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martes, marzo 19, 2024

Las bondades del vino y la cerveza

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Ignacio Peyró (Madrid, 1980) es autor del diccionario de cultura inglesa Pompa y circunstancia y traductor y prologuista de clásicos como Kipling, Auchincloss o Assía. Colaborador de los más relevantes diarios nacionales, ha sido periodista parlamentario, cultural y de opinión, al tiempo que ha impulsado medios como The Objective. Ha trabajado como asesor de comunicación y escritor de discursos para distintas personalidades de nuestra vida pública. Ahora dirige el Instituto Cervantes de Londres. En 2018 publicó Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida, un recorrido por un año gastronómico, una celebración de la literatura y la cocina en la que, mes a mes y entrada tras entrada, sea al hablar de una barra memorable o al recordar el París culinario, cada apunte y cada historia de este libro parten de la mesa para hablar sobre la vida.

En el pub The Duke de la Plaza de los Luceros de Alicante, frente a un gintonic en copa de balón y una Tennent’s Stout, el reportero Eduard Aguilar —del portal AlicantePlaza— lo entrevistó. He aquí algunos fragmentos de esa conversación. Hay que decir que la introducción también salió de la pluma de Eduard Aguilar.

 

 

-¿Somos lo que comemos o lo que conversamos mientras comemos?

-Yo no sé si somos lo que comemos o a veces somos lo que queremos comer, pero desde luego, de alguna manera, sí que somos cómo comemos.

-Y como bebemos… hasta finales del siglo XIX, en que el nivel de salubridad de las aguas urbanas empieza a alcanzar cotas aptas para el consumo humano, el estado natural era el de una cierta ebriedad.

-También, en buena parte… ¡la humanidad se salvó gracias a la cerveza y al vino! Porque eran 100.000 veces menos peligrosos que el agua. El vino o la cerveza te podían matar de viejo, pero el agua te podía matar de joven. El alcohol, al igual que puede ser castigo y un peligro, también es benefactor. No se puede explicar nuestra civilización sin el alcohol.

-¿Eres consciente de haber cogido el hilo de una tradición con nombres como Julio Camba, Álvaro Cunqueiro, Josep Pla, Néstor Luján, Joan Perucho, Manuel Vázquez Montalbán?

-Este es un libro ligero, voluntariamente, no es una enciclopedia sistemática de la alimentación, o de la cocina española. Es un libro un poco caprichoso, incompleto, que le sobra de una manga y le falta de una pierna, pero que quiere ser amable y transmitir una cierta estética y respeto por la prosa. Para mí es también muy congruente, porque es una mirada atrás, de celebración y de acción de gracias, y también, en cierto modo, como hacen en los pubs ingleses, cuando tocan la campana, tang, tang, tang, “¡última bebida!”. No será la última, pero ya no tenemos 21 años, ya no estamos bebiéndonos la noche.

-Gourmet, bon vivant, gastrónomo… ¿más cerca de la tradición francesa de un Brillat-Severin o de Chesterton?

-Yo no creo que nada sea incompatible, las dos tradiciones pueden convivir en paralelo. El discernimiento gourmet no lo tienes hasta pasada la adolescencia, hasta que no tienes el paladar un poco hecho y tiene “memoria”. A mi, la idea de la sencillez bien regada de Chesterton me gusta mucho. Pero en qué coinciden Brillat y Chesterton, en que a los dos les gusta hablar y celebrar lo que comen, y los dos son exquisitos a su manera. Todos somos exquisitos en el fondo, todos somos exquisitos con lo que nos gusta.

(…)

Un plato: Arroz, sin dudarlo.

Un producto delicatessen: Jamón de bellota.

Un postre: El helado de turrón. En general me he dado cuenta de que es difícil conseguir buen helado de turrón, porque falla la materia prima, el turrón, pero cuando es bueno, es sin duda mi favorito, y claro, ahora estoy en el lugar adecuado, jeje (mientras formula la respuesta, recibe la proposición de probar el que elaboran de manera tradicional en un local de Orxeta).

Una copa: Yo creo que la gran copa es el Calvados viejo, o el coñac.

Y un placer gastronómico (no necesariamente) inconfesable… pueden ser los Miguelitos de la Roda, jeje (sugerencia al verlo dudar): ¡Pero si los Miguelitos de la Roda son maravillosos! Es una cosa buenísima… pero pensándolo bien, si tengo predilección por algo es por los riñones al jerez.

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