I. Los que merecieron ganarlo
No hay ganador del Premio Nobel de Literatura que no tenga mérito. Unos más que otros. En 1909 ganó la sueca Selma Lagerlöf, autora de El maravilloso viaje de Nils Holgerson y de La leyenda de Gosta Berling (muy admirada por Marguerite Yourcenar). En 1920 el escritor noruego Knut Hamsum y en 1929 el inmenso Thomas Mann, cronista de buena parte del siglo XX. En 1948 y 1949 T.S. Eliot y William Faulkner, que abrieron caminos a la poesía y a la novela. En 1968 Camus, el novelista de la duda. En 1981 Elías Canetti, el último guardián del Imperio Austro-Húngaro y un año después Gabo y sus mariposas amarillas. En 1990 un poeta mayor, nuestro Octavio Paz y en 94 el entrañable Kensaburõ Õe. En 2000 Gao Xijian y 10 años después Mario Vargas Llosa. En 2018 la gran escritora polaca Olga Tokarczuk y ayer, en 2022, Annie Ernaux.
II. Los que no ganaron
Tolstoi con su Guerra y Paz; Franz Kafka con su Metamorfosis; Fernando Pessoa, quizá el mejor poeta del siglo XX, por habernos mostrado que cada individuo es una multitud; Marcel Proust, el mejor novelista francés de la historia; James Joyce, que llevó la novela más allá de cualquier límite; Robert Musil y su inteligencia asombrosa; Vladimir Nabokov y su prosa perfecta en ruso y en inglés; la mejor escritora de cuentos del siglo, Isak Dinesen, la baronesa Blixen; la mujer más sabia, Marguerite Yourcenar y Lawrence Durrell, que describió el amor como nadie en El cuarteto de Alejandría.
III. Me habría gustado que ayer ganara Salman Rushdie
Su obra lo merece. Si la Academia Sueca le hubiera otorgado el máximo galardón literario del mundo, hubiera mandado un mensaje en defensa de la libertad creativa y en contra de los fanatismos y de la violencia contra los escritores. No lo hizo. Quizá lo pensaron dos veces, por las consecuencias. O igual ni siquiera les pasó por la cabeza.
IV. Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022.
La Academia le concedió el premio: “por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal”.
Leo su libro Una mujer (Cabaret Voltaire, 2020). Habla de la vida de su madre, para verse a través de ella.
“Intento no considerar la violencia, los desbordamientos de ternura, los reproches de mi madre como simples rasgos de su personalidad, sino situarlos también en su historia y su condición social. Esta forma de escribir, que me parece ir en sentido de la verdd, me ayuda a salir de la soledad y la oscuridad del recuerdo individual, por el descubrimiento de un significado más general. Pero siento que algo en mí resiste, querría conservar de mi madre imágenes puramente afectivas, calor o lágrimas, sin darles un sentido”.
Al final de la obra, una vez enterrada su madre, Ernaux concluye:
“Esto no es una biografía, ni una novela, naturalmente, quizá algo entre la literatura, la sociología y la historia. Mi madre, nacida en un medio dominado, del que quiso salir, tenía que convertirse en historia, para que yo me sintiera menos sola y falsa en el mundo dominante de las palabras y las ideas al que, según su deseo, me he pasado.
Ya no volveré a oír su voz. Es ella, con sus palabras, sus manos, sus gestos, su manera de reír y de caminar, la que unía a la mujer que soy con la niña que fui. Perdí el último nexo con el mundo del que salí”.
Bienvenido el Premio Nobel de LIteratura a Annie Ernaux. ¡A leer todos sus libros, ya!