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jueves, noviembre 21, 2024

La destreza Lingüística del Hip Hop

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(Primera Parte) 

 

Cuando alguien improvisa, aquello está primero en la cabeza, y después las palabras van saliendo. 

Las palabras pueden salir. ¡Qué cosa tan rara! 

Tengo la cabeza en lío. 

Están revueltas las palabras ahí adentro y no sé por dónde empezar. 

Para comenzar a hablar de la destreza lingüística del Hip Hop voy a compartir una anécdota personal de la primera vez que escuché a alguien improvisar: 

Alberto era un “rolo” colombiano de piel clara y ojos azules que daban la impresión de estar fríos.  

Cuando hablaba con él imaginaba que su mirada estaba congelada. 

Su semblante era nauseabundo y discreto. Parecía una víctima del existencialismo latinoamericano del siglo XXI. Ese aspecto que los veganos no esconden. 

Casi todo era discreto en él, a excepción de su enredada cabellera larga y dorada. 

Tenía dos defectos más. El gusto excesivo por su novia en turno y que le gustaba el rap. 

Alberto tenía dos cepillos en el armario que nunca usaba. 

Algunas tardes solíamos reunirnos con más latinoamericanos y uno que otro sueco o francés en las orillas del lago Titicaca, alrededor de una fogata, mientras el sol conectaba los paisajes Incas con el agua azulada que cubría la ciudad enterrada del Dorado.  

Durante esas tertulias no faltaban los rechinidos del charango, los tambores, los aguayos y las rimas que conectaban el paisaje con cosas más terrenales.  

Tres amigos, entre ellos Alberto, improvisaban al ritmo de los instrumentos demostrando su capacidad de síntesis política, alguno que otro secreto personal y el agasajo que puede expresar alguien que se dedica a viajar. También improvisaban al momento algún detalle perceptible para todos.  

Cochabamba fue el primer lugar donde escuché un Freestyle, lo más curioso es que fue sin batalla, como se acostumbra en los barrios y las calles de América Latina. Estas rimas sólo estaban representadas como una forma de convivencia.  

Otros músicos acompañaban con sus canciones ya compuestas o con algún cover de Atahualpa Yupanki, Víctor Jara, Violeta Parra, Silvio Rodríguez y Manu Chao.  

Más adelante recordé que en la Universidad del Valle en Cali, Colombia, había escuchado a un par de estudiantes improvisando, pero sus frases del ghetto parecían estar descontextualizadas. De alguna manera me dio la impresión de que tenían las frases medianamente estructuradas en su cabeza.  

Sin adelantos, lo que llamó mi atención en las tertulias de Copacabana, Bolivia, fue el nivel de improvisación en tiempo real, que los cerebros de estos personajes viajeros podían alcanzar.  

Pues además de estructurar oraciones en menos de un segundo, la terminación de las frases rimaba entre sí y estaban acopladas a la música en vivo. Y lo más curioso era que decían frases que se relacionaban con algunas problemáticas de desigualdad de América Latina. No faltaba el toque cultural y la experiencia era evidente. 

Por esta práctica comprendí que el contexto del Freestyle era la calle, el barrio, afuera de un bar. 

Después de esa temporada poco a poco fueron saliendo los raperos durante mi trayecto por países de habla hispana. 

 El Freestyle no solo consiste en rapear sobre una base de Hip Hop 

A estas alturas la mayoría sabe que el Hip Hop es una sub cultura que se alimenta de varias corrientes callejeras o urbanas altamente marginales, o por lo menos ese fue su origen, y hasta cierto punto la mayoría de los exponentes tratan de mantener ese contenido en sus rimas.  

Este movimiento cultural nació en las calles de Bronx, Nueva York. Los creadores fueron los ciudadanos afroamericanos que protestaban las condiciones de desigualdad que se vivían durante la década de los 70.  

Las cuatro variantes en que se manifiesta principalmente el Hip Hop son por medio de los DJ, MC, el Brake-Dance y el Grafiti.  

La batalla es un aspecto fundamental que motiva o que caracteriza la sub cultura del Hip Hop. Y el Rap representa la música que genera el MC.  

Una variante o característica principal del Rap es el Freestyle o la improvisación (estilo libre), el cual no solo consiste en rapear sobre una base musical mezclada por un DJ.  

Lo impresionante aquí, son dos puntos y profundizaré en ellos. 

  1. La destreza lingüística al momento de improvisar 
  2. El Freestyle como deporte 

El hecho de comunicar lo que uno cree y cómo se autodefine en estos tiempos de crisis de identidades es una necesidad. Las subculturas son muestra inefable de esta crisis. 

El otro día leí que el Hip Hop nunca se iba a acabar porque es una necesidad. Y estoy completamente de acuerdo.  

Al mismo tiempo de convertirse en una necesidad intelectual. Ésta surge muchas veces en la calle. En contextos urbanos.  

En América Latina suele estar emparentado con una especie de marginalidad a la vista de los estereotipos sociales, para después volverlo una destreza de competencia o protesta social. Cada uno con su estilo.  

La herencia africana es innegable hasta en improvisaciones manifestadas como expresiones culturales de América Latina, como los sones, las décimas, los huapangos, la música llanera de Colombia, entre otros. 

Pero, ¿qué es lo que sucede en el cerebro al momento de improvisar? 

Para entender mejor la destreza lingüística a la que me refiero voy a metaforizar algunos aspectos de los procesos fonológicos que intervienen en esta expresión artística. 

Si vemos el cerebro como una casa, existe un lugar que el Doctor en Lingüística Leopoldo Valiñas metaforizaba como un armario donde se guardan todas las entradas léxicas (vocabulario) que cada hablante tiene de acuerdo a su acervo lingüístico.  

En pocas palabras es una caja donde están almacenadas las palabras que conocemos. Este espacio en el cerebro se llama Lexicón.  

Siendo detallistas el Lexicón se describiría como el conjunto de palabras y lexemas que tiene una lengua.  

Cada hablante tiene su propia cantidad, de acuerdo con lo que ha leído o lo que aprende escuchando.  

Por ejemplo, se sabe que un mexicano promedio utiliza un repertorio de 50 palabras al día. Y eso a nivel general es muy poco en comparación con un colombiano, que tiene una herencia más entrañable con el castellano.  

Para este tema se debe considerar que el español mexicano tiene un alto número de entradas léxicas de las tantas lenguas que existen en nuestro país y que, por cierto, están nacionalizadas.  

Básicamente lo primero que hace el hablante o el MC es escoger aleatoriamente una entrada léxica o palabra de este Lexicón 

Luego escoge otras palabras que le den sentido estructural; es decir: Arma una oración que forzosamente tiene que ser gramatical o sea tiene que cumplir con las reglas de la lengua que esté hablando.  

El filtro que hace la sintaxis es el de darle orden a estas palabras y así se forman las oraciones. Pero esto para un hablante no es cosa del otro mundo, porque lo hacemos al hablar y al comunicarnos.  

Un MC va sacando palabras del Lexicón y estructurando en el momento el orden, y en un sentido pragmático, la relación con el contexto y su situación o creencias personales. Sin meternos en el plano filosófico o psicológico del fenómeno. Llámese “experiencia”. 

Además, debe encajar la última vocal acentuada de la última palabra del verso para hacer una reiteración de la sílaba tónica y conectar total o parcialmente el siguiente verso.  

En este sentido, por hoy desglosamos el primer momento de análisis de lo que hace un MC. La habilidad principal es adelantar las palabras que van saliendo del Lexicón y empatar las sílabas para que rimen aunado a que el contexto del mensaje debe tener sentido y coherencia.    

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