La vocal epentética del español es un recurso lingüístico que utilizan los hablantes de dicho idioma para “españolizar” las palabras extranjeras.
En el caso particular del fonema /E/. La vocal está presente en la mayoría de los términos ajenos que se pronuncian en un habla fluida desde el español. Lo cual, se puede interpretar como un vicio inconsciente y colectivo. O simple y sencillamente un fenómeno lingüístico nacionalista y también inconsciente.
Los hispanohablantes suelen agregar una vocal “E” en los términos que provienen de otros idiomas. Lo hacen con el inglés, por ejemplo, en préstamos como /scanner/ “Escaner”; /texting/ “textEar”. En el último caso, siendo un verbo, se agrega el infinitivo en turno /ar, er, ir/ como cierre para que se entienda que es un verbo, por lo tanto, la vocal epentética “E” se interpone a mitad de palabra.
Más allá del nacionalismo evidente que caracteriza a dicho país. La gente en España suele ser muy celosa con su idioma. Sobre todo, en Castilla y León, de donde proviene el idioma castellano.
Si algo caracteriza a la gente de Salamanca o de Valladolid es que sus variantes suelen ser tomadas en cuenta como las formas más prestigiosas o más cercanas a la norma, asumiéndolo desde el enfoque más prescriptivo posible.
Los hispanohablantes lo hacen tanto con el inglés como con el náhuatl, lengua mexicana de origen prehispánico.
Un porcentaje considerable de hablantes del español mexicano tienen un léxico adquirido del náhuatl. Palabras como Mapach-E, tlacuach-E, toloach-E, tepach-E son términos españolizados que provienen de mapachtli, tlacuatzin, toloatzin, tepatli en náhuatl. Otras palabras como huarach-E proviene del purépecha kwarachi.
Existen más de 4 mil palabras en español que su origen pertenece al idioma náhuatl.
Quizás uno de los términos más populares es el “aguacate” que surge de /ahuacahtli/. Del cual también se transmuta a la gramática del inglés y que se pronuncia “avocado”.
Es curioso que el comercio delimite una evolución léxica y morfológica, porque después de Colombia, si nos dirigimos hacia el sur del continente al aguacate se le dice /pallta/ término para designar el mismo fruto, pero en lengua quechua.
Chilli es otra de las palabras que cumplen la españolización por medio de la vocal epentética /E/ chile. Lo que además designa el nombre del país, pero no necesariamente por la forma. Varios investigadores proponen que proviene de /chilli/ que significa confín en quechua, puesto que Chile era el límite de la civilización incaica.
Un español promedio pronuncia regularmente términos que son originarios de México, como cacahuate en lugar de “maní”, aunque este término está más españolizado que en México, pues lo pronuncian interponiendo la vocal /E/ que sustituye la /A/ /cacahu-E-t-E/ en lugar de /caca-hua-t-E/. La conclusión podría ser que entre más se use un término de origen náhuatl en España, más se españoliza. Por lo menos, el concepto evoluciona a otro ritmo que en México, pues en el país azteca la gente está muy acostumbrada al /HUA/ que es un morfema posesivo.
Otro término indispensable es /tomate/ el cual proviene del náhuatl /xitomatl/.
Pero no todas las palabras en español que vienen del náhuatl son frutas y no todas las palabras utilizan la vocal /E/ dentro de sus fenómenos de incorporación léxica, por lo menos aún.
Por ejemplo, el /hule/ viene de /ulli/, que es la goma que se saca del árbol; /coyotl/ /coyotE/, / quetzal/ /quetzalli/; /tiza/ /tizatl/, /tocayo/ viene de /tocaitl/ que se traduce como “el que tiene mi nombre”, en náhuatl clásico y se entiende como “sobrenombre” en México.
“Apapachar” es una palabra muy profunda que proviene de /patzoa/ “comprimir”, y se traduce como “abrazar con el corazón”.
Dicho sea de paso, las fronteras lingüísticas nos rebasan.
El español es una lengua exótica, la más extendida territorialmente. El náhuatl es una lengua armoniosa y vigente. Pero es complicado darse cuenta que un idioma mexicano pueda atravesar tantas fronteras y recordarnos que sigue ahí para continuar en uso.
¡Larga vida a las lenguas indígenas!