Uno de mis escritores favoritos es Gustave Flaubert, el genial novelista francés, autor de Madame Bovary, Un corazón simple y La educación sentimental. En esta última novela, ella le dice a él, su amante, del que se despide para siempre: “hubiera querido hacerlo feliz”. Creo que en ese tiempo verbal, “hubiera querido” se resume la obra de este gran escritor. Todos sus personajes “hubieran querido”, pero la vida no se los concedió. Bajo esta lógica, ¿cuáles son mis conjugaciones? ¿Qué hubiera querido, qué quise, que es lo que jamás imaginé, qué quiero, que querría en el futuro?
Hubiera querido tener menos miedo a los veinte años y haberme abierto a maravillosos caminos que la vida me ofreció y no me atreví a recorrerlos.
Quise acompañar a mi madre hasta el final de sus días y lo conseguí.
Jamás imaginé ser el escritor de discursos de los presidentes de mi país. Gratitud por el privilegio.
Quiero que nadie me acuse jamás de arrogancia, falta de sensibilidad, racismo, mala fe, maldad o bajeza.
Querría no enterrar a todos mis seres queridos, pero tampoco irme demasiado pronto.
Hubiera querido no haber lastimado a mujeres que me amaron, a pesar de mi falta de madurez.
Quise ser escritor. Bueno o malo, lo soy. Palomita para mí.
Jamás imaginé conocer tantos países, culturas, platillos, paisajes, tanto aquellos que he pisado como los que he imaginado a través de la literatura.
Quiero que la gente que me quiere hoy, si deja de hacerlo, no sea por mi culpa.
Querría seguir leyendo con avidez y placer, sin que la vista me lo impida o el cerebro ya no procese ese alimento de los Dioses, los libros.
Hubiera querido dar nombre a mi hijo. No fue así, pero cuando escucho “Diego” o lo oigo, o platico con él, mi cara se transforma en una Luna feliz.
Quise aprender muchas cosas. Lo logré a medias. Tache.
Jamás imaginé aprender a leer el lenguaje del universo y convertirme en astrólogo-consultor. Pocas cosas han enriquecido más mi vida.
Quiero dar gracias a las mujeres que amé, amo y amaré, por los besos compartidos, por mostrarme mis aristas imposibles, por ser el mejor espejo de mi vida.
Querría ser recordado por alguna de mis novelas.
Hubiera querido aprender violonchelo y tocar el Concierto para chelo de Dvorak en una orquesta.
Quise seguir siendo el niño que fui. Creo que lo logré. Mi niño interior está vivito y coleando.
Jamás imaginé tener amigos como Andrés, Andrew, Sergio, diamantes que han sido mi ejemplo, mi faro, mi apoyo.
Quiero seguir cultivando la ironía y el humor -aunque a veces sea bobo-.
Querría, como Zorba el griego, tener un corazón que no me quepa en el pecho y bailar el sirtaki con música de Theodorakis.
Hubiera querido no ser narcicista. Hoy entiendo que eran los andamios del muralista. Ya no pinto ni quiero pintar murales, sino pintura de caballete; ergo, ya no los necesito.
Quise ser más o menos quien soy ahora. No hay quejas.
Jamás imaginé tener cerca a Maestros como Juan García Ponce, Alejandro Rossi, Sebastián, Hernán Lara Zavala y mi maestro de taichí, Martín Hernández Ponzanelli.
Quiero seguir dando clases por zoom y terminar el doctorado en Teorías Estéticas que apenas comienzo.
Mi escritora favorita, Marguerite Yourcenar, escribió en su epitafio: “Quiera Aquel, que es quizá, dilatar el corazón del hombre a la medida de toda una vida”.
He querido ser un Alma grande. No sé si lo consiga, pero el intento justifica estar vivo.
Gracias, queridos lectores de Hipócrita Lector, por su paciencia infinita al leer estas líneas. ¿Cuáles son sus conjugaciones? ¿Qué hubieran querido, qué quisieron, qué jamás imaginaron, qué quieren, qué querrían en el futuro?