Fui muy fan de Woody Allen durante años. Años en los que no me dedicaba a escribir sino a bailar. Años difíciles, como cualquier año que se ve a la distancia y ha sido superado.
Hoy puedo decir que de Allen me quedo con tres o cuatro películas, sin embargo, fue parte de mi educación sentimental.
Como cualquier persona curiosa he tratado siempre de buscar temas que me dejen pensando un rato, y sin duda, la forma en la que Allen ha abordado a lo largo de su filmografía las relaciones de pareja me llevó a ciertos conflictos que fui resolviendo mientras me divorciaba del propio Allen.
Con el tiempo descubrí que el célebre newyorkino se repetía constantemente, y no sólo eso, hacía una serie de alter egos que le adjudicaba a sus actores y actrices, robándoles la posibilidad de explotar sus propios potenciales artísticos, lo que me llevó a la conclusión de que Woody es, ante todo, un onanista profesional.
A las películas de Allen también les debo una gran parte de mis descubrimientos musicales.
Puede que ya no me atraigan ni me enganchen sus guiones, pero si me veo obligada ver una de sus nuevas películas, me atasco de palomitas y pongo atención a los soundtracks. Así descubrí ya hace muchos años a Django Reindthard, cuya versión de “Body and soul” me sigue pareciendo de lo más fresco que hay.
De las últimas películas de Woody que me gustaron y que puedo ver varias veces por su ingenuidad es “Conocerás al hombre de tu sueños”, una trama ligera donde la charlatanería de una vidente hace las delicias (y las desgracias) de toda una familia.
Cada vez que la vuelvo a ver me gusta menos, sobre todo porque ya no soporto la impostura culterana del director quien está empecinado en que se le note lo leído. Pero aun así sigue seduciéndome la selección de rolas que mete. En “Conocerás al hombre de tus sueños” descubrí a Leon Redbone: un personajazo que es entre gánster, pachuco y dr. Gadtget.
La canción de la película no es otra más que la que siempre hemos escuchado en las cortinillas de Disney: “When you wish upon a star”, pero la voz cansona y grave de Redbone la hace resurgir como una joya.
Por eso, y porque uno no debe ser ingrato con los ídolos caídos, sigo guardándole respeto a Woody Allen.
Aunque sus obras de senectud sean paja.
Aunque se mame a sí mismo en cada película.
Tiene todo el derecho a hacerlo, ¿no?