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jueves, noviembre 21, 2024

De la realidad en el amor y en la vida

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¿Existe una realidad cuando hablamos de amor? ¿Existe la realidad?  

 

I. El amor en El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell

Queridos lectores de Hipócrita Lector, les hablo de mi novela favorita. Desde que la leí por primera vez, cuando estudiaba Letras Francesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la he releído una vez al año. Es la novela que tendría en la isla desierta si sólo pudiera llevar una sola.  

El primer tomo, Justine, es escrito por uno de los personajes, Darley, que cuenta en él sus amores con la bellísima mujer que le da título a ese primer tomo y de cómo ella lo amaba. Al inicio del segundo tomo, Balthazar, le entrega el manuscrito del tomo primero a este personaje, médico y astrólogo. Cuando termina de leerlo, él le dice que su texto está bien, pero si lo que le interesa es la verdad, hay cosas que necesita saber. Y le revela que Justine no lo amaba, sino que lo usaba como señuelo para proteger de los celos de su marido a su verdadera pasión, Ludwig Pursewarden. 

Entonces Durrell dice: ¿Qué se puede hacer cuando dos interpretaciones de la realidad son igualmente válidas? Y también: “La verdad… no hay nada que, con el tiempo, se contradiga más”. 

Y es que dos y dos son cuatro. Pero en el amor dos y dos puede dar cinco, porque cada uno de los amantes lo vive de una manera. Y los dos tienen razón, aunque su “verdad” sea la contraria de la “verdad” del otro.   

 

II. Realidad, de Peter Kingsley

El filósofo inglés, experto en textos presocráticos, publicó en Atalanta este libro maravilloso y perturbador. A partir de un conocimiento profundo del griego y de un trabajo filológico, se adentra en los textos de Parménides y de Empédocles para encontrar el sentido profundo de sus enseñanzas y combatir la simplificación y deformación que se realizó con la obra de los dos. 

La racionalización de Occidente, cuya primera piedra la puso Aristóteles, iba en sentido opuesto a un conocimiento mágico -sí, mágico- que provenía de lo que sabemos de los dioses –Afrodita, Hermes, Marte– (y que ahora llamamos, a partir de Jung, arquetipos). 

Para Parménides y Empédocles, la realidad era, como en El cuarteto de Alejandría, múltiple y contradictoria. Y en esa contradicción está su plenitud. 

Para Kingsley estamos perdidos como civilización y no vemos más que aquello que podemos cuantificar… Hemos perdido la visión holística, la integración, el sentido de la vida. 

De vez en cuando aparece la epifanía, el satori, es decir, un momento de iluminación. Sin embargo, dice este autor, la vida debería ser un encantamiento absoluto y continuo, a cada segundo, en la vida de todos nosotros.  

“De pronto somos conscientes de que, más que haber nacido en el mundo, en realidad este mundo ha nacido en nosotros. Miremos a donde miremos, lo que vemos no es el objeto del que depende nuestra existencia, sino lo que ahora depende de nosotros para sobrevivir. Nuestra consciencia divina hace que seamos la fuente, el creador y el guardián del universo”.  

Decía al inicio de esta nota que tenemos “distintas realidades”. ¿No será que lo vemos así porque nuestros anteojos, los de la razón, no sirven para ver la Realidad, única, perfecta, espiritual? El amor acepta que haya “dos realidades igualmente válidas”. ¿No será que el Universo es multidimensional y no podemos verlo, con nuestros anteojos bidimensionales? 

Leemos para comprender. Leamos a Durrell y a Kingsley.  

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