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jueves, diciembre 5, 2024

Está dicho que nadie debe saber nada

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El 24 de diciembre de 2018, hace tres años, fallecieron Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle cuando el helicóptero en el que viajaban a la Ciudad de México se desplomó. Las siguientes líneas forman parte de una novela en preparación llamada Está dicho que nadie sabrá nada. En 2022 será publicada y puesta en circulación.

 

 

(Tlalpan, ciudad de México, 24/12/2018)

El presidente López Obrador leía en un rincón de su casa de Tlalpan un escrito del historiador Agustín Rivera sobre la muerte de Maximiliano.

Un escrito acerca de Maximiliano tendido sobre una mesa rústica totalmente desnudo. El presidente Juárez (acompañado de Lerdo de Tejada) pidió ver el cadáver de su enemigo a solas. La orden fue concedida justo a las doce de la noche. Juárez entró al lugar en la oscuridad, sin que nadie lo viera, y revisó el cuerpo desnudo del emperador de México. Revisó las largas piernas, los dedos fríos, el vientre delgado, la barba rubia (pelirroja), la enorme frente, los ojos bien cerrados. Revisó también las orejas y el pene flácido. (El vello púbico también era de un color rojizo).

Con la mano derecha, dice el historiador Rivera, el presidente midió el cadáver desde la cabeza hasta los pies y le comentó a Lerdo: “Era alto este hombre; pero no tenía buen cuerpo: tenía las piernas muy largas y desproporcionadas”. Lerdo seguramente asintió con la cabeza, aunque el historiador no lo dice. Juárez siguió con el ritual de humillación, y agregó: “No tenía talento, porque aunque la frente parece espaciosa, es por la calvicie”. Lerdo prefirió no decir palabra.

Rivera narró entonces que la orden de Juárez fue que pusieran las piernas por delante a la hora de meterlo al pequeño féretro. Y aunque el historiador no lo dice (lo cuentan otros), las piernas del emperador fueron serruchadas para que cupiera.

López Obrador soltó una carcajada furiosa y caminó hacia donde Beatriz, su esposa, preparaba la mesa en la que celebrarían la Navidad.

—¡Juárez era un gigante! —exclamó el presidente entre las risas de ella.

En ese momento, un auxiliar moreno, de casquete corto, casi a la brush, entró a la casa con una noticia: el senador Moreno Valle acababa de morir en un accidente aéreo. López Obrador pidió que le repitieran el parte. El militar vestido de civil lo hizo de nuevo y asentó que con él también había fallecido la gobernadora de Puebla. Beatriz palideció y musitó algo. El presidente la vio de reojo, respiró profundo y dijo como en un grito: ¡Quiero ver el cuerpo de Moreno Valle!

 

 

 

(Ciudad de Puebla, 24/12/2018)

Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso preparaban todo para ir a comer a la casa de los padres del primero, en las Lomas de Chapultepec.

Rafael había insistido en que viajaran a bordo del poderoso Agusta negro, el Ferrari de los helicópteros, propiedad del gobierno del estado. La gobernadora no estuvo de acuerdo porque era un doble vuelo de tipo personal. No quería violar el menor de los preceptos administrativos. Vía telefónica le había pedido a Eduardo Tovilla, secretario de Finanzas, que contratara un helicóptero con los hermanos Torre Mendoza, dueños de Servicios Aéreos del Altiplano.

La gobernadora salió de su casa de Las Fuentes hacia el Triángulo de Las Ánimas, donde sostendría un par de reuniones rápidas. Había insistido en mudarse a Casa Puebla hasta enero de 2019. “No me voy a llevar nada de mi casa. Sólo mi ropa, corazón”, le había dicho días atrás a su mamá.

El senador se quedó en su casa. Estaba de excelente humor. Sus abogados le habían dicho que los tres recursos de inconstitucionalidad promovidos a iniciativa suya marchaban muy bien. Recibió a un par de amigos suyos en su despacho. Brindaron por la Navidad con agua Perrier. Luego se despidieron con el mayor de los optimismos. Más tarde alcanzó a su esposa en unas oficinas del Triángulo. Un auxiliar le informó que el helicóptero Agusta Westland AW1095 Grand, matrícula XA–BON, llegó primero a la casa del exdiputado priista José Chedraui, en avenida Hermanos Serdán, y que ya estaba en el helipuerto del Triángulo.

—Muy bien, señora gobernadora: ¿Cuál es el plan? —preguntó el senador cuando ella terminó sus reuniones.

—(Risas). Comemos con tus papás y luego nos regresamos a cenar con mi mamá a La Calera.

—¿Cómo te fue en tus reuniones?

—Muy bien. Vino Michel Chaín y acordamos varios temas sobre Medio Ambiente. Por cierto: me hablaron de parte de Olga Sánchez Cordero. Quieren que vaya a Gobernación la primera semana de enero.

—Ja. Antes no te querían ver y ahora pasa todo lo contrario.

A la charla salió el nombre de Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública del gobierno de López Obrador.

—Me dijeron que Esteban está teniendo reuniones con la gente de Morena en Puebla. ¿De qué se trata? Qué falta de tacto. Yo soy la gobernadora constitucional —dijo ella.

—Voy a hablar con Esteban. Son mamadas —acotó el senador—. ¿Tienes las notas de la reunión?

—Se las voy a pedir a Sandra Izcoa.

Y así lo hizo desde su Whatsapp.

Sandra le envió la información y Rafael las leyó rápidamente. Le pidió entonces a Héctor Baltazar, su secretario privado, que lo comunicara con Luis Maldonado Venegas. La conversación cerró con un “dile a Moctezuma que Martha es la gobernadora“.

—¿Habló tu papá con Julio Scherer? —preguntó Martha Érika.

—Sí. Le dijo que por favor interviniera para frenar a Yeidckol.

—¿Y qué le dijo?

—Que va comentárselo a un amigo en común para calmarla.

Un auxiliar le dijo a la gobernadora que el helicóptero saldría a la Ciudad de México cuando ella lo ordenara. Moreno Valle recibió en ese momento una llamada de Marko Cortés y le pidió que se adelantara: la vería en el helipuerto. La gobernadora entró al elevador. Arriba, el capitán Roberto Coppe charlaba con Marco Tavera, su copiloto. Ese lunes había un clima cálido, sin viento, y sin reportes de inestabilidad de acuerdo con el meteorológico. Los pilotos hablaban de que a su regreso de la ciudad de México irían a sus respectivas casas. La cena de Navidad estaba casi lista.

Cuando el senador subió al helipuerto escuchó un ruido extraño: un ruido como de hacha: persistente. Había realizado más de mil viajes a lo largo de su vida. Los helicópteros los conocía mejor que sus relojes. Iba a hacerle el comentario a Coppe, pero a su celular entró otra llamada. Era Ricardo Monreal para desearle feliz navidad.

 

(Nueva York, 24/12/2018)

El restaurante Tehuitzingo estaba lleno como era costumbre.

En un banquito, Mario Marín —enfundado en un abrigo largo— esperaba ser atendido por un mesero de la Mixteca poblana. Estaba con su compadre Pipo Forcelledo y Erasmo Morales, el nuevo Míster Tortilla. Apenas lo vieron los meseros, lo reconocieron:

—¡Mi góber precioso! ¡Qué gusto! ¿Qué le servimos?

—Dame seis de carnitas. Y no seas llevado, compañero.

—¡Salen seis de carnitas para la mesa ocho! —gritó el mesero.

La charla giró sobre el presidente López Obrador y Moreno Valle. El exgobernador dijo que ya se había sentado con Olga Sánchez Cordero y que casi había terminado de arreglar el nuevo juicio promovido por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en contra suya. “Olga me dijo que el presidente no quiere más conflictos y que van a darle atole con el dedo a estos hijos de la chingada“, reveló al tiempo de darle un trago a su tequila.

—¿Y qué vamos a hacer con Moreno Valle, compadre? Dile a doña Olga que ya lo entamben. Le está haciendo puras mamadas al presi —atajó Pipo.

—A ese cabrón le tengo preparada una sorpresita, compadre. Ya lo vas a ver. Traigo en la cabeza todas las chingaderas que me ha hecho. Fito Káram ya está trabajando en eso. También me van a ayudar Carlos Talavera y el compadre Valencia, líder de los tianguistas de San Martín Texmelucan. No se la va a acabar.

En la televisión aparecía una telenovela colombiana con una actriz de senos enormes. “Yo ahí me acababa de criar“, dijo Pipo. Las risas de Erasmo y Marín llegaron hasta la cocina.

—¿Entonces dónde vamos a cenar, compadre?

—En el Rosa Mexicano. Fue el que nos recomendó Erasmo.

—Les va a encantar —dijo el empresario mixteco—. Hacen el mejor guacamole del mundo.

—¡Qué puto frío hace! —se quejó Marín.

—¡Culerísimo! —asentó Erasmo.

Un Whatsapp entró al celular del exgobernador. En ese instante, una locutora de origen mexicano interrumpió la novela para anunciar que Moreno Valle y su esposa habían muerto en un accidente aéreo.

Marín, jubiloso, les leyó el Whatapp con la misma noticia. “¡No mames, pinche compadre, ésta era la sorpresita que nos tenías guardada!“, dijo Pipo. Marín sonrió emocionado. Algo escribió en su Whatsapp y luego ordenó una botella de tequila Selección Suprema, de Herradura.

—¡Hay justicia todavía, mi Pipo! ¡Diosito está con nosotros! —dijo el ex gobernador quitándose el abrigo.

 

 

 

(Lomas de Chapultepec, ciudad de México, 24/12/2018)

El diputado Fernando Manzanilla hablaba con un amigo vía telefónica.

Eran casi las nueve de la noche en Madrid. Ambos se desearon feliz navidad y luego se trenzaron en una vieja discusión relacionada con la estancia en México del cuñado de Rafael Moreno Valle.

—El otro día en el Palacio de la Zarzuela un amigo empresario me preguntó por ti. Ya vente a vivir a Madrid. ¿Qué haces en ese país lleno de narcos? Tu amigo Felipe González nos platicó el otro día lo de los ladrones de combustible. Allá se roban todo, Fernando. Por cierto: de buena fuente sé que el nuevo gobierno de AMLO va por Peña Nieto a través de Emilio Lozoya. Hace unas semanas me lo encontré en la Costa del Sol con una chica rusa guapérrima. ¿Ya se divorció? Me la presentó como Nikita. Pero en la Federación Rusa hasta los vodkas se llaman Nikita.

Manzanilla soltó una carcajada. Le dio una fumada a un habano Hoyo de Monterrey, dijo dos o tres cosas más y le deseo feliz navidad a su amigo. Luego se puso a hablar en inglés con otro amigo suyo de sus tiempos de Harvard. Gaby, su esposa, lo escuchaba desde un sillón.

—Dice mamá que no lleguemos tarde.

—Ay, Gaby, la verdad es que no tengo ganas de ir. Vayan tú y Mateo.

—No, Fer. Nos invitaron a todos.

—Pero van a estar tu hermano y su mujer. Tú mejor que nadie sabes cómo están las cosas entre nosotros.

—Pues ni los veas ni los oigas. Además, papá y mamá los van a poner muy alejados de nosotros.

—(Risas) No, mi amor. A quienes nos van a poner casi por la puerta de servicio va a ser a nosotros. Mejor vamos al Churchill’s.

—No seas malo, Fer. Papá y mamá no harían eso. Además, Martha y Rafael se van a ir rápido porque van a cenar con la mamá de ella.

—Ah, qué interesante. ¿O sea que van a usar el helicóptero del gobierno del estado para un tema privado?

—No empieces, Fer. Ya déjalos en paz. Además el helicóptero en que viajarán no es del gobierno del estado. Martha ya es gobernadora. Ya supéralo.

—(Risas). Que lo superen ellos. Yo estaré muy pendiente de sus movimientos. Recuerda que sé dónde están las perillas de Casa Puebla y sé dónde se guardan los cadáveres.

—Qué malo eres, Fer. Ten piedad de mí y de mis papás. No sabes cómo nos estresan tú y Rafael. Cómo extraño los tiempos en que eran amigos entrañables.

—Eso ya pasó, Gaby. Hoy somos enemigos irreconciliables.

 

 

 

(Restaurante La Única, Puebla, 5/2/2019)

Uno a uno fueron llegando los comensales. Eran siete: Pepe Hanan, Arturo Luna, Ricardo Morales, Erick Becerra, Juan Pablo Vergara, Ricardo Gutiérrez y el exgobernador Tony Gali.

No se habían visto desde diciembre. Cuando menos en grupo. El tema inevitable fue la muerte de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle. El mesero se metió entre los abrazos y les llevó jabugo, vino y ron Zacapa.

Las reacciones seguían siendo de estupor, de sorpresa. Los diálogos se mezclaban. Se peleaban las palabras. El exgobernador narró su experiencia. Estaba en la casa de su suegra cuando le hablaron por teléfono para informarle del siniestro. Era la comida previa a Navidad. Su esposa Dinorah vio el rostro pálido y le preguntó qué pasaba. Él se quedó mudo. Soltó algún comentario, ofreció disculpas y se fue a su casa. Ahí estuvo hablando con todo mundo. Las horas se le fueron así.

Los comensales querían saber más. Se hacían preguntas sin respuestas. Gali aventuró una hipótesis de lo que pasó en el helicóptero:

“Todo iba bien cuando de pronto estalló un gas lacrimógeno que venía debajo de uno de los asientos. El humo provocó que los pilotos perdieran el sentido de las cosas. Seguramente hicieron movimientos bruscos. Ya podrán imaginarse las toses, los gritos, el humo por todos lados. Al parecer, Rafael alcanzó a abrir la puerta. Siempre viajaba del lado de la puerta. Es parte de los protocolos. Salió disparado hacia abajo. El helicóptero cayó después de él. Fue terrible. Espantoso”.

—¿Pero quién puso el gas lacrimógeno? —preguntó uno.

—Yo creo que nunca lo sabremos —fue la respuesta.

—¡Alguien cercano a la gente del taller en el que le daban servicio al helicóptero! —sugirió otro.

—¿Y quién activó el gas lacrimógeno?

—Se puede activar desde un teléfono celular.

—Ufff.

Las preguntas no dejaban de hacerse. Tampoco escaseaban las respuestas.

—Supe que las cosas ya no iban bien entre ustedes —le dijo Vergara a Gali.

—Tuvimos diferencias al final. Querían que yo asumiera el costo político de incrementar la tarifa al transporte público.

—De hecho vi que no se saludaron el día en que Martha Érika rindió su primer discurso como gobernadora.

Vergara narró la escena posteriormente, ya sin el exgobernador: “Tony estaba caminando al final del acto y vio venir, abrazados, a Rafa y a Manuel Velasco, el gobernador de Chiapas. Rafa lo vio y se siguió de largo. Muy sonriente. Muy platicador. Tony pasó de lado sin inmutarse. Ufff, pensé, qué escena de poder”.

 

 

(Cerro de la Chimenea del Chacuaco, 24/12/2018)

Las familias Tlaxcaltécal, Coyotécatl y Xochimitl tenían programado cenar para celebrar la Nochebuena en la casa de don Eugenio Técotl.

Antes, todos irían a la misa de acción de gracias a la Iglesia de Santa María de la Asunción. Habían matado dos guajolotes y un marranito, que serían preparados por las sabias manos de doña María Xochimitl, cuyo esposo, conocido como Llanta baja, respondía al nombre de Raymundo Coyotécatl.

Machete en mano, después de comer, Llanta baja se daba a la tarea de recoger el zacate de la siembra del temporal cuando escuchó un ruido en el cielo. Algo así como un “tronido” o como si algo sonara muy fuerte. Como cuando un borrachito de Tlaltenango subió a la torre y le dio un golpe seco a la campana de la iglesia construida entre 1521 y 1707.

Don Raymundo Coyotécatl vio algo que se incendiaba en el cielo y que caía a la altura de sus tierras, donde siembra maíz, frijol y chile. Tomó su bicicleta y se acercó al lugar, igual que otros curiosos.

Nadie sabía que en ese helicóptero iban la gobernadora Martha Érika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle. Entre cuchicheos y fotos tomadas con sus celulares, los habitantes de la zona vieron llegar también a los primeros uniformados, quienes acordonaron el área y a grito abierto les decían que no querían mirones.

Llanta baja también empezó a gritar, pues él área acordonada era la tierra que le dejó como herencia su padre, don Simón Coyotécatl, a quien apodaban el Chacuaco, por su manera de fumar.

—¡Éstas son mis tierras! —les gritaba a los soldados—. ¡Váyanse de aquí! ¿Quién me va a pagar el estropicio?

—¡Cállese y váyase, señor! ¡Déjenos trabajar! —le respondió un sardo.

Cuando Llanta baja se enteró que uno de quienes habían caído en sus tierras era el exgobernador Moreno Valle, más le entró la muina, pues él y otros habitantes de Coronango no lo querían.

Así se estuvo Llanta baja varias horas, preguntando entre gritos quién le iba a pagar los 20 mil pesos que se había gastado en limpiar su terreno y cuándo lo desalojarían. Más tarde, en la cena de Nochebuena, el siniestro fue motivo de todo tipo de comentarios. Todos hablaban de que tomaron fotos pero que los soldados les habían quitado sus celulares.

—¡Ya ponte sosiego, Raymundo! —le dijo por enésima vez su esposa María Xochimitl, cuando éste seguía gritando, entre tragos de aguardiente, que quién chingaos le iba a pagar los daños ocasionados por el helicóptero de Moreno Valle.

 

 

(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)

El hotel Presidente Intercontinental fue el lugar elegido para definir el discurso luctuoso de ese día.

Rafael Moreno Valle Suárez, padre del senador fallecido un día antes, convocó a Luis Banck y a Florentino Alonso, hermano de Martha Érika. El encuentro fue emotivo. Largos abrazos y llantos cortados precedieron sus palabras.

El padre del exgobernador les confió que doña Gabriela Rosas, su esposa, estaba desolada. También les dijo que de Palacio Nacional se habían comunicado con él para comentarle que al homenaje luctuoso acudiría Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, en representación del presidente López Obrador.

Entre los tres definieron las líneas del discurso que pronunciaría Luis Banck, exalcalde de Puebla y amigo entrañable de la pareja fallecida. Un nuevo abrazo selló los acuerdos y la despedida.

—Nos vemos en la Plaza de la Victoria —les dijo don Rafael.

—Te reitero mi cariño, querido Chacho —fue la respuesta de Banck.

Hacia las cinco de la tarde, la Plaza de la Victoria estaba llena. Cerca de dos mil personas se habían dado cita para despedir a Martha y Rafael. El ex gobernador José Antonio Gali llegó con Dinorah López, su esposa. Un solo color bañaba la escena: todos iban de riguroso negro. Gobernadores, senadores, diputados y amigos entrañables de Rafael y Martha estaban ahí para despedirlos. En una esquina, inconsolable, doña Martha Hidalgo, madre de la difunta gobernadora, no cabía en su tristeza. A unos metros, los padres de Rafael y su hija Gabriela, en silla de ruedas, veían el escenario sin mover un músculo.

Sánchez Cordero se acercó al matrimonio. Eran viejos amigos desde hace muchos años. —¡Querida Gaby, sabes cómo lo siento! —dijo la funcionaria tratando de abrazarla.

—¡No parece, Olga! ¡Qué curioso que vengas a enterrarla y no hayas venido a ungirla en su toma de protesta! —dijo tras evitar el abrazo.

—¡No, yo sí quise venir, pero… —trató de justificarse.

Fue inútil. La madre de Rafael volteó el rostro, dando por terminada la conversación. Algunos gritos empezaban a salir de las huestes panistas que acudieron a despedir a sus líderes. La secretaria de Gobernación se acomodó en su lugar junto a Jesús Rodríguez Almeida, encargado de despacho del gobierno del estado. El ambiente era tenso, hostil por momentos. Doña Olga pensó en las palabras que el presidente López Obrador le dijo antes de salir rumbo a Puebla:

—No te expongas, Olga. No admitas groserías. Si es necesario, retírate del acto. Tienes el apoyo del presidente constitucional de los Estados Unidos mexicanos.

 

 

 

(Ciudad de México, 25/12/2018)

El presidente López Obrador convocó a una reunión urgente en Palacio Nacional.

Al mediodía llegaron a su despacho Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación; Julio Scherer Ibarra, consejero jurídico de la Presidencia, y César Yañez, coordinador general de Política y Gobierno.

El presidente les dijo que había tenido una reunión con funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para checar los datos técnicos relacionados con el accidente del helicóptero en que viajaban la gobernadora de Puebla y su esposo.

—Ustedes entenderán que yo no debo ir al cortejo fúnebre porque no hay condiciones para ello —les dijo.

Y le pidió a la secretaria de Gobernación que acudiera en su representación.

—¿Cómo están las cosas por allá, César? Platícanos.

—Hablé con el exgobernador José Antonio Gali y me dijo que hay algunos morenovallistas muy enojados. Sobre todo los del primer círculo. Él se compromete a cuidar de usted en caso de que se decida a ir, presidente.

—¡No, no! ¡Yo no voy a ir! ¡Los conservadores del PAN son capaces de ponerme una trampa! ¡El presidente de la República no puede exponerse de esa manera! —respondió López Obrador—. ¡Qué vaya Olga!

—Entonces le comunicaré al exgobernador que irá la secretaria de Gobernación, presidente. Y le pediré que personalmente se encargue de cuidar que no haya incidentes — dijo el exvocero.

—Hay que ir con mucho tiento, Olga. Ya sabemos cómo actúa la reacción. El presidente Juárez lo supo muy bien siempre. Él se enfrentó en varios momentos a los reaccionarios fifís. Los conservadores son unos hipócritas. Manejan un doble lenguaje. Y ahorita están heridos. ¿Pero qué culpa tenemos nosotros del accidente? ¡Ayer, todo el día estuvieron culpándonos en las redes! ¡No caigas en provocaciones, Olga! ¡Te van a gritar mil cosas contra nosotros! ¡Si no ves condiciones, salte del lugar! ¡No permitas que manchen tu investidura! —aconsejó el presidente.

Yañez volvió a intervenir:

—Le acabo de enviar un WhatsApp a Tony Gali. Se compromete a proteger a la secretaria. Dice que él personalmente la va a cuidar. Le manda un saludo respetuoso y se pone a sus órdenes.

El presidente dio por terminada la reunión y le pidió a Sánchez Cordero que en cuanto terminara el cortejo fúnebre le hablara por teléfono para informarle cómo había salido todo.

—¡Así lo haré, señor presidente!

—¡Ésa es mi secretaria! ¡Los hombres y las mujeres que acompañaron al presidente Juárez en las horas difíciles eran como tú, Olga! ¡No les temblaban las manos!

 

 

(Ciudad de México, Ciudad de Puebla, 25/12/2018)

Saliendo de Palacio Nacional, Olga Sánchez Cordero le marcó a su esposo, el notario Eduardo García Villegas.

—¿Dónde estás, Lalo?

—En el restaurante del Gran Hotel de la Ciudad de México. Está abierto. No hay nada de gente.

—Paso por ti para irnos a Puebla.

—Te espero, Olguita.

La secretaria de Gobernación revisó su WhatsApp. Tenía un mensaje de Tony Gali: “Admirada señora ministra, aquí la espero. ¿Dónde quiere que nos veamos? Yo la acompaño a los funerales. Es importante que hablemos antes de ir”.

En el camino a Puebla, Sánchez Cordero le dijo a su esposo que estaba nerviosa por el inminente encuentro con Gabriela Rosas de Moreno Valle, la madre del senador fallecido.

—Tranquila, Olguita. Son nuestros amigos. No fue cosa tuya.

—Conociéndola, me va reprochar que no hayamos sido más cordiales con su nuera.

—Tú sólo recibiste órdenes. Ellos entenderán.

Con el exgobernador Gali se encontraron en el Alfredo di Roma, del Presidente Intercontinental. Ahí comieron algo. Los acompañó Dinorah López, la esposa de éste. Hablaron del siniestro. Cada uno narró cómo se enteró. La exministra les dijo que el presidente estaba irritado por algunos señalamientos hechos en las redes. “Los morenovallistas están muy enojados”, les confió Gali.

Ya de salida se dio el siguiente diálogo.

—¿Qué ha pensado sobre el interinato, mi querida señora ministra?

—No hemos hablado aún del tema con el presidente, Tony.

—Los morenovallistas van a presionar para que uno de los suyos quede en Casa Puebla. Van a impulsar a Jesús Rodríguez Almeida.

—¿Y eso sería bueno?

—No lo creo, señora ministra. Es un desconocido. No va a convocar a la necesaria unidad.

—A ver qué dice el presidente. Vamos dejando que transcurran las cosas y no dejemos de platicar, Tony. ¿Cómo crees que me recibirán tus amigos?

—¡Yo estoy aquí para cuidarla, señora ministra! Y, por cierto, no son mis amigos. Al final de mi administración tuve graves diferencias con Rafael. Discutimos a gritos y dejamos de hablarnos. Martha y él querían que yo asumiera el costo político del incremento al pasaje.

—No me digas, Tony…

—Yo me negué firmemente y me quitaron el saludo. Qué pena lo del accidente, pero así fueron nuestros últimos días. Cuando Martha rindió protesta, Rafael ni me saludó siquiera, señora ministra.

—¡Ay, la política! Hace de los mejores amigos los peores enemigos.

 

 

 

(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)

A las 16:27 empezó la ceremonia luctuosa en memoria de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle.

Antes, la secretaria de Gobernación enfrentó el enojo de la madre del exgobernador de Puebla y abrazó a doña Martha Hidalgo, progenitora de la gobernadora que estuvo al frente del estado sólo diez días.

Estaba una buena parte de la clase política nacional: gobernadores, dirigentes de los partidos políticos, senadores, diputados…

Luis Banck, exalcalde de Puebla, inició el discurso avalado por el padre de Moreno Valle y el hermano de Martha Érika. Algunos panistas de camisas azules empezaron a gritar tímidamente: “¡Fuera!… ¡Asesinos!… ¡Justicia!”. La secretaria de Gobernación los vio a lo lejos. No era una multitud, eran unos cuantos. Hombres y mujeres. No fueron “los casi mil 500 asistentes a la ceremonia, panistas en su mayoría” los que “arremetieron”, como escribió más tarde en una crónica inexacta Gabriela Hernández, corresponsal de Proceso. Fueron siempre unos cuantos.

Lo que sí ocurrió fue que, en su discurso, Luis Banck hizo referencia a “los ataques” que sufrió la gobernadora por parte de sus rivales políticos.

Emocionado, con la garganta en un hilo, el ya exjefe de la Oficina de la Gobernadora elevó el tono de voz cuando dijo que “Martha Erika defendió incansablemente la voluntad de los poblanos y fue confirmada por el más alto tribunal electoral del país, a pesar de los ataques de diversos actores políticos en contra de ella y de su triunfo”.

Y aquí sí, fue interrumpido por un coro masivo: “¡Martha gobernadora!… ¡Martha gobernadora!”.

Al retomar la palabra, pidió que se realizara una investigación independiente para determinar las causas de la caída del helicóptero:

“Exigimos que se lleve a cabo una investigación profesional e independiente, que no deje lugar a dudas sobre las causas del accidente, un accidente que atentó contra la luz de esperanza para contar en nuestro país con un contrapeso democrático efectivo”.

Nueva interrupción, también masiva: “¡justicia! ¡justicia!”.

Olga Sánchez Cordero se ruborizó y sintió que sus piernas flaqueaban. Los panistas de camisa azules gritaron también “¡fuera, fuera!” cuando pasó a hacer una guardia acompañada de Tony Gali y Jesús Rodríguez Almeida. Gali tocó el brazo izquierdo de la secretaria en señal de apoyo. Ella permaneció impasible escuchando los gritos aislados de “¡Fuera!… ¡Asesinos!… ¡Justicia!”.

Recordó entonces las palabras del presidente López Obrador en el sentido de que si la agredían mejor se fuera. Respiró profundamente y decidió quedarse.

 

 

 

(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)

Olga Sánchez Cordero aceptó los brazos que le ofrecían el encargado de despacho Rodríguez Almeida y el exgobernador Gali.

Caminó entre los gritos de “¡fuera, fuera!” de los panistas vestidos de azul. En un momento, Gali le comentó al oído:

—Le dije, señora ministra, que los morenovallistas están muy enojados. Van a empujar con todo para poner a un títere en Casa Puebla. Lo van a manejar a su antojo. Desde ahí operarán la elección extraordinaria.

La secretaria de Gobernación no dijo nada. Siguió su paso y empezó a despedirse de los gobernadores y la clase política ahí presente. Gali no se despegaba de ella un solo momento y veía de reojo a sus antiguos aliados. Cuando llegó a la Plaza de la Victoria se fundió en un largo abrazo con Eukid Castañón, con quien tuvo severas fricciones en el pasado reciente, y se dijeron varias cosas al oído. Incluso en ese momento los ojos del exgobernador se llenaron de agua.

Ahora caminaba al lado de la enviada del presidente López Obrador y reprobaba con la cabeza los gritos de los panistas.

Algunos reporteros se acercaron a Sanchez Cordero y ella alcanzó a decirles que el viernes pasado se reunió con Martha Érika Alonso y que habían quedado de volverse a ver pasando las fiestas de diciembre.

A unos pasos suyos, ante otros reporteros, Javier Lozano Alarcón, exvocero de José Antonio Gali, le pidió al presidente López Obrador que no “polarice” más a los poblanos, ya que sus declaraciones señalando que Martha Erika había ganado fraudulentamente la gubernatura generaron un ambiente de crispación, al igual que su negativa a visitar el estado. Debido a estos, agregó el también ex senador, se están dando “especulaciones y sospechas” sobre las causas de la caída del helicóptero.

Sánchez Cordero alcanzó a oír las últimas frases y caminó hacia donde la esperaba su esposo. Gali le pidió una audiencia para hacerle una propuesta relacionada con el interinato. Ella le dijo que la buscara mañana.

—Qué pena todo este espectáculo, señora ministra, es tiempo de unidad, no de discordia — agregó.

Ella sólo movió la cabeza afirmativamente.

Al finalizar el acto, Gali fue informado que varios morenovallistas se reunirían en unos momentos en Casa Puebla con Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, para hablar de que lo más conveniente era que Rodríguez Almeida se convirtiera en el gobernador interino.

—¿Te convocaron, Tony? —le preguntó el informante.

—¡Ni madres! ¡Qué hijos de la chingada! ¡Pero se la van a pelar!

 

 

(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)

En Casa Puebla, en el equipadísimo salón que armó Moreno Valle para las reuniones importantes, sólo estaban los morenovallistas más cercanos.

—¿Invitamos a Gali? —preguntó uno.

—¡Ni madres! —respondió otro.

Marko Cortés ingresó entre abrazos. El tema era uno: generar unidad acerca del hombre que los representaría al frente del gobierno interino.

No estaban todos. Faltaba Roberto Moya, de viaje en Tailandia. Larguísimo el regreso en esas horas borrascosas. Llegaría horas después. Sí estaban: Luis Banck, Eukid Castañón, Jorge Aguilar Chedraui y Jesús Rodríguez Almeida, entre otros.

El dirigente nacional del PAN les dijo que la secretaria de Gobernación se había ofrecido como mediadora para que el interinato lo encabezara un panista.

—“Les corresponde a ustedes”, me dijo hace unos momentos.

Todos sonrieron en medio de su tristeza. Rodríguez Almeida, la propuesta del grupo, se sonrojó. Empezó a imaginarse los seis meses que estaría al frente del estado en calidad de gobernador interino y no como lo que sería por unos días: encargado de despacho.

Marko Cortés continuó hablando:

“Le dije a la secretaria que se debe respetar el origen de la propuesta que ganó la elección. Es una cortesía política. Es una costumbre y tradición política que cuando se nombra alcalde o gobernador interino siempre se respeta el partido de origen de la autoridad que se suple”.

Todos afirmaron con la cabeza.

Cortés siguió hablando:

“Espero que los diputados locales de Morena respeten esa civilidad política”.

Eukid Castañón dijo que desde el momento en que se enteraron de la muerte de la gobernadora los diputados de Morena empezaron a moverse para dar un golpe.

—¡Quieren quedarse con todo! Incluso por aquí anda Zoé Robledo hablando con ellos en privado. Mientras la secretaria de Gobernación encabezaba el homenaje luctuoso, el subsecretario quién sabe qué les anda prometiendo.

—Yo creo en la palabra de la secretaria. Vamos a esperar —pidió Marko Cortés.

Había nerviosismo en el ambiente. Pocos creían que el presidente López a Obrador respetara los acuerdos. Otros, en cambio, se manifestaban optimistas. El nombre de Rodríguez Almeida apareció en la mesa como la propuesta del grupo.

—No hay que fiarse de Gali. Anduvo de ofrecido con la secretaria de Gobernación todo el tiempo. Le hablaba al oído. Es capaz de traicionarnos otra vez. Ya lo hizo antes. ¿Por qué no lo volvería a hacer ahora? —dijo una voz.

—¡Es capaz de autoproponerse como interino! —dijo otro.

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