Llovieron críticas desde la tribuna. La Selección Mexicana sorprendió, no sólo a México, sino a un segmento importante de espectadores de la Copa América. Todo gracias a su derrota ante dos rivales que no solían representar una amenaza en años y décadas anteriores. Y me atrevo a decir que a lo largo de la historia futbolera: Venezuela y Ecuador.
Haciendo un recuento de los últimos 10 juegos de ambos conjuntos en los que México se había enfrentado contra Venezuela. La victoria fue: seis de 10 a favor de México.
Pero no pretendo profundizar en el tema de dicho deporte porque mi objetivo es otro. Me interesa más hablar de diseño, identidad y fenómenos sociales.
El otro día leí un comentario en Instagram que decía que “las mujeres bordadoras de Naupan se esforzaban más que el equipo de futbol”.
Vale la pena recordar que Naupan, y algunas de sus mujeres bordadoras rellenaron los diseños de la camiseta oficial de la Selección Mexicana, intervención que prometieron las marcas intermediarias utilizarían los futbolistas el día del partido contra Ecuador. Cosa que no sucedió. Lo que me da a entender que utilizaron la cultura y el nombre.
Esta versión de la camiseta oficial de la Selección Mexicana no fue diseñada por las bordadoras de Naupan y tampoco fue inspirada en la cultura nahua de la comunidad indígena poblana. Cosa contraria a lo que se dio a entender en los medios de comunicación que difundieron los motivos ornamentales del jersey de la Selección.
La famosa marca de ropa deportiva resalta que en sus últimos diseños de las camisetas de los equipos que patrocina, tendrían que representar la cultura del país en turno. Pero no sé qué clase de asesor cultural aculturizado pretendió que era buena idea cambiar los pavos por pavorreales.
Todo mundo sabe que los pavorreales son animales originarios de la India. Incluso, tal como redacto en mi tesis de maestría en Antropología y semiótica textil: Los pavorreales y su imagen simbólica fueron introducidos en América durante el siglo XVI.
En el caso del pavorreal se sabe, según las crónicas, que ha sido un elemento que sustituyó al mitológico Weyxólotl o pavo americano debido a la presión europea, quienes al ver la maestría con la que se elaboraban los textiles, no dudaron en desarrollar todo tipo de estrategias para que los indígenas tejieran y bordaran pavorreales en lugar de los guajolotes “monstruosos” y poco estilizados.
Pero lo más curioso es que los guajolotes (como les nombramos en México) o pavos son animales altamente deificados para las culturas indígenas, incluso en la actualidad. Por eso desde hace algunas décadas, en la Sierra Norte de Puebla, específicamente en Naupan, se llevó a cabo un proceso de recuperación simbólica inconsciente y colectiva donde, gracias a los métodos cognitivos y mentales de las mujeres preservadoras de la identidad nahua de Naupan, curiosamente volvieron a bordar los diseños de “el gran dios de las transformaciones”: Weyxólotl, según la cosmovisión. El proceso para que esto sucediera duró décadas. Tiempo que duran los cambios serios y naturales en los fenómenos culturales de cualquier grupo social.
Pero si hace 500 años se intercambiarían pavos por pavorreales, en Naupan ya se había tenido un cambio significativo en la construcción de la memoria simbólica recuperando el símbolo del pavo (animal doméstico que data de más de 6 mil años).
De acuerdo con la publicidad para promocionar el jersey de la Selección: “La camiseta de la Selección Mexicana dejaría de lado el tradicional verde y para este año sería en rojo, negro y verde, simulando las plumas del pavo real…”, argumentando que es un símbolo representativo y fantástico de la cultura mexicana.
Además, se utilizaría el nombre del Municipio de Naupan para acentuar el apoyo cultural que refleja dicho diseño e intervenciones.
Los mexicanos no sabemos de dónde y a qué cultura pertenece un textil indígena solo con verlo.
Tampoco sabemos que los colores y la iconografía de las indumentarias tradicionales nos indican aspectos sociales, geográficos, estado civil, lengua, posición social, edad, género…
Solo sabemos que una marca vale más que una tradición, que México perdió contra Venezuela, que el diseño de un jersey deportivo nos identifica más que un textil milenario con procesos mentales y significación vigente.
Sabemos que pagaremos 73 euros por un jersey y que regatearemos 100 pesos mexicanos por un textil indígena. Sin importarnos qué perdemos culturalmente hablando, cómo afecta a la comunidad la intromisión de entidades externas a la cultura con el discurso “altruista”. Porque hoy en día, los diseñadores de modas e intermediaros se han convertido en los nuevos “conquistadores” de nuestro patrimonio cultural material e inmaterial.