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jueves, noviembre 21, 2024

Cuatro generaciones, cuatro artistas

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I. Federico Silva

El maestro Federico Silva falleció a los 99 años (1923-2022), un día antes de que se inaugurara en el Palacio de Bellas Artes su exposición Federico Silva: lucha y fraternidad / El triunfo de la Rebeldía. Discípulo de Siqueiros, en 1977 concibió, junto con Mathias Goeritz, Manuel Felguérez, Helen Escobedo, Sebastián y Hersúa, el Espacio Escultórico de la UNAM. Sobre su obra, el crítico Luis Ignacio Sáinz señala: “Silva agota los cánones de la Escuela Mexicana de Pintura con la que rompe en las formas, pero jamás en los contenidos”. 

 

II. Jeanne Saade Palombo (México, 1964)

En el Museo Federico Silva de San Luis Potosí se presenta la exposición de esta artista, Laberintos espirituales, que dialoga con las tradiciones, re-creando el mito de Lilith y Eva. Al mismo tiempo, juega con la des-membración; la destrucción ritual, la obra negra, la opus nigrum, que permite la disolución y al mismo tiempo la reconfiguración, un nuevo nacimiento o, incluso, un estado de suspensión, el momento anterior a la creación de una nueva forma. 

Sobre su obra, el ya mencionado Luis Ignacio Sáinz, curador de esta exposición, afirma: “Jeanne Saade se rebela ante la banalidad de un mundo que ha extraviado el rumbo, carente de brújula, y entonces se empeña en descubrir o rescatar un sentido trascendente de la vigencia del universo y la existencia de la vida”. 

 

III. Yayoi Kusama  (1929-) 

En el Museo Guggenheim de Bilbao se exhibe una antología de obras de esta artista japonesa, cuya obra surge de la ansiedad -en su caso cercana a la locura-, de la desmembración y reconfiguración de la que hablamos líneas arriba. El análisis de su obra ha generado entusiasmos y asimismo una profunda dosis de escepticismo -por su coqueteo mercantil con la marca Louis Viutton-. Lo que me interesa destacar, sin embargo, es cómo esta artista, expulsada de la Bienal de Venecia y del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, el MOMA, hoy se encuentra en el Guggenheim para dialogar con el público, para compartir el diálogo torturante que dio origen a su obra.   

 

IV. Rarezas, de Leo Luna

Apenas tiene 15 años. Como Dioniso desmembrado, se ha reconfigurado a través del arte. Hace unos días se inauguró su primera exposición, en el MUZA, el museo de arte de Zacatlán, Puebla. Discípulo del artista plástico Pepe Arenas, Leo encontró en él a su Maestro. Hace unos días me dio mi primera clase de pintura. Me pidió que no pensara, que simplemente fluyera. Surgió algo. Lo mismo con Leo. Su trabajo se expresa en las obras, que están en la exposición. Sorprende el camino que le permitió a Leo encontrar, con la ayuda de su Sensei, el hilo de Ariadna que le ha permitido transitar, reconocer y expresar su laberinto interno. Un milagro de deconstrucción y reconfiguración.  

 

V. El poder del arte

El maestro Federico Silva afirmó: “El arte es un humanismo y puede perdurar porque contiene el poder del hombre revelado por su obra”. Un artista de 100 años, un joven creador de sólo 15; en medio, dos mujeres poderosas, una nacida en 1929 y la otra en 1964. 

Como señaló Paul Klee: el arte revela, nos muestra lo que está por debajo, lo que no es visible. En el acto de revelar se muestra el nuevo orden; el mundo deja de estar desmembrado y se reconfigura, luminoso, en su nueva forma, nacida de la mirada del artista quien, al ver el mundo de una manera distinta lo hace surgir, lo vuelve visible. Incluso, deslumbrante.    

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