Las parejas nuevas sueñan con casas llenas de niños. Con jardines constelados de flores. Con viajes que los saquen de su prematuro hastío. Con cavas llenas de los mejores vinos. Con muebles italianos y pantallas gigantes donde pueden fantasear con el destino. Se juran amor eterno y prometen ser fieles hasta la muerte. Las mujeres buenas le hacen el desayuno a sus esposos.
Les arreglan las corbatas al salir.
Cuidan atentamente de los hijos.
Los hombres ejemplares se despiertan temprano y salen de día a sus trabajos en busca de todo, lejos del ruido. Las parejas pares no se dicen la verdad por miedo a romper la perfección.
Las parejas bonitas no se gritan ni exhiben públicamente sus carencias. Salen maquilladas a las mesas donde son vistas con recelo, pero siempre con admiración. Las parejas sólidas ahorran para el futuro y dejan de vivir el presente.
Las parejas risueñas no se cuentan sus pasados.
La pareja está constituida por dos personas que se creen suertudas al haberse encontrado.
La gente con suerte va, viene y desaparece.
Es más visible y obvia que un anuncio de neón.
La suerte llega siempre (aunque a veces no llegue rápido).
La gente con suerte programa cada verano sus vacaciones familiares al mismo all inclusive.
La gente con suerte que no ha atropellado a nadie en su camino sin curvas.
La gente con suerte es la que se cree más dichosa, y en el fondo es la más desgraciada.
Su vida no da vueltas de tuerca.
Sus sábanas no tienen otra huella más que la de un cuerpo ajeno que le genera bostezos. Los hombres suertudos son hombres que hacen feliz a una sola mujer que a su vez es infeliz porque la suerte de tener a un hombre con suerte no vale la alegría, sino la pena.
Pero ojo: la buena suerte no permanece mucho tiempo en manos de los improvisados.
La buena suerte lleva al “hombre bueno” hacia un Edén artificial mientras pague puntualmente sus impuestos y recoja la mierda de su vecino con la misma mano con la que saludó al papa en San Pedro dos días antes de acabar su luna de miel.
Ser pareja está estrechamente ligado a un tipo de suerte.
¿Mala, buena?
Nadie lo sabe.
Pues la suerte no regala más que cosas efímeras.