I. La importancia del patrimonio cultural
En la segunda mitad del Siglo XX se fue creando una mayor conciencia de la importancia de preservar el patrimonio: grandes monumentos arquitectónicos, prácticas culturales y obra plástica y literaria.
A nivel global, la UNESCO impulsó, en primer término, las declaraciones de patrimonio de la humanidad. En nuestro país tenemos, en patrimonio material, entre otros, la ciudad prehispánica de Teotihuacán, el Hospicio Cabañas, la zona arqueológica de Paquimé, la ciudad prehispánica de Palenque, el centro histórico de Puebla, el Centro Histórico de la Ciudad de México y Xochimilco, la zona arqueológica de Monte Albán, y un largo etcétera.
Después vinieron las declaraciones de patrimonio inmaterial, en el que podemos citar el mariachi, la ceremonia ritual de los voladores, la charrería, las fiestas a los muertos, la cocina tradicional y, en la categoría de Memoria del mundo, la película Los olvidados de Luis Buñuel.
Cada país se siente orgulloso de sus monumentos históricos, de su cultura y de la producción creativa de sus artistas. México no es la excepción.
II. Patrimonio plástico en nuestro país.
México cuenta con una tradición arquitectónica y de retablos religiosos que pocos países pueden igualar. Lo mismo podemos decir de las obras plásticas. De los murales de Cacaxtla a los de Orozco en el Hospicio Cabañas, de Leonora Carrington a Sebastián, de Clausell a Fernando García Ponce, de Tamayo a Felguérez, la lista es inagotable.
Gran parte de esa riqueza se encuentra en museos propiedad del Estado. Algunos han sido donaciones de los propios artistas —como en el caso de Felguérez en Zacatecas o el Anahuacalli de Rivera— y otros han sido protegidos por instituciones privadas —originalmente iglesias y conventos—pero también fundaciones e instituciones que han dedicado parte de su esfuerzo en adquirir y resguardar obra plástica fundamental para la historia cultural de México.
III. El foro Valparaíso de Citi Banamex
La colección de Banamex que se encuentra en el Foro Valparaíso ha estado en la boca de todos a partir de la decisión del corporativo de Citi de vender el banco. Surgió una gran preocupación sobre el destino de este patrimonio. Tuve la oportunidad de volver a ver esta muestra —abierta al público— y de gozar una vez más de su riqueza extraordinaria.
El Árcangel Sealtiel, de Juan Correa (1690-1713); El retrato de don José de Retes, de Cristóbal de Villalpando (ca. 1690); la Santísima Virgen de Moncada y Berrio (1798), la María Magdalena atribuida a Juan Tinoco (1670-1685); Sor Juana Inés de la Cruz, de Fray Miguel de Herrera (1732); Popocatépetl e Iztaccihuatl visto desde Atlixco (1897), de José María Velasco, hasta llegar a los Gedovius, Rivera, Carrington, Tamayo, Dr. Atl, Toledo y un largo etcétera, son sólo una pequeña muestra.
Vi esta exposición con la guía erudita de Alberto Sarmiento y Víctor Flores, y la hospitalidad de Andrés Albo, director de Fomento Social Banamex, quien nos invitó después a compartir el pan y la sal en uno de los comedores del banco, donde se encontraban expuestas obras de Francisco de Icaza, El Pintor Charro, muchos de cuyos cuadros los pintó en la hacienda de San José Bojay, propiedad de mis abuelos, en Atitalaquia, estado de Hidalgo.
IV. Memoria, patrimonio y amistad
Se define el patrimonio cultural como “un conjunto determinado de bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, a los que se les atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados, de una época a otra, o de una generación a las siguientes”.
Yo me siento orgulloso de ser mexicano —lo que me hace sentir poseedor de estos tesoros artísticos y culturales— y de que el Estado mexicano e instituciones privadas lo resguarden para futuras generaciones.
Me siento orgulloso también de tener amigos generosos que me convocan al goce del arte.
Sin amistad y sin belleza, la vida sería un páramo, un desierto yermo.