Decía José Emilio Pacheco, en su poema Alta traición:
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
En este septiembre de 2022, parafraseo al Maestro y digo:
Alto amor
Por mi patria de sangre coagulada,
por mi país que come pan con retórica,
que habla de paz y se destruye a madrazos.
La tierra de los chiles en nogada
(que los más pobres no imaginan),
la de los mariachis que interpretan canciones resentidas.
Quisiera hablar, como López Velarde, de “pájaros de oficio carpintero”,
pero hablaré de buitres que comen carroña de narcos y de sus víctimas,
sin poder distinguir.
Mi patria, la de las pirámides y los centros ceremoniales,
la de la arquitectura novohispana y los nuevos rascacielos,
la de los cenotes y las grutas de Cacahuamilpa…
Mi patria y la belleza de sus mujeres…
Mi país donde el 10 de mayo todo se organiza en torno a las madres.
La tierra del taco, los nopalitos y el mole poblano…
Mi patria que es también la de los olvidados de Buñuel,
de diabéticos mutilados que andan en su carrito o en su silla de ruedas,
la de las mujeres asesinadas un día sí y otro también.
La patria que ve derrumbarse todo el último año de cada sexenio.
Mi país, que sueña con que la verde sea campeona, algún día.
Mi patria, la de María Grever y Consuelo Velázquez,
la de Alfonso Reyes y Octavio Paz,
la de Sor Juana y Elena Garro,
la de José María Velasco y Tamayo,
la de Moncayo y Silvestre Revueltas,
la de Amado Nervo y Jaime Sabines,
la de Alfonso Caso y Matos Moctezuma
la del caballito de Tolsá y la cabeza de Sebastián,
la de Quetzalcóatl y Huitzilopochtli
La de las indígenas que piden limosna,
la de los limpiaparabrisas y los viene-viene,
la de las domésticas a las que les roban el cel en la combi…
Mi patria, en la que cada estado es un diamante
donde brillan el desierto y el mar,
los ríos y las montañas,
el verdor y los cerros pelones, tan nuestros…
Amo a México.
Estoy orgulloso de ser mexicano,
aunque me den vergüenza tantas cosas…
Amo a México,
aunque me duela tanto
que tengamos todo y nos saboteemos
(cada mexicano es un ganador que se mete el pie).
Si pudieras escucharme, Patria,
te diría: ten compasión de tus hijos…
(a pesar de todo, hay gente buena,
buena como los tamales y el pozole).
Te amo, México.
Gritaré el 15 de septiembre no por los héroes
que nos dieron una Patria que se desmorona
y una libertad que no entendimos,
sino por tu esencia cantarina y alegre.
Comamos, gritemos y bebamos este 15 de septiembre,
mientras lloramos por nuestras muertas,
por los jóvenes sin futuro,
por la desunión que acabará rompiéndonos.
Comamos, gritemos y bebamos,
por nuestra Patria de sangre coagulada.
¡Viva México! ¡Llora, México!