Retomando la reflexión sobre el texto de Graeber donde se confronta la violencia como herramienta para la democratización desde las políticas de derecha. Y volviendo al tema de la propiedad en un Estado soberano.
Graeber, refiere una soberanía que puede estar organizada a partir de leyes donde el Estado tiene el derecho de imponer de manera violenta las reglas, las cuales, si no son cumplidas se obligan con el uso de la fuerza.
En este contexto, según el autor, la propiedad se impregna de un sentido “real”. “La propiedad es real, porque el Estado puede apoderarse de ella o destruirla” (Graeber. P:195).
Entonces, ¿Qué es la “realidad”?
Cuando el término real parte de dos raíces latinas que influyen en el castellano. Regalis, derivado de rex, regis: ‘Rey’. Y Realis de ‘real’, ‘verdadero’ el cual proviene de res: ‘cosa’.
¿Cuál es la realidad que conocemos?, cuestionamiento bastante interesante que propone el autor. Respondiendo que en varios momentos de la historia se han levantado en armas para poder establecer la organización o soberanía de un pueblo y que los intereses nacionales son reales porque pueden matarte.
Una suerte de ontología política que por medio de la violencia define los parámetros mismos de la existencia social y del sentido identitario común.
En este punto el autor contrapone la izquierda de la derecha asumiendo que en la ontología política de la violencia es la base de la derecha y que la izquierda presupone lo que el autor llama, la ontología política de la imaginación, de la creatividad o de la invención.
Simplificando algunas características, el autor considera principios inmanentes la “imaginación” y la “violencia” como componentes de cualquier realidad social.
Bajo el presupuesto de que la violencia opera por medio de la imaginación. Entonces la violencia se presenta como un vehículo de acción directa sobre otros sin la necesidad de interacción comunicativa o sin “comprender nada sobre ellos”.
Existen otros procesos para reducir las violencias históricas. Quizás la revolución sea una de ellas. Qué pasa si consideramos los rituales indígenas como actos revolucionarios, o la Minga que es un acto puramente colectivo.
La comprensión de lucha que tienen los pueblos indígenas, como es el caso de Colombia y las resistencias andinas, pueden ser comprendidas como actos ofrendatarios. Tomados en cuenta desde una perspectiva histórica-prehispánica.
Muchas de las manifestaciones o levantamientos insurrectos que realizan los pueblos están colmados de un alto sentido identitario y de eventos festivos que son la columna vertebral de estos levantamientos. Incluso se realizan ofrendas destinadas a las entidades anímicas como alertando el posible sacrificio grupal que se realizará por mantener la regulación o el equilibrio social y con el territorio. Para mantener las condiciones de igualdad con las entidades naturales y contra los atropellos violentos con que la derecha opera sobre sus tierras.
Con respecto al poder y el miedo. Se puede entender desde la perspectiva comunitaria, cómo en algunas comunidades las relaciones de poder están determinadas a partir de la relación de la comunidad con las entidades de la Naturaleza.
Estas entidades anímicas (López-Austin, 1999) pueden representar una amenaza para la comunidad que podría asumirse como una especie de violencia psicológica. Siendo más creativa y menos violenta en el sentido de relaciones meramente sociales. Porque el temor es provocado por los fenómenos y desastres naturales, de los cuales el hombre no tiene control alguno.
Entonces estaríamos hablando de una violencia a base del terror natural, no solo entre hombres sino causado por las entidades naturales.
Así, las relaciones de poder, si son entendidas de manera general y no de manera antropomorfizada o moral, lo cual representaría un pensamiento reduccionista de los procesos violentos de dominación, puede entenderse como un modo diferente de operar dentro de lo prioritariamente natural que resulta la violencia.
Desde mi punto de vista, no considero que los comuneros de estos grupos culturales que ya llevaron a cabo actos revolucionarios o que simplemente mantienen sus prácticas culturales, se preocupen por sus beneficiarios, tal como el autor ejemplifica, sino que se preocupan por su propia existencia.
Quizás esto conlleve a que lo colectivo se mantenga y se fortalezcan los lazos estructurales de grupo, porque si alguien falla, si un engrane se desvía, la estructura pierde sentido y también el sentido de pertenencia se debilita, aunque se transforma.
En el caso del ritual indígena, considerando que dentro de las luchas no puede evadirse la dote o la ofrenda antes ni durante sus procesos revolucionarios. Es evidente que podría percibirse un sutil dejo de imaginación en los motivos fundamentales de la realización de dichos ritos, pero en el sentido más profundo, debe tomarse en cuenta que es una transición generacional de conocimiento y acciones donde por medio del tiempo ficción (Ricoeur, 1999) y de un tiempo cronológico determinado, se crean situaciones que tienen una base real, pero que también surgen a partir del miedo.
En el caso del rito, las creaturas o entidades anímicas sí son afectadas por el mundo real o por lo menos son materializados en el mundo tangible por medio del acto “violento” de sacrificio animal, por lo tanto, no son imaginarios.
Entonces el ritual podría entenderse como un acto de imaginación trascendente que tiene como base la argumentación y el discurso que se va transformando con forme pasa el tiempo y que es un esquema utópico preformado.
Por lo tanto, el trabajo imaginativo no se queda en sus fantasías, sino se trasmuta por medio del ritual en la vida real, para mantener un orden social, equitativo e igualitario.
Retomando el concepto de totalidad que el autor describe desde la sociedad fragmentada y alienada. En las comunidades un adolescente tiende, en casos donde los lazos familiares son fortificados, a reforzar su identidad. Al comprender que existe un sentido de totalidad igualitaria.
Entonces podemos reflexionar a partir de una hipótesis: Las dinámicas comunitarias están supeditadas por el sentido creativo de recrearse en un acto autopoético de reinvención constante a partir de modelos comunitarios y unitarios.
Dentro de la comunidad se asumen como víctimas de la violencia de lo incontrolable, de la naturaleza y las inclemencias permanentes pero necesarias del clima.
Dentro de la comunidad se pretende vivir en armonía (El sumaj kausay de los andinos).