Hombre de todos los tiempos, personaje que dejo un legado inmenso para los poblanos de ayer, hoy, y los de las futuras generaciones.
En vida fue el más ferviente promotor cultural de Puebla, Maestro por más de treinta y cinco años, cronista entrañable y fundador de instituciones.
Escritor de las principales epopeyas poblanas. Fue un enamorado del deporte donde también destaco su participación, tanto local como a nivel internacional.
A él debemos la creación de la Casa de la Cultura, lugar que hoy lleva su nombre, así como la coordinación de las casas de cultura en todo el estado, a su vez la creación de la red de bibliotecas públicas, el Instituto Cultural Poblano y la fundación de dos Consejos de la Crónica, el capitalino y el del estado, los cuales permiten en rescate y la difusión de nuestra historia y del diario acontecer. En su camino, Pedro Ángel nos correspondió con muchas vocaciones, pero todas ellas con un solo fin “La cultura”. Ya que como bien lo dijo José Vasconcelos “tanto hace por la cultura quien la crea, como quien la promueve”.
Galardonado innumerables veces, recibiendo premios y reconocimientos nacionales e internacionales, sin embargo, en vida él siempre decía que se enorgullecía de que sus mayores logros era haber tenido dos hijos fuera del matrimonio; uno de ellos el libro el “5 de mayo” y la otra “la Casa de la Cultura”.
Para los poblanos, el ver hoy, y conocer su obra es apenas lo justo para el reconocimiento a su trabajo, y como mínimo recordatorio a su fructífera obra elevamos nuestro más sincero agradecimiento, dedicando este recuerdo en homenaje a su memoria, a su legado, a sus palabras, en la ausencia de su presencia, a su familia, amigos, alumnos, colaboradores, autoridades, artistas, lectores, cronistas y sobre todo a los amantes de la cultura.
En el año de 1995, llegó a casa por conducto de mi padre un pequeño cuadernillo café sobre la historia de Cholula con un grabado dorado en la portada y al final incluía un códice, y al tenerlo por primera vez en mis manos a la temprana edad de 11 años, recuerdo bien que fue ahí que dio inicio el interés personal de recopilar y dar a conocer la historia de mi comunidad.
A esa temprana edad no tenía la idea ni el conocimiento de la importancia de un libro, ni mucho menos la de su autor. Fue hasta el año 2009 quizá por la inquietud, perseverancia o terquedad, que fui nombrado a la edad de 22 años cronista de mi comunidad, ya con el nombramiento, fui invitado oficialmente a la Reunión General del Consejo de la Crónica del Estado de Puebla, en aquella ocasión conocí y escuche por primera vez a su presidente “El Profe Palou”, y cuál fue mi sorpresa que dicho personaje era el autor del cuadernillo que de niño me inspiró a esta noble vocación de cronista.
Con el tiempo me di a la tarea de iniciar una recopilación de toda la obra de nuestro homenajeado, tarea nada fácil cuando empecé a conocer su vasto legado, libros, folletos, periódicos, revistas, videos, prólogos etc., empezaron a acumularse y en cada uno le solicité me dejara un sencillo testimonio con su firma, un autógrafo que perdurara por siempre. En todos y cada uno de los textos de su autoría que le llevé, el Profe, tenía la gentileza de platicarme anécdotas que giraban en torno a cada obra, a cada texto, dejando ciertas pistas para conocer un poco más a ese hombre sabio.
Con esta actividad, comencé a sentir un gran respeto hacia el profesor Palou que simulaba la amistad del joven Joaquín García Icazbalceta con el gran historiador José Fernando Ramírez a mediados del siglo XIX. A quien el joven envió una carta dirigida a Fernando Ramírez durante los últimos años de su vida, en la que el mismo Ramírez aseguraba que en medio de su tarea solitaria esa carta era un consuelo a su persona y a su avanzada labor. La carta contenía las siguientes líneas:
Hace ya algunos años que comencé a mirar con interés todo lo que tocaba nuestra historia, y a recoger todos los documentos relativos a ella que podía haber a las manos, el transcurso del tiempo en vez de disminuirla fue aumentando esta afición que ha llegado a ser en mí, casi una manía.
Como estoy persuadido que la mayor desgracia que le puede suceder a un hombre es errar su vocación, procure acertar con la mía y halle que no era la de escribir nada nuevo, si no a copiar materiales para que otros lo hicieran, allanar el camino para quien este reservada la gloria de nuestro País.
Humilde como es mi destino de peón me conformo con él y no aspiro a más y para ello solo cuento con tres ventajas: paciencia, perseverancia y juventud.
Con el paso del tiempo, fueron varias experiencias en las que inmerecidamente el profesor Palou, me ofreció su confianza y su apoyo, sin embargo creo que lo que más reconfortante fue que durante los últimos meses, tal vez me convertí en un confidente, charlábamos por horas, ¿de qué? de su vida, de sus planes, de sus proyectos, de lo que le molestaba, lo que lo hacía rabiar, de lo que lo impulsó para tantas cosas, sus debilidades, tristezas y frustraciones, y de la misma manera sus triunfos.
El último día antes de salir de vacaciones de diciembre de 2017, como era ya costumbre acudí a su oficina a platicar con él, le lleve unos libros de su autoría para que me obsequiara su firma y en uno de ellos escribió lo siguiente: Para el incansable Pedro Mauro, en su búsqueda del pasado con la “LINTERNA DE DIOGENES”.
El de su muerte, fue día de tristeza tras su pérdida y hoy puedo decir que no solo encontré su pasado con la Linterna de Diógenes, sino que encontré a ese hombre honesto, al inmortal que sacrificó su historia personal en pos del rescate de la historia de Puebla, pero sobre todo al maestro, al amigo, al que agradezco sus consejos, su apoyo, su enseñanza y su confianza.