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martes, abril 23, 2024

Viaje al Mundo Gitano (Segunda Parte)

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La segunda vez que escuché sobre Gitanos fue durante mi estancia en Buenos Aires y sus provincias.

Cada día viajaba en tren desde Benavides, Tigre hasta la estación de Retiro en la gran Ciudad.

Lo curioso sucedía al regreso.

Porque frente al mismo trayecto, el tren solía pasar frente a una villa lo suficientemente marginada como para ser recordada en un tango. En un trago de mate compartido o en conversaciones que deletrearan cualquier tema social en la Universidad.

La tensión subía una estación antes. Cuando la gente se levantaba a cerrar las ventanillas que estuvieran cerca.

Lo que sucedía después, era que nos llovían las piedras de los pibes de la villa.

No es para menos, pensaba.

Pues es una realidad creada desde un opuesto complementario.

Imaginemos el escenario: La villa donde llovían las piedras estaba a lado de un enorme Country Club (barrio amurallado de altísima jerarquía). Para el año 2011 sólo existían 700 sitios así en Buenos Aires.

Entre los tangos y huaynos con lo que ocupaban el espacio los músicos locales o migrantes bolivianos, se impregnaba un aire melancólico desde el furgón.

Mientras pasaban las estaciones, que como metáfora del tiempo se representaba en el recorrido del tren. Recordé mi país con algunos tonos de nostalgia.

Sonaban las viejas coplas de Gardel y sus atenciones a las infinitas propuestas de la vida.

 

“Que no se trabe mi lengua ni me falte la palabra: El cantar mi Gloria labra…

Y poniéndome a cantar, cantando me han de encontrar

Aunque la tierra se abra…”

 

En este contexto un par de amigos argentinos me hablaron de los Gitanos.

En el país de las pampas estos grupos siguen siendo nómadas.

Arman enormes campamentos en las carreteras cercanas a los ríos.

Los Gitanos en Buenos Aires o en Argentina no parecen tener las mismas condiciones de marginación que los pueblos indígenas que sufren violentos procesos de gentrificación y desplazamiento en las zonas.

Su carácter rotativo y viajero les permite mantener celosamente cierto núcleo cultural y como no pretenden asentarse en un sito específico, proyectan menos peligro para las leyes de propiedad territorial.

Durante el siglo XVIII se registraron pequeños flujos migratorios menores a 200 personas.

En uno de los primeros documentos existentes sobre la llegada de los Gitanos a España, registrado en el Archivo de la Corona de Aragón, se puede leer que el Rey Alonso pide a todos sus fieles; desde gobernantes hasta oficiales e incluso lugartenientes que dejen pasar a dicho grupo de Gitanos por los lugares de sus reinos y tierras, siendo bien tratados y acogidos, siendo guiados por Juan de Egipto, con sus caballos, sus ropas, sus bienes, su oro, su plata… “Y cualquier cosa que lleven consigo… Sean dejados ir, estar, pasar por cualquier ciudad, villa, lugar y otras partes de nuestro señorío a salvo y con seguridad”.

Este evento representa un importante registro sobre un flujo migratorio que hoy consideramos atípico.

Un flujo al que se le respetó sus costumbres, y se le “permitió” el libre tránsito, sin abusar de sus propias necesidades territoriales, si es que existen, y sin cargar como equipaje la innegable noción de pertenencia que fomenta el sistema económico.

Las condiciones empeoraron a la llegada de los Reyes Católicos y tras el “descubrimiento de América”. Después de 1942 se expulsa a los judíos, se obliga a convertir a los musulmanes y posteriormente la idea de expulsar del Reino a los Egiptanos.

El castigo eran 100 azotes y cortar las orejas al Gitano que no cumpliera con la posiblemente llamada Primer Ley de Extranjería: Permanecer más de 60 días en dicho territorio sin oficio.

Hoy en España se habla de una integración social, educativa y política del Pueblo Gitano.

El 8 de abril es el Día Mundial del Pueblo Gitano, después de la Constitución de 1978.

Así se encuentren ausentes en las carreteras de soja transgénica, esperando bajo la sombra de un árbol a alguien para leerle la mano.

Así se trasladen al rastro a vender baratijas todos los domingos.

Así el maquillaje traspase las miradas y el susurro presumible de los espectadores desacate el impacto de su presencia.

Así se les culpe de lo malo que suceda. Porque de lo bueno son la fiesta y el flamenco; pero esas cosas son de España. Porque lo malo, las risas desbordadas, las comilonas entre bailes, los cantos en círculo y las coplas que alucinan, siempre serán del Pueblo Gitano:

 

“Va la Luna en las mejillas

de una y otra humana diosa;

Venus casta, en la belleza

de las que este cielo forman.

Pequeñuelos Ganimedes

cruzan, van, vuelven y tornan

por el cinto tachonado

de esta esfera milagrosa.

Y, para que todo admire

y todo asombre, no hay cosa

que de liberal no pase

hasta el estremo de pródiga.

Milán con sus ricas telas

allí va en vista curiosa;

las Indias con sus diamantes,

y Arabia con sus aromas.

Con los mal intencionados

va la envidia mordedora,

y la bondad en los pechos

de la lealtad española.”

La Gitanilla (Fragmento de canto Gitano)

Miguel de Cervantes Saavedra.

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