sus excesos. Sin embargo, analistas como Jung y Hillman nos recuerdan que la represión trae consigo la neurosis y que la función de Dionisos/Baco es alejarnos de ella, por medio de el “dejarnos ir” que trae consigo la libación, el consumo de vino.  

 

II. Hernán Lara Zavala 

Me une una larga amistad con él. Ha sido mi maestro y tenemos dos grandes complicidades: haber sido discípulos de Juan García Ponce y nuestro culto a El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel. Es autor de la espléndida novela Península, Península, sobre la guerra de castas en Yucatán; de Charras, novela que recrea el asesinato del líder sindical durante el gobierno estatal de Loret de Mola; de Macho viejo, conmovedor relato de un hombre que, como el Maqroll de Mutis, ha vivido todo y adquirido una sabiduría a prueba de catástrofes. Como ensayista, es un conocedor profundo de Durrell, de Lowry y de un largo etcétera. Quiero destacar su libro Caminos cruzados: Cervantes y Shakespeare a 400 años. 

Ahora nos presenta un nuevo libro, coordinado por él, una joya literaria, homenaje a Dionisos: Guía del buen bebedor (Gatopardo ediciones), en el cual reúne a distintos escritores para que cada uno hable de su bebida alcohólica preferida. Todos lo hacen desde una sabiduría literaria y, se puede apreciar, desde el haber degustado y gozado los efectos de esas bebidas. 

 

III. Guía del buen bebedor 

Cedo la palabra a los autores: “A veces los espíritus del aguardiente nos dejan tumbados en mitad de la playa, pero en otras ocasiones nos pueden llevar a camas ajenas (David Martín del Campo); “La edad adecuada para comenzar a tomar pulque es desde la cuna” (Armando Jiménez); “El martini es la mayor aportación de los Estados Unidos a la civilización occidental (Vicente Quirarte); “el cognac, bebida aromática, fuerte y estimulante, de venerable alcurnia dionisíaca, a sorbos menudos, inhalados profundamente por nariz y garganta, invade el espíritu y lo trueca en la mejor proyección del espíritu: la satisfacción perfecta (Ernesto de la Peña); “No tengo duda de que la cerveza es le mejor bebida que existe” (Ignacio Solares); “El champaña tiene un sabor a beso largamente deseado que no recomiendo mezclar con nada (Claudia Hernández de Valle-Arizpe); “Personalizar el “Por Wine” -el Oporto- constituyó uno de los temas privilegiados de la literatura portuguesa (Horacio Costa);  “Como el tabaco, el tequila se disfruta más de regreso que de ida. No se paladea debajo de la lengua, no se entretiene en la boca, sino que se ingiere de un solo golpe, hasta adentro, y es después, al exhalarse, cuando su espíritu se manifiesta. El tequila es una bebida que se fuma” (Gonzalo Celorio); “El whisky de malta no se toma para apagar la sed. El ambiente ideal para beberlo se asocia con lugares cerrados, tibios y tranquilos, tal vez frente a una chimenea, en una biblioteca o en un recinto con iluminación y música discreta, cuando mucho jazz, pero nunca salsa ni rock” (Hernán Lara Zavala). 

En la introducción, Lara Zavala afirma: “La intención de este libro es compartir los pequeños secretos de las grandes bebidas, descubrir la magia de los sabores, discutir el balance de su composición, la complejidad de su carácter, la pertinencia del momento en que debe beberse, la importancia del ritual y su efecto final sobre el paladar, el corazón y la mente”. Y remata: “La amistad es el vino de la vida”. Nos reunimos con los amigos para beber, des-integrarnos y volvernos a ensamblar, liberados y contentos.  

Sólo queda decir: “Salud”.  

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