El caso de Marilyn Cote (ya se sabe, impostora, fraudulenta y mentirosa abogada que se hizo pasar por médica psiquiatra) ha movido los ánimos poblanos como pocas veces los he visto reaccionar. Puede haber un hoyo financiero en el ayuntamiento, asesinados en los municipios del interior del estado, accidentes fatales, hallazgos de partes humanas en campos y embolsados a orillas de carreteras principales, asaltos, balazos a estudiantes, entre muchas otras escandalosas noticias y nada, ni comentarios ni columnas de chismes se ocupan de rumiarlas y mucho menos digerirlas. Pero si una mujer (ya se sabe, sociópata delincuente) protagoniza un acto de barbarie como recetar antipsicóticos sin tener cédula profesional, entre otros muchos abusos y excesos (como mantener un consultorio en las Torres Médicas y anunciarse como socia del afamado grupo de especialistas Fifty Doctors Hospital), hablar varios idiomas, haber nacido en Roma y otras terribles falsedades que sólo la pusieron en ridículo, entonces sí se lanza el público a macerar por días los mismos feos datos: que no tenga cédula de médica y menos de psiquiatra. Que haya drogado a un joven para casarse con él. Sin embargo, haber tratado pacientes con depresión y ansiedad, prometerles una cura en 7 días, prescribir recetas sin tener licencia médica, todo eso parecen ser sólo “detallitos”. Lo terrible es que la sociedad vociferante se ha puesto a hacer memes, comentar obscenidades en X y opinar y opinar y opinar sin haber empleado ni cinco minutos en una reflexión sobre las razones por las cuales la supuesta psiquiatra pasó por completo inadvertida hasta para los mismos médicos que tenía de vecinos en las Torres Médicas. Fue hace unos dos meses cuando alguien por ahí creó una cuenta en X llamada “Charlatanes Médicos”, justo para desenmascarar a médicos falsos. Fue cuestión de unas cuantas semanas para dar con la tal doctora Cote. El escándalo estalló (aun cuando la señora tenía puestas denuncias desde 2020). Todo el mundo abrió los ojos y la boca en absoluta estupefacción. Era imposible imaginar el cuadro: pacientes que habían pagado más de mil pesos por consulta para que les dieran un “diagnóstico” y una receta de medicamentos muy peligrosos. Sí, terrible que una persona pueda engañar por tanto tiempo a la sociedad entera. Así que, si las autoridades sanitarias estatales, el ayuntamiento de San Andrés, la administración de las Torres Médicas, decenas de pacientes y médicos pasaron por alto los engaños de la señora Cote,¿significa que la falsa doctora era muy hábil y podía convencer de sus dotes milagrosas de curación? No, señores. Marilyn Cote es una mujer muy enferma. Una mujer violenta. Voces indignadísimas se elevan para gritar ¿quién protege a los ciudadanos de estos abusos? ¿Por qué no se revisaron las credenciales de la tipa a la hora de que sus redes se llenaban de pésimas reseñas de expacientes que la señalaban como un fraude?
Incluso se ha criticado a la Secretaría de Cultura por haber prestado un espacio para la presentación de un libro autopublicado por la abogada Cote. La institución prestó uno de sus auditorios como presta espacios a cualquier ciudadano o institución que desea presentar sus libros. En el caso de Cote, hubo una insistencia rayana en el acoso para obtener el espacio. Huboamenazas, llamadas sin fin. No hubo argumento que valiera, en particular que su libro no trataba de un tema cultural. Ante la negativa reiterada, Cote recurrió a instancias más altas. Y la Secretaría cedió, como seguro cedieron todas y cada una de sus víctimas. En resumen: la señora es un peligro para ella y para otros. A los vociferantes eso no les importa. ¿Por qué las instituciones tendrían que pedir referencias a “colegas” para presentar un libro? ¿Colegas de quién? ¿De la doctora que no lo es? ¿De los funcionarios que no hacen sino dar un espacio y no un aval? En realidad, lo único que una institución de cultura puede pedir es que el libro tenga ISBN, sobre todo para que, si es plagio, el autor reciba la sanción por la vía legal. Por otra parte, mientras no caigan en el plagio comprobado, defraudadoras o no, todos las personas tienen el mismo derecho de escribir y presentar un libro. El mismo derecho que tiene un poeta loco y genial, o un prosista cuerdo pero pésimo. Publicado y presentado un libro se condena o se salva por sí mismo (claro, con una buena ayuda del público lector). ¿Ya leyeron el libro quienes critican su presentación? Supongo que no. Yo tampoco lo he hecho ni lo haré.
Vociferantes, les tengo una noticia: la razón por la cual muchos y muchas caen en fraudes, engaños, se quedan sin sus ahorros y aceptan dar espacios para la presentación de un libro es porque los defraudadores defraudan. Ése es su negocio.