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lunes, septiembre 16, 2024

Columna antifeminista Paisaje lingüístico sin desigualdad de género

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¿Si las feministas fueran políglotas serían menos feministas?

El idioma español es un buen aliado para el feminismo contemporáneo. Por eso en España las mujeres se aprovechan cada vez más del empoderamiento que se ha ganado durante las últimas décadas. Una mujer puede acosar, competir y equivocarse, pero un hombre no.

¿Acaso la desorbitante perspectiva de género que se vive en España se la debemos al idioma?

El inglés es una lengua simple.

Su orden de palabras y sintaxis es básica y estática.

Cualquiera puede aprender a hablar inglés si toma en cuenta su regla fundamental: SUJETO+ VERBO + OBJETO; alguien que ejecuta la acción + del verbo + sobre un objetivo.

“I’m eating an apple” o “Yo estoy comiendo una manzana”.

La sintaxis es el conjunto de reglas que cada lengua tiene sobre su gramática.

El inglés es una lengua que tiene palabras de género neutro y sirven para referirse tanto al género masculino, como al femenino. Si las enunciásemos en español diríamos palabras como: MAESTRE, PERSONE, AMIGUE.

Es muy difícil de imaginar el castellano sin definir el género.

La lengua española en general es considerada una lengua altamente exótica porque su orden de constituyentes es flexible, también porque cada sustantivo tiene género: La silla, el sillón, la mesa, el roble, la pelota. El idioma está plagado de masculinos y femeninos. Artículos, nominales, sufijos.

Aun cuando el movimiento feminista de hispanohablantes intente cambiar excentricidades como el “género” de una lengua, implementando reformas del lenguaje, y aun cuando las feministas del mundo, que no son hispanohablantes, NO CULPEN al idioma por las carencias femeninas. Cada idioma tiene una correspondencia con el pensamiento.

Imaginemos un mundo en castellano donde silla no tenga género, árbol no sea masculino ni femenino. O donde se pudiese nombrar a un amigo sin importar si es hombre o mujer.

Un mundo donde el @ no importe si no vas a enviar un e-mail.

Si las feministas fueran políglotas, no hubiesen inventado el lenguaje incluyente.

En el mundo existen muchos idiomas que se encuentran libres del género y sexo.

El uso de un lenguaje sin género, no significa que la sociedad sea más machista o menos machista. Por ejemplo. El húngaro es un idioma sin género gramatical, no se usan pronombres de género. Para hablar sobre mujeres y hombres es necesaria una definición explícita en tercera persona diciendo “hombre” o “mujer”.

En finés tampoco existen pronombres de género: “Él y Ella” no existen, se utiliza el morfema “hän” para referirse a hombre y mujer.

¿Puedes imaginar la construcción mental de un finlandés?

El estonio es un idioma con morfema de género neutro. Muy parecido a lo que sucede con el latín, el inglés y muchas lenguas indígenas.

Varios idiomas de países desarrollados del norte de Europa no usan el género para decir: “él fue al mercado” o “Ella fue al mercado” simplemente se dice: “alguien fue al mercado”.

En lengua yoruba de África es más importante la edad que el género. La gente es categorizada por los años que ha vivido, por sus experiencias y madurez.

El quechwa, por ejemplo, no distingue pronombres sino sufijos, pero no de género. Los sustantivos se distinguen entre sexo masculino y femenino (perro/ perra).

En lengua Pipil, idioma indígena perteneciente a la misma familia lingüística que el náhuatl, tampoco tiene pronombres de género. Se utiliza la palabra “yaja” como pronombre para referirse a los dos sexos.

Del feminismo urbano conocemos poco más que rabias, venganzas, heridas inconclusas, evasivas y desorganización. Pocos actos feministas occidentales se salvan.

Se salvan los feminismos que construyen, los que inventan y proponen leyes sin tener que incorporar “impositivos” y eliminar “géneros” para avivar los ecos lesivos que provoquen divisiones.

Aplaudamos los feminismos que no sobrepasan al hombre.

De hecho, no hay que ser mujer para ser feminista.

Muchas actitudes del feminismo urbano son incomprensibles para los grupos vulnerables en contextos específicos. Y estoy hablando de un pseudo feminismo blanco en tierra de negros y uno negro en tierra de blancos. O uno mestizo en Europa y de uno europeo en un pueblo indígena.

Si las feministas fueran políglotas entenderían que el lenguaje no excluye. Simplemente determina.

En algunas lenguas indígenas existen dos formas para nombrar a la tercera persona plural: NOSOTROS. Está el “Nosotros contigo” (Incluyente) y el “Nosotros sin ti” (Excluyente). Cada uno de ellos es utilizado en momentos especiales. Y no por eso, los hablantes confunden la unidad con la desarticulación.

Por ejemplo. La Luna en lengua Maya se dice ch’ujuña’, pero también se puede decir ‘uj, de una manera cuando la ven varias personas y de otra manera cuando la ve una sola persona.

Esa persona que tuvo la dicha de ver la Luna sola, es el sujeto de la acción y de la enunciación.

La Luna no es un concepto femenino en las lenguas del mundo. En tujtujnacú, El Luno es un concepto masculino. Y muchas veces es traducido (El Luno) al español.

Si el feminismo más difundido no estuviera escrito en español.

Las devotas a la doctrina no intentarían imponer una convención ortográfica “incluyente” que más bien nacionaliza, divide y excluye a los que no hablen así. Por muy descolonizados que estén los discursos. Se debe entender que el idioma y la cultura no son carne de cañón para las luchas sociales.

El comportamiento en el imaginario colectivo es la conjunción de sus hechos históricos, NO algo impuesto por el gobierno ni por los humanos.

Si las feministas fueran políglotas, entenderían que el género en las palabras no es tan importante, tampoco el discurso lo es, sobre todo si no está argumentado con acciones en pro de los derechos de los hombres y de las mujeres.

Si el feminismo fuera más acción que palabra sería políglota.

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