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viernes, marzo 29, 2024

Hedy Lamarr, la mujer que inventó el wifi

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Gabriela Pérez Aguirre*

El lunes 28 de junio de 1914 Francisco Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria-Hungría, sobrino del emperador Francisco José y heredero al trono del imperio austrohúngaro, se encontraba en Sarajevo para presidir unas maniobras militares junto a la condesa Sofia Chotek, su esposa, quien estaba embarazada de su quinto hijo. Un poco antes de las once de la mañana salieron del ayuntamiento de Sarajevo y justo en el momento de abordar el coche que los iba a trasladar recibieron sendos disparos mortales. Toda la prensa europea hizo eco del magnicidio. La Primera Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914; unos meses después, el 9 de noviembre, nació en Viena Hedwig Eva Maria Kiesler; hija de Emil Kiesler, banquero de origen ucraniano y de Gertrud Kiesler, pianista de ascendencia húngara.

El matrimonio Kiesler gozaba de una posición económica lo suficientemente próspera para proporcionar a su única hija una vida segura y cómoda. Su infancia transcurrió en reputados internados de Austria y Suiza, donde adquirió una sólida educación en idiomas, música y danza; además de las clases particulares que recibía de institutrices y profesores personales.

Cuando era niña, su madre la llevó a teatro y poco después vio su primera película: Metrópolis. Entonces Hedwig quedó enamorada de la actuación. En 1929 conoció a Wolf Albach-Retty, actor austriaco ocho años mayor que ella de quien se enamora y a quien ve en secreto hasta que fue descubierta por su padre. Como castigo los Kiesler la mandaron a un internado de “señoritas casaderas”, del que intentó escapar en varias ocasiones hasta que sus padres se dieron por vencidos y la hicieron regresar a Viena, donde se matriculó en la universidad. Wolf Albach-Retty fue conocido años más tarde, además de sus películas, por ser el padre de la actriz Romy Schneider. Hedwig comenzó sus estudios en ingeniería, pero los abandonó al poco tiempo atraída por el arte dramático. Se matriculó en Berlín en la prestigiosa escuela de Max Reinhardt, director de escena, productor de teatro, de cine, y cofundador del Festival de Salzburgo.

Tras su formación en el teatro, ya en Viena, Hedwig comenzó a trabajar en la industria del cine; en ocasiones con el nombre artístico de Hedwig Kiesler y en otras con el de Eddy Kiesler. Su debut fue en Geld auf der Straße (Dinero en la calle, 1930), la primera producción sonora del cine austriaco y en la que Hedwig Kiesler solo hacía de extra. Luego participó en otra producción checo-germana, ambas dirigidas por Georg Jacoby, Die Blumenfrau von Lindenau (La mujer de Lindenau), también titulada Sturm im Wasserglas (Tormenta en un vaso de agua, 1931), en la que por primera vez interpretó un papel, el de secretaria.

Apenas un mes después del estreno de Die Blumenfrau von Lindenau / Sturm im Wasserglas, la joven Hedwig fue seleccionada para un papel en la obra de teatro Das schwache Geschlecht (El sexo más débil), dirigida y producida por Max Reinhardt. A pesar de ser una completa desconocida en el mundo artístico, la belleza de Hedwig llamó la atención de Reinhardt, quien se dirigió a un grupo de reporteros que estaban asistiendo al casting, y les dijo: “La señorita Hedwig Kiesler es la mujer más bella del mundo”, palabras que no tardarían en difundirse a través de toda la prensa escrita.

Al terminar la representación de la obra Das schwache geschlecht y con diecisiete años de edad, Hedwig se trasladó a Berlín. Ahí fue contratada para tener una pequeña intervención en la película: Die Koffer des Herrn O.F. (Las maletas del señor O.F.), bajo la dirección de Alexis Granowsky. En el año 1931, durante una estancia en Berlín el director de cine y teatro Gustav Machatý conoció a Hedwig. Quedó subyugado ante su belleza, por lo que no dudó en elegirla para el papel principal de su próxima película, intitulada: Ekstase / Symphonie der Liebe (Éxtasis, Sinfonía de amor). Un año después, con diecisiete años de edad y bajo el nombre artístico de Eddy Kiesler, Hedy viajó a Checoslovaquia para participar en su quinta película y primera como protagonista. El film fue producido por la Deutsch Cinema Produktion bajo la dirección de Gustav Machatý.

Cuando era niña, su madre la llevó a teatro y poco después vio su primera película: Metrópolis. Entonces Hedwig quedó enamorada de la actuación. En 1929 conoció a Wolf Albach-Retty, actor austriaco ocho años mayor que ella de quien se enamora y a quien ve en secreto hasta que fue descubierta por su padre.

El guión de la película Ekstase incluía una secuencia de diez minutos en que la protagonista debía atravesar desnuda la arboleda de un bosque hasta sumergirse en un lago. Gustav Machatý le había prometido a Hedwig que las cámaras la filmarían a distancia desde lo alto de una colina mediante una imagen difusa. Después de algunas dudas, ella aceptó. Lo que el director no le dijo fue que su cuerpo sería captado con teleobjetivo, apareciendo en todo momento en pantalla como si la escena hubiera sido rodada a pocos metros de distancia.

También tuvo que interpretar la expresión de un orgasmo mientras el actor Aribert Mog la besaba. Para conseguir su objetivo, en esta escena el director tuvo que colocarse a los pies de la pareja y pincharle los talones a Hedwig con un alfiler, de forma que el dolor le provocó un grito y un espasmo fácil de confundir con un éxtasis de placer. Fue la primera película sin intenciones pornográficas en la que apareció un desnudo integral y se simuló un orgasmo femenino.

Tras rodar Ekstase, Hedwig recibió la propuesta para interpretar a la célebre emperatriz Isabel de Baviera, Sissi, en una opereta sobre su vida. Este trabajo la confirmó como una de las estrellas ascendentes del panorama teatral. Esa fama hizo que se cruzara en su camino el empresario Friedrich Alexander Maria “Fritz” Mandl. Cuando Mandl vio a Hedwig actuar en el teatro interpretando a Sissi se enamoró perdidamente de su belleza, la cortejó hasta que los padres dieron su consentimiento a esta relación. En mayo de 1933 se anunció el compromiso de la pareja, a la vez que la propia Hedwig notificó el final de su carrera artística una vez que culminaran las nupcias. El 10 de agosto de 1933 Hedwig Kiesler contrajo matrimonio con Fritz Mandl en Viena.

El estreno mundial de Ekstase se llevó a cabo en Praga el 20 de enero de 1934. En Alemania la película sufrió los rigores de la censura y la más insólita reprobación, dada la afiliación nazi de la mayor parte de la población y la ascendencia judía de la actriz. El 18 de febrero de ese mismo año se estrenó en Viena ante la más alta alcurnia austriaca, entre los que se encontraban los padres de la protagonista y su marido Fritz, visiblemente contrariado.

Mandl era extremadamente celoso y trató de deshacerse de todas las copias de Éxtasis. Hedwig se vio forzada a transformarse en lo que siempre había detestado, el trofeo de exhibición de un tirano. Solo le permitía desnudarse o bañarse si él estaba presente, la obligaba a acompañarle a todos los actos sociales y cenas de negocios para no perderla de vista. Hastiada del vacío en el que se había convertido su vida, Hedwig retomó la carrera de ingeniería.

En las reuniones de trabajo de Mandl a las que se la forzó asistir, en lugar de lamentarse por su pobre situación, aprovechó para recuperar sus inclinaciones ingenieriles, así que aprendió y recopiló información sobre las características de la última tecnología armamentística nazi. Su marido era uno de los hombres más influyentes de Europa y, antes de la Segunda Guerra Mundial, se dedicó a surtir el arsenal de Hitler y Mussolini. Por ello, pese a su origen judío, fue considerado como ario honorario por los gobiernos fascistas. Y eso Hedwig supo usarlo para defenderse como mujer y defender las libertades occidentales frente al fascismo-nazismo, en la medida de sus fuerzas y medios.

La vigilancia continua llegó a resultarle tan insoportable que decidió huir. Estando Mandl en un viaje de negocios, escapó por la ventana de los servicios de un restaurante y huyó en automóvil hacia Paris. No llevó más ropa que la puesta. Solo tomó las joyas para conseguir el dinero que le permitiese alejarse de allí. La fuga fue angustiosa, los guardaespaldas de su marido la persiguieron durante días. Finalmente logró llegar a Londres y embarcarse en el trasatlántico Normandie con destino a Estados Unidos. Coincidió con un viajero muy especial, Louis B. Mayer, presidente del mítico imperio industrial cinematográfico Metro- Goldwyn-Mayer MGM, quien le ofreció trabajo antes de llegar a puerto. La única condición que le impuso fue cambiar de nombre para evitar que el público la relacionara con la película Ekstase. De los nombres que le propusieron, se quedó con el de Hedy Lamarr, en memoria de la actriz del cine mudo Bárbara La Marr. La actriz más glamorosa sobre las pantallas había nacido.

Louis B.Mayer, presidente de la poderosa productora de cine, MGM, quedó prendado de la impresionante belleza de Hewig y la contrató. Fue protagonista en la grandiosa producción dirigida por el afamado cineasta Cecil B. DeMille que muestra el cartel.

Lamarr se instaló en Hollywood y trabajó con King Vidor (Camarada X, Cenizas de amor), Jacques Tourneur (Noche en el alma, 1944), Robert Stevenson (Pasión que redime, 1947) y Cecil B. DeMille (Sansón y Dalila, 1949). Protagonizó una treintena de películas, pero no tuvo demasiado ojo al elegirlas. Sin ir más lejos, rechazó dos obras de arte como Luz de Gas y Casablanca. En 1941 el mundo ya estaba inmerso en la Segunda Guerra Mundial.

Con el nuevo planteamiento estratégico basado en el empleo masivo y coordinado de la aviación como artillería volante y las unidades acorazadas como caballería mecanizada, los ejércitos alemanes habían barrido las fuerzas polacas y francesas de forma rotunda y tremendamente rápida. Hedy conocía de cerca las prácticas de gobierno de Hitler y alimentaba un profundo rencor hacia los nazis, por lo que decidió aportar su contribución personal al esfuerzo de guerra de los aliados. En primer lugar ofreció su trabajo y su preparación como ingeniera al apenas creado National Inventors Council, pero su oferta fue rechazada por las autoridades; le aconsejaron que basase su participación en su físico y en su éxito como actriz, promoviendo la venta de bonos de guerra.

Lejos de desanimarse u ofenderse, consultó a su representante e idearon una campaña en la que cualquiera que adquiriese 25.000 o más dólares en bonos, recibiría un beso de la actriz. En una sola noche recaudó 7 millones de dólares. Pero Hedy no estaba satisfecha, deseaba que mejorasen las oportunidades de los ejércitos aliados, y examinó qué podría hacerse en los campos más sensibles a la innovación. El área de las comunicaciones era especialmente crítica en una guerra de movimientos constantes de tropas y armamento, y la radio resultaba el medio de comunicación más adecuado. Por otra parte, también se estaban experimentando sistemas de guiado de armas por control remoto mediante señales de radio.

Sin embargo, el uso de estas señales radioeléctricas presentaba dos problemas fundamentales: Primero, las transmisiones eran vulnerables. Debido a la duración de los mensajes, el enemigo podía realizar un barrido de frecuencia en diferentes bandas y tener tiempo de localizar la emisión. Una vez hallada, podían generarse interferencias que impidiesen la recepción o atacar directamente el transmisor, según conviniese.

Lamarr se caracterizó por su búsqueda de independencia, su gusto por el conocimiento útil, ya sea en la ciencia, la tecnología o las artes.

El segundo aspecto negativo era la propia inseguridad en la recepción de la señal de radio, no solo por las interferencias intencionadas, sino por la afectación de la propagación de las ondas debida a causas meramente naturales, como accidentes geográficos, condiciones meteorológicas, reflexiones en la alta atmósfera.

Hedy Lamarr se interesó por los temas de la defensa nacional a raíz del trágico hundimiento de un barco lleno de refugiados por un submarino alemán en 1940, cuando los Estados Unidos aún permanecían neutrales. El sistema concebido por Hedy partía de una idea tan simple como eficaz. Se trataba de transmitir los mensajes u órdenes de mando fraccionándolos en pequeñas partes, cada una de las cuales se transmitiría de manera secuencial cambiando de frecuencia cada vez, siguiendo un patrón pseudoaleatorio. De este modo, los tiempos de transmisión en cada frecuencia eran tan cortos y además estaban espaciados de forma tan irregular, que era prácticamente imposible recomponer el mensaje si no se conocía el código de cambio de canales.

El mensaje o la orden (en caso de un control remoto) utilizaba un sistema binario, modulando la frecuencia portadora con una señal de baja frecuencia fija, de 100 o 500 Hz, lo que permitía añadir filtros sintonizados a estas frecuencias en el receptor para eliminar las señales parásitas. Así se mejoraba la calidad de la recepción. El receptor estaba sintonizado a las frecuencias elegidas para la emisión y tenía el mismo código de cambio, saltando de frecuencia en forma sincrónica con el transmisor. Este procedimiento se conoce ahora como “transmisión en espectro ensanchado por salto de frecuencia”, en inglés, Frequency Hopping Spread Spectrum (FHSS).

Las principales ventajas que presentan las señales de este tipo de sistemas es que son inmunes a ruidos e interferencias y difícil de reconocer e interceptar. Las transmisiones de este tipo suenan como ruidos de corta duración, o como un incremento de ruido en el receptor, excepto para el que esté usando la secuencia de salto que se está empleando en el transmisor. Además, estas transmisiones pueden compartir una banda de frecuencia con muchos tipos de transmisiones convencionales, pero enfrentan una mínima interferencia. No es necesario que las frecuencias de emisión sean contiguas.

El transmisor y el receptor eran asequibles a la tecnología de la época, basada en componentes electromecánicos y válvulas de vacío, aunque resultaban voluminosos y frágiles. Hedy no tenía ningún problema en diseñar y construir ambos aparatos, pero quedaba pendiente el delicado problema de la sincronización. Necesitaba la colaboración de alguien experto. La casualidad vino en su ayuda. En una cena conoció a George Antheil, pianista y compositor norteamericano, admirador de Stravinski e inmerso en los movimientos dadaísta y futurista. Años atrás, el 4 de octubre de 1923, había protagonizado un escándalo mayúsculo en el Teatro de los Campos Elíseos de París durante el estreno de su obra Ballet Mécanique. La “orquesta” de este ballet estuvo compuesta por dos pianos, dieciséis pianolas sincronizadas, tres xilófonos, siete campanas eléctricas, tres hélices de avión y una sirena. A pesar del apoyo de figuras como Erik Satie, Jean Cocteau, Man Ray y James Joyce, la reacción mayoritaria del público fue de rechazo. Dejando aparte las opiniones de los musicólogos, lo cierto es que Antheil había logrado sincronizar sin cables 16 pianolas que formaban parte de la orquesta mecánica; esta precisión era justamente lo que Hedy estaba buscando.

El compositor y pianista George Antheil, colaborador de Lamarr, enseña parte de sus artefactos dadaístas, futuristas, que habría de utilizar durante sus conciertos en vivo.

Ambos trabajaron por más de seis meses tratando de encontrar la solución. Emplearían dos pianolas, una en la estación emisora y otra en la receptora, y codificarían los saltos de frecuencia de acuerdo con los taladros longitudinales efectuados en la banda de papel, como en una pianola común. La secuencia de los saltos solo la conocería quien tuviese la clave, la melodía, lo que aseguraba el secreto de la comunicación. Los motores de arrastre de ambos dispositivos estaban sincronizados por sendos mecanismos de relojería de precisión y, además, el transmisor emitía de manera periódica una señal de sincronismo para compensar cualquier desviación.

El 10 de junio de 1941 presentaron al registro de patentes su solicitud: “SECRET COMMUNICATION SYSTEM”, concedida el 11 de agosto de 1942, cuando los Estados Unidos ya estaba en guerra con Japón y Alemania. Hedy firmó con su apellido de casada, Markey. Es de destacar que aunque la patente se intitula “Sistema Secreto de Comunicación”, tanto el texto de la descripción como los dibujos se refieren a la aplicación concreta como control remoto del timón de un torpedo. En las reivindicaciones se amplía el ámbito a “un sistema secreto de comunicación (que consta de) una estación transmisora incluyendo medios para generar y transmitir ondas portadoras de una pluralidad de frecuencias…”, sin concretar el tipo de modulación, lo que implica que puede emplearse para la transmisión de sonidos y mensajes hablados.

Otro aspecto curioso tiene que ver con el hecho de que hayan decidido usar una cinta de pianola que permite grabar 88 señales, correspondientes a las 88 teclas del piano. Tal número resultaba innecesario, pero a los inventores se les ocurrió aprovechar los canales sobrantes, en todo o en parte, a fin de crear falsas transmisiones y confundir al enemigo. Así, en el dibujo del transmisor se representan 7 condensadores (24a a 24g) para poder transmitir en siete frecuencias, en tanto que en el receptor solo se dispone de 4 condensadores para sintonizar las frecuencias útiles. Los tres canales restantes emiten señales falsas, que no pueden ser sintonizadas por el receptor propio, y están destinadas a confundir al adversario. Esta característica se recoge en la reivindicación 6ª de la mencionada patente.

Croquis del sistema ideado por Lamarr en colaboración con George Antheil.

Su invento interesó a los militares, aunque suscitó diversas opiniones. La marina de Estados Unidos argumentó que, por problemas en su mecanismo, el sistema era excesivamente vulnerable e inadecuado. Lamarr y Antheil no insistieron, se olvidaron del tema y volvieron a sus labores profesionales.

Si bien la idea era difícil de llevar a la práctica a principios de los años 1940, el enorme progreso de la electrónica con la invención del transistor hizo factible su utilización pocos años después. En 1957 ingenieros de la empresa estadounidense Sylvania Electronics Systems Division desarrollaron el sistema patentado por Hedy y George, adoptado por el gobierno para las transmisiones militares tres años después de caducar la patente. La primera aplicación conocida se produjo durante la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, cuando la fuerza naval enviada por los Estados Unidos empleó la conmutación de frecuencias para el control remoto de boyas rastreadoras. Después de dicho incidente se adoptó la misma técnica en algunos dispositivos utilizados durante la guerra del Vietnam y, más tarde, en el sistema norteamericano de defensa por satélite (Milstar). En la actualidad muchos sistemas orientados a voz y datos, tanto civiles como militares, emplean sistemas de espectro ensanchado, entre ellos todas las tecnologías inalámbricas; tanto la telefonía de tercera generación como el Wifi, el GPS o el Bluetoot se basan en el cambio aleatorio de canal. Y cada vez se encuentran más aplicaciones en la transmisión de datos sin cable.

Una mujer entre la invención tecnológica y el glamur hollywoodense.

Aunque la actriz no consiguió ganar ni un solo centavo por la patente, que caducó sin ser utilizada, no puede discutirse que fue la pionera en esta técnica. Los honores y el reconocimiento tardaron en llegar. En los años que siguieron a la guerra Hedy fundó su propia compañía cinematográfica, con la que produjo y protagonizó algunas películas mediocres. Durante los descansos de los rodajes aprovechaba para seguir explorando su faceta de inventora, la cual se mantuvo en secreto mientras fue estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer. Al parecer, se creía que podía perjudicar su imagen de diva. Cuando dejó la compañía, ya nadie la asociaba a ningún invento.

Su vida personal no fue afortunada. Sus seis fracasos matrimoniales (con Fritz Mandl, Gene Markey, Sir John Loder, Ted Stauffer, W. Howard Lee y Lewis J. Boles) junto al declive de su carrera cinematográfica la llevaron a un consumo masivo de pastillas y a una obsesión enfermiza por la cirugía estética. Se volvió cleptómana y protagonizó sonados escándalos al ser detenida en diversas ocasiones. Finalmente se recluyó en su mansión de Miami, donde pasó los últimos años de su vida, aislada de un mundo que celebraba las nuevas aplicaciones de su invención sin siquiera nombrarla.

En Austria, el Día del Inventor se celebra el 9 de noviembre en su honor.

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