Uno de los vicios más arraigados (y chocantes) entre los usuarios de redes sociales es reproducir –como imbéciles– hechos evidentes.
Que si AMLO ya volvió a arremeter contra los periodistas, ahí van todos a llamarlo opresor…
Que si la Selección metió un gol (raro) o, más bien, si le metieron el gol a la Selección (siempre), los hinchas corren a escribir en su muro “Gol-gooooool”. Como si fuera, ¡ay!, una auténtica primicia.
Supongo que de esta actividad nació después los memes, que se repiten y se repiten hasta la ignominia.
Estas manifestaciones masivas de obviedad crean ese otro fenómeno llamado viralización.
La sed de protagonismo nos seduce y no vemos con claridad lo absurdos que somos en estos casos, ya que esa sed solo se sacia cuando se escupe lo que pretendemos comunicar, que no es otra cosa que un hecho evidente y no algo único.
Lo sabroso del chismorreo es precisamente el factor sorpresa: poseer y lanzar una noticia (de preferencia maliciosa) que genere estupor en un sujeto menos informado.
Que haya un sismo y que todos nos demos cuenta no es novedad, entonces, ¿por qué insistir en reafirmar nuestras taras intrínsecas escribiendo en los muros de Facebook: “¡está temblando!”?
Sólo los muy borrachos o los que están dormidos o los que van en el carro o los bebés, pueden decir (con sinceridad) que no sienten un temblor de 8.2 grados. ¡Qué mal le han hecho las redes sociales al sentido común y a la así llamada cultura de la prevención!
Por otro lado, la figura pública que abre su cuenta de Twitter y no aguanta la crítica comete dos errores: pierde credibilidad por intolerante y exhibe su incongruencia, pues generalmente esas figuras públicas entran a este tipo de espacios para externar no sólo opiniones, sino críticas hacia los demás (incluyendo a muchos que acaban bloqueando).
Es cierto que en ocasiones el nivel de barbajanería que se puede alcanzar desde el anonimato da pie a que bloqueemos a gente que no abona al diálogo y salpica de estiércol los timelines.
También es muy chocante que cualquiera te agarre de barco para publicitarse y te etiquete en fotos o publicaciones que NO son de tu interés.
En ese caso sí estoy de acuerdo en que se recurra al bloqueo, pero hay personajes que bloquean a la gente a la menor provocación, o porque tienen la piel muy fina o porque simplemente son incapaces de responder a la crítica con inteligencia y sin que les gane el hígado.
Creo que un influencer no debe, bajo ninguna circunstancia, dar de baja a un seguidor por más que sea ofensivo el tuit que lo mencione. Por eso son influencers: porque millones los siguen; desde otros “figurones” hasta locos fundamentalistas, pasando por bots y ex novias psicópatas.
Las redes se han vuelto una variación sobre el mismo tema.
Urge algo nuevo que nos saque del tedio.
En su momento fue Tik Tok, sin embrago, ahora que se avecinan las campañas, es penoso ver cómo los aspirantes hacen ridículos legendarios con tal de llegar a las masas.
Es lo que hay, por hoy… ¿Ahora qué sigue?